04 octubre 2011

Maletas

Chisme. Esa cosa espantosa cuando deja de ser bocado de deleite entre quienes lo profieren y se transforma en brea de quien lo padece.

He de tomar mis cosas y salir del castillo donde, ingenuamente creí, podría volverme princesa. Pero no, mi plumaje no es de esos, y la brea a inutilizado las alas. Es mi responsabilidad y lo asumo. Pero no por ello deja de doler. Tanto duele.

¿Matar a esponjita? ¿A ella he de culpar por toda esta historia? No, ella no tiene la culpa. Ella es la ventana de paloma, y la ingenua y tonta de paloma es transparente. Paloma no cerrará su ventana. ¿Qué hacer entonces? Las maletas. Extirpemos a la paloma de carne y hueso y dejemos en su lugar a esponjita. Porque esponjita no siente el sablazo y no sangra (porque es virtual). Paloma sí. Y por eso mejor se va.

Ser prudente y callar. No, eso no es esponjita. Mejor que calle paloma. Ella callará. Y se irá muy lejos, callando, callando. Y haciendo galimatías de Neruda, no hay mejor modo de callar que con la ausencia.

Callando, callando, paloma hace las maletas y se retira del castillo. Deja ahí a su príncipe azul. Mejor habré de tratar de llegar a los lugares fríos, con los propios méritos. Y si mis méritos no alcanzan para nada, pues a nada habré de irme. Con mis propios recursos, solamente.

Callando, callando, que si lo único amable en mi es este tonto blog, sea salvado. Lo quiero yo, y con eso me basta.

Esponjitas muy tristes, con el corazón partido.

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