10 junio 2011

What is it like to be a woman? o el caso de Tiresias



El coco de la esponja está seco, seco, seco. Dadas las circunstancias, hagamos una introducción a Nagel:




¡Sí, sí! ¡ya sé! ¡ya sé! Ustedes esperaban una introducción a Tomás Clavo, no a Patricio Clavo. ¿Quieren una introducción a los murciélagos de don Tomás Clavo? He decidido iniciar una investigación sobre el misterioso caso de cómo se siente ser un murciélago. Mi primer sujeto de investigación fue, obviamente, Bruno Díaz:

Descubrí, desgraciadamente, que la verdadera personalidad de Batman era Daniel Dennett. Era uno de sus intentos 'científicos' por demostrar que nada oculto yace tras ojos y orejas de los quirópteros.
A veces me cae bien, a veces lo odio...
¡¡Y cómo no voy a odiar a Dennett si quiere acabar con Qualia!!

Qualia:


Pero no hay que ir tan lejos como interrogar a los murciélagos. Tenemos un ejemplo mucho más cercano... ejem: al menos humano:

Tiresias
Se saben ustedes la historia. Tiresias era un jovencito insoportable a quién se le hizo muy divertido separar a un par de serpientes calenturientas. ¡Lástima! las serpientes eran animales sagrados en la Hélade, lo que significa que tenían amigos muy poderosos, y Hera castiga a Tiresias convirtiéndolo en mujer. Siete años después Tiresias separa a una nueva pareja de serpientes. Pensó "chicle y pega"... ¡y pegó! volvió a ser hombre.
Ocurrió que un día Hera y Zeus tuvieron una disputa sobre quién sentía mayor placer sexual: ¿el hombre o la mujer? Zeus, conociendo el escandaloso pasado de Tiresias fue a preguntarle... y Afrodita, en castigo por revelar ese secreto, lo cegó.
Pero ¿qué tan grandioso y fenomenal es ese secreto como para estar consignado en la mitología? Si a diferencia de los murciélagos, varones y mujeres somos hombres, y compartimos todo... o casi todo... bueno ¿qué demonios no compartimos para que aquello sea un secreto? ¿lo es?

Nuestros órganos sexuales tienen ligeras diferencias, pero son suficientes para no tener la más mínima idea de cómo inciden éstas en aquello que siente el otro género. Una mujer siempre se preguntará qué es tener pene y, asumo, un hombre no tiene la más mínima idea de lo que es tener senos y... sin embargo él sabe perfectamente qué reacciones provocará el tocarlos correctamente y ella tuvo qué aprender qué tan fuerte y qué tan rápido debe moverse la mano, y ciertos espasmos le hacen saber que la técnica está errada o es correcta.

Y, sin embargo, en sus manos el amante no tiene sólo una máquina con inputs y outputs que marque 'éxito' o 'fracaso' en una pantalla. Tiene a alguien a quien quiere complacer, tal como es complacido. Los outputs son, digamos, signos de aquello que ocurre 'dentro' del amante: el objetivo de brindar la caricia.

Y, sin embargo ¿hay lugar para una respuesta 'behavorista'?. Recuerden el chiste: después de hacer el amor ¿qué le dijo un conductista a otro?: ¿Me gustó mi vida?
Aunque lo que nos permite comunicarnos –y seducirnos– a pesar del total velo entre cómo siente uno y siente el otro es entender a la perfección los inputs y outputs ajenos, ello no significa que no exista misterio alguno.

¿No lo ha pensado, querido lector?
Una buena seductora sabe de qué modo ha de despertar la bestia que todo varón lleva a dentro: pero ello no significa que ella tenga la más peregrina idea de qué se sienta tener una 'bestia' dentro. No, así no funcionamos las mujeres. El deseo no es una punzada. Y es que sólo así me puedo representar lo que sienten los varones bajo ese estado: como una punzada muy aguda que los avienta, los impulsa... y a veces quisiera saber qué se siente eso, porque ¿sabes lector? las mujeres no funcionamos así, no nos pica una punzada violenta sino que funcionamos diferente...

¿Que qué? ¿Que cómo funcionamos?



Por eso hoy preferí a Patrick sobre Thomas: porque creo que ya se me olvidó.



Esponjis
con sueños lúbricos
y realidades desérticas.

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