23 diciembre 2011

De vísperas y avisperos

Escribo y todo va bien mientras las palabras están en la boca. Las mastico y momento: quince masquidos con las muelas derechas, quince con las izquierdas (entonces recuerdo que ya tengo que sacar cita con el dentista por aquello de la muela del juicio chueca, cuya única labor en mi boca es llenarse de caries).
Masco y masco. Morder no fue tan difícil: los incisivos hicieron bien su labor. El sabor se pasea entre paladar y lengua y, finalmente baja por la glotis, garganta, evitan pasar por la tráquea y encuentran el camino correcto hacia el esófago.
Pero la cosa se pone mal ahí. No pueden entrar al estómago. Las palabras se hacen bolas y de pronto siento una pelota de tenis en la boca del estómago.

Así llevo varios textos... una, dos, y con suerte tres cuartillas. Y de pronto siento ahí la pelota de tenis en la mera boca del estómago. No... no puedo digerirlas.

Estos son los alimentos que no he podido tragar:

1.- Que de qué se trata el asunto de la intencionalidad y qué tiene que ver con las dificultosas percepciones accidentales. Que si al tocar una olla caliente una cosa es sentir el calor en la mano (¡quema, quema!) y otra 'percibir' que "la olla está caliente". La 'sensación' es la misma, la información asaz diferente. Ocurre, sin embargo, que uno jamás 'siente' rojo del mismo modo en que 'siente' caliente. 'Rojo' va siempre con "manzana roja". La proposición aristotélica de "eso blanco es el hijo de Diares" lleva el "eso" metido ahí, haciendo ruido. Es más: Aristóteles no lo formula así como "eso blanco". El lenguaje nos hace trampas. "Vemos" la "hijidad de Diares", "vemos" dulce... y no parece haber inferencia ahí.

2.- Que si "síntesis" entre Averroes y Avicena es lo que hace Alberto. Que qué significa síntesis. Que no está mezclando dos teorías. ¡Eso no se puede! Eso fue lo que creyeron aquellos primeros lectores de Alberto que desesperaron, que mezclaba. Pero no mezcla nada: hace una "síntesis". ¿Al modo hegeliano, de superación? No, no... que así no se puede, de eso no se trata. Hay un desplazamiento al tratar de volver a hacer una teoría con elementos anteriores. No hay continuidad. La prueba: el término "intentio" tiene una semántica dudosa y fea. Para Alberto la "intentio" es signo, es "species". Pero ¿eso era para Avicena y Averroes? Con Averroes es fácil: donde Aristóteles dice "lógos" aparece por todos lados "intentio/ma'na". Lo que abarca, en Averroes el campo semántico de "intentio" es ligeramente diferente que en Avicena: toda impresión de carácter cognitivo en el alma. ¿Cuál es la diferencia? De pronto Avicena mete la espantosa oposición "Formae/Intentiones". Recuerden que en esa oposición las segundas llevan apellido: "non-sensatas". Hay unas sí-sentidas. Pero en Alberto, de nuevo, el campo semántico cambia (ejem... ¿ya probaste que en Averroes y Avicena son diferentes?): para Alberto las intentiones existen fuera del alma. Y además todas tienen apellido: las que están fuera del alma y que son "pedazos": figuras y colores. Las que están ya constituídas en el alma gracias a las "tools": los sensibilia communia. Las que son producto de la composición y división de la Fantasía. Y esas últimas son las que ocupan el lugar de las "non-sensatas" de Avicena. Pero son intrínsecamente diferentes. Las del persa son propiedades, mientras que las de Alberto son contenidos proposicionales. Y gracias a la solución del obispo de Colonia se explica el misterioso "non-sensatas" de Avicena. Aquí no fue el campo semántico el que cambió, sino toda la teoría... cambió para dar sentido a las mismas palabras... ¿Cómo explicar eso?


¿Cómo acabar esto antes de la víspera?

La Víspera...

Las vísperas me suenan a avispero. Avispero es el que tengo en la boca del estómago. Todo por no masticar bien los textos...

Sponge in progress

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