11 septiembre 2011

Filosofía defendida...

Abstract que nada Abstrae:

Lo primero que hay que entender es que Filosofía no es el nombre de una 'disciplina' del mismo modo en que lo son las 'matemáticas' la 'lógica', la 'mecánica'. Se me podría entonces objetar que si bien la 'mecánica' es el nombre de una 'disciplina', quién la estudia es el 'físico'. Y la carrera en la Facultad de Ciencias se llama Física, no óptica, mecánica o termondinámica, y que todas estas 'subdisciplinas' comparten en común el método. ¿Los filósofos tenemos un método? ¿que tienen en común las disciplinas que estudiamos para que, bajo un mismo método y un mismo título universitario sean ellas comprendidas? Poseemos la argumentación y el análisis como únicas herramientas. Nuestro objeto, al igual que el físico, es la realidad. Nuestro 'punto de vista' sobre ella es el de la Metafísica. Pero ¿no hay disciplina más desprestigiada que ésa? ¿no los mismos filósofos han luchado contra ella, al menos la primer mitad del siglo XX? ¿Sería entonces necesario estudiar la ética bajo un punto de vista metafísico? o ¿qué queremos decir cuando hablamos de Filosofía de la Ciencia, Filosofía del Lenguaje o Filosofía de la Mente?
El gran problema que enfrenta el Filósofo al explicar a qué se dedica (y al tratar de justificar el por qué merece que el estado lo financie, igual que lo hace con la Física, la Sociología o la Lingüística) es que los linderos disciplinares que definen el campo de estudio del Licenciado, Maestro o Doctor en Filosofía son mucho menos definidos que en el caso de las demás disciplinas científicas (tanto Naturales como Sociales). De todas ellas se puede hacer 'Filosofía'. Ello suscita la pregunta ¿tiene el filósofo un objeto de estudio propio y una metodología que lo defina? o al revés ¿hay una metodología propia del filósofo que esté determinada por su propio objeto de estudio? El problema de los linderos de la Filosofía radica en ambas preguntas, sea como sea que se planteen.
Defiendo aquí que el Filósofo posee un objeto de estudio y que éste es la realidad. Que eso mismo ha vuelto históricamente contingente el asunto de los linderos y el método. Ello porque el desarrollo histórico de las diferentes disciplinas científicas pareciera otorgarles autonomía de la Filosofía a cambio de postular límites definidos a partir de los cuales construirse a sí mismas. De tal modo que el Físico, por ejemplo, renuncia a estudiar la naturaleza del tiempo y el espacio, o el Biólogo renuncia a investigar qué es la vida. Y que la vuelta hacia la filosofía de todas esas disciplinas es el intento por volver sobre sus propios axiomas y someterlos a la investigación.
Esta investigación es la Metafísica. Y aquellas disciplinas que aún no salen del ámbito de estudio del Filósofo Profesional son aquellas que todavía dependen profundamente de los viejos métodos de la Metafísica: la ética/política, el lenguaje y la naturaleza del conocimiento. Y el problema del método en filosofía es justamente que éste está siempre bajo el escrutinio de aquella.


Texto

Boecio, en la celda esperando el momento de la ejecución, se conduele de su mala suerte. Entonces una bella mujer se presenta frente a él. Pretende consolarlo. Ella es la Filosofía. Primero lo hace cantar para liberar del dolor a su alma y después viene a ayudarle a contestar preguntas difíciles que lo hacen sufrir.

El resultado son las Consolaciones, una de las joyas filosóficas y literarias más extraordinarias de todos los tiempos. Ahí Boecio hace alarde de sus dotes de poeta clásico y de metafísico. Plantea y presenta una solución brillante a la cuestión de determinismo metafísico y la libertad de la voluntad humana. Todo ese esfuerzo, tal y como lo presente Boecio, es terapéutico: recuperar la paz del espíritu preparándolo para una buena muerte.

¿Para eso sirve la filosofía? ¿Para devolvernos la paz espiritual? Y ¿por qué para ello Boecio tuvo que poner a trabajar todo un complejo aparato lógico y metafísico? Es árduo el trabajo filosófico, ya se quejaría Aurelio Agustín.

A Agustín los problemas de este mundo lo alejaron progresivamente de las disquisiciones metafísicas. Y ello porque en cuanto regresó a África tuvo que hacer frente a una miriada de problemas de órden práctico. Como obispo tuvo que enfrentar desde pequeños conflictos domésticos hasta las grandes disputas entre diversos grupos de cristianos africanos que sostuvieron violentas y amargas guerras entre sí. Y para ello se sirvió de las armas aprendidas en su andar filosófico. De la pluma se sirvió para enfrentar a Arrianos y Maniqueos, enemigos doctrinales, y finalmente a los Donatistas, enemigos politicos.

¿Para eso sirve la filosofía? ¿para poner paz entre las naciones y entre los hombres? ¿Para ello fue menester toda aquella ardua preparación filosófica iniciada con preguntas sobre la naturaleza del alma y el tiempo?

¿Para qué sirve la filosofía? Si uno comienza su carrera filosófica con el célebre libro Alfa de la Metafísica de Aristóteles, tendría que contestar que no sirve para nada. Y la respuesta es fácil: dice el Estagirita que la filosofía no sirve para mejorar nuestra vida práctica como lo harían las ingenierías (bueno, él dice las ciencias como la arquitectura o la agronomía), ni tampoco nos dan placer como el teatro o la música, sino que ella fue buscada por los hombres cuando ya todos esos problemas se encontraban resueltos. Y entonces decía mi mamá –cuando yo le decía que me iba a cambiar a Ingeniería en Telecomunicaciones porque me iba a morir de hambre–: la filosofía no sirve para nada porque no es sirvienta de nadie. Ella es fin de sí misma y se le busca por ella misma.

Bueno, desde entonces y hasta hace poco tiempo esa siempre me ha parecido una visión ingenua de la filosofía. No es suficiente para justificar que el estado invierta en ella, que los impuestos del panadero, de médico y del músico vayan a parar no a más gasas y jeringas en el IMSS sino a la las bibliotecas universitarias. ¿Por qué la vocación de unos pocos, preocupados por el buen morir –como Boecio– debe ser sostenida por toda una sociedad? ¿qué gana ella?

La respuesta la da, paradójicamente, el mismo Aristóteles. Él inventa el mito de que Tales de Mileto es el padre de la Filosofía. Y la mitad de la respuesta reposa en ese mito.
Se cuenta que la sirvienta de Tales se burlaba de él porque, por andar viendo hacia las estrellas no vio el agujero que estaba frente a él y se cayó. Entonces, para demostrar que aquella burla carecía de fundamento, Tales decidió utilizar sus conocimientos astronómicos. Mediante la observación del cielo pudo predecir que ese año la cosecha de aceituna sería enorme; de tal modo que ese invierno compró todos de campos de oliva cuando ésta estaba a bajo precio; lo cual fue fácil pues nadie ofrecía más que él. Y tal como él lo predijo, la cosecha fue enorme y, siendo él quien monopolizara todos los campos, la cantidad de dinero que se agenció fue enorme, pues quien quería aceite necesitó arrendarle los campos para cosechar y moler aceitunas. Y termina Aristóteles la anécdota remarcando dos hechos: que Tales lo hizo comprendiendo la dinámica no sólo del cielo sino de los monopolios, y que lo hizo para demostrar que si el filósofo no es rico, no es por incapacidad, sino porque su fin no es ése.

Pero en estos tiempos se podría argüir que tales poderes se encuentran en la Física, la Química y la Biología, y ese tipo de ciencias "puras". De ellas dependen todas las ingenierías y, por ello, el poder que el conocimiento nos otorga. ¿Ahora a qué se dedica el Filósofo?
Antes de responder tan dificultosa cuestión, vale la pena irnos un poco hacia atrás y preguntarle a Aristóteles ¿cuál es entonces el fin del filósofo, si no es usar el conocimiento para transformar y aprovechar la realidad? En ese mismo Alfa de la Metafísica nos dice Aristóteles que todo hombre por naturaleza desea saber. Pero para ello debemos tener el estómago lleno y el alma contenta –pues no sólo de pan vive el hombre ¡sino también de alegrías!

El hombre quiere saber cómo es el mundo, para qué estamos aquí –si acaso estamos para algo– y por qué las cosas funcionan como son. Sobre todo lo último. Quizás sería más justo contestar que el hombre es ingeniero por naturaleza y que quizás ve el mundo como la maquinaria por excelencia, la más compleja de todos, donde él es una pieza y quiere saber cuál y cómo opera ahí. Se pregunta por su papel en el cosmos, en la naturaleza, en la sociedad, etc.
Saber qué es lo justo y lo injusto es saber cuáles son los principios básicos del universo humano, y ello es saber cuáles son las reglas de comportamiento de cada uno de nosotros como piezas de la maquinaria. ¿Qué tal si ocurriera que todas nuestras preguntas morales y éticas en realidad son una manera ingenieril de preguntarnos por la naturaleza de la maquinaria social? Y si acaso la respuesta fuera que no existe tal maquinaria social llamada moral, y que nada es bueno ni malo per se, entonces la siguiente pregunta es ¿cómo funciona nuestra cabeza que nos obliga a hacernos esas preguntas y a buscarles respuesta?

El hombre, ingeniero por naturaleza, quiere comprender cómo funciona la maquinaria del cosmos. Y se analiza así mismo y a su entorno para obtener respuestas; ya sea para admirar a aquella maquinaria, ya sea para imitarla, ya sea –lo más importante– para transformarla.

¿Me compran mi hipótesis? Si es así su corolario más importante es que "el saber por el saber" no es otra cosa sino el impulso primario transformador del hombre. Su innata curiosidad (el asombro que algunos profesores de la Facultad enarbolan como la madre de la filosofía –y asesina de gatos pues ¿a quién mata la curiosidad) es la que impide al hombre estarse quieto cuando ya tiene resueltas las necesidades básicas, y lo hacen ir a meterse en lo que no le importa.

Bueno, pero dejamos una pregunta pendiente ¿Por qué Filosofía y no Astronomía, la Biología, o Economía? ¿no fue la suma más bien de estas tres disciplinas las que llenaron los bolsillos de Tales y con las cuales les calló la boca a los que de "nosotros" se burlaron? Y entonces surge la espinosa y puntiaguda pregunta ¿qué es la Filosofía?
Volvamos al requetementado Estagirita. Pues resulta que el conocimiento –lo que en realidad buscamos 'por naturaleza' y según nuestro impulso ingenieril– tiene "parcelas", ámbitos distintos, que estudian quizás al mismo objeto pero visto desde puntos de vista diferentes. Y entonces la aceituna puede estudiarse como cuerpo que cae hacia la tierra o que, al ser proyectado, describe una trayectoria parabólica, y a eso se dedica la mecánica. O puede ser estudiada como el fruto de la oliva y según sus funciones ecológicas, y entonces la vemos desde el punto de vista de la Biología y la botánica. O según la función económica que cumple al ser exprimida y llenar de aceite las lámparas de Aurelio Agustín mientras pasa la noche devanándose los sesos al preguntase sobre el tiempo.

Todas éstas son piezas distintas de la realidad y cada una posee su propio funcionamiento. Pero en algún punto se han de poder unir ¿no? pues ¿acaso no describen lo mismo? ¿la realidad? ¿Y acaso ésta sólo tiene su unión en la mirada del que las estudia? ¿No son todas, en algún grado, piezas de una maquinaria más grande? ¿la máquina que explicaría eso que investigamos; la realidad? Bueno, pues aquella pieza capaz de organizarlas a todas es lo que Aristóteles llamó Filosofía Primera y que nosotros, por una serie contingente de hechos filológicos, llamamos Metafísica.

En la Ilustración –y quizás un poco antes o después– quedó claro que aquella maquinaria era demasiado compleja como para tratar de armarla antes de encontrar pieza por pieza. Así que, una vez que cada una de aquellas disciplinas pusieron entre paréntesis a la "metafísica" despegaron y se fortalecieron tremendamente. La primera de todas, la Física... luego la Química. Luego la Biología. Luego, de pronto, todas comenzaron a atarse a partir de la Física... pero ¿y la Metafísica? ¿dónde quedó? Kant, en 1787 trató de hacer despegar a la Metafísica del mismo modo en que Newton lo había hecho con la Física –seamos humildes: con la mecánica–
Bueno, la historia es conocida: la mecánica no sólo despegó, sino que poco a poco las demás disciplinas de la física fueron encontrando su lugar e independencia, y se subieron al que Kant llamó "el camino seguro de la ciencia". Pero a la Metafísica le ha ido muy mal. Peor le ha ido con la rama "humana": la ética, la política, la psicología. Aquellas tres hijas que creía tener siempre bajo su dominio parece que comenzaron a independizarse también ¿no? pues apareció la Economía, la Sociología, e incluso términos como Moral y Ética parecieron volverse relativos y subjetivos. Y el último golpe advino cuando la psicología comenzó a hacer migas con la fisiología y la estadística.

La Metafísica, como Hécuba, quedó humillada después de haber sido la Reina de todas las ciencias (dijo Kant en 1781 y sus palabras quedan reafirmadas en este siglo XXI). Y puesto que cada una de las parcelas de la realidad parecen haberse independizado de la maquinaria mayor, ¿qué papel le queda entonces al Filósofo? Sí, ése que ya no es ni Físico, ni Politólogo, ni Psicólogo? ¿A qué se dedica la Filosofía si su única disciplina, la Metafísica, parece ahora tan 'inútil' para satisfacer la primaria necesidad de conocimiento y transformación en el hombre?

Pero con todo, aún hay Facultades y Universidades donde se enseña la Filosofía. Y en cada una de ellas hay una división de Metafísica. ¿Qué se enseña ahí? ¿por qué en algunos países parte del presupuesto nacional termina en los bolsillos de metafísicos y en pizarrones para que den clase?

El Filósofo posee muy pocas herramientas ahora: la argumentación y la capacidad de análisis. Tiene en su poder todavía una parcela de la realidad que se niega a ser analizada por otras parcelas –aunque no del todo, pues ahí está la lingüística–: el lenguaje. Y es que el lenguaje es aquello que une y que es común a todo ámbito de la realidad en cuanto estudiado por el hombre. Es la herramienta por excelencia. Para comprender la realidad y para transformarla.

Así que cuando al Físico le da saudade por la Metafísica, es decir, por lograr unir su disciplina y su propia parcela con toda la realidad, comienza por regresar al estudio del lenguaje y los discursos sobre y bajo los cuales se ha sido construida la física. Lo mismo ocurre cuando pone bajo tela de juicio el mágico poder de las matemáticas ¿qué son? ¿por qué funcionan para operar la realidad? ¿son sólo un lenguaje o poseen algo más de realidad? Y ahí lo tienen haciendo filosofía de la Ciencia y de las Matemáticas... y metafísica. Y el psicólogo ¿cómo une el poder transformador del lenguaje con la conciencia y la materia gris del cerebro? Y ahí están, todos, echando de nuevo pequeños anzuelos al terreno de la metafísica, tratando den encontrar el cómo su parcela del mundo conecta con la maquinaria entera del mundo.

¿Y cuál es el sentido de la vida? ¿hay justicia e injusticia detrás de los movimientos políticos y económicos del mundo meramente humano? Si no hay manera de justificar la esclavitud ¿se puede justificar el usar a otras criaturas no humanas como medio para nuestra subsistencia? Y ¿en realidad puede hacerse anatema de la esclavitud? ¿los hombres tenemos derechos inalienables? ¿y en qué fundamento reposa esa certeza con la que nos educaron? ¿nos duele la injusticia porque es algo 'malo' de por sí, o porque así nos acostumbraron?

Todas esas preguntas tienen que hacerse también, pues de ellas depende saber cómo ha de funcionar la maquinaria de la cual, como individuos y hombres, somos piezas. Y si la respuesta fuera simplemente que esa maquinaria carece de fundamentos, y que por naturaleza el hombre es lobo del hombre, habrá que asumirla totalmente para entonces averiguar cómo evitar ser tragados por tal jauría –si acaso nuestro impulso es sobrevivirla.

¿Qué es la Filosofía? El amor por la sabiduría. Y Aristóteles no hizo mal al parar ahí la pregunta: los hombres por naturaleza la deseamos, así estamos hechos y preguntar más allá no tiene sentido: así somos y ya (por más paradójico que esto resulte). Mi interpretación de la sentencia aristotélica es que, en realidad, los hombres somos ingenieros por naturaleza, y que el modo más eficiente para desarrollar esa naturaleza es la Filosofía. Y quienes estudiamos una carrera llamada "Filosofía" (y a los que nos dan una cédula que hay que pedirle a la SEP) lo que hacemos es tratar, todavía, de unir todas las parcelas del conocimiento, o de menos, seguir construyendo herramientas y más herramientas para ello.

No en balde, el mayor filósofo del siglo XX fue ingeniero.

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