20 diciembre 2011

Las cuitas de la no tan joven esponja

No es que no pudiera caminar. O que tuviera algún impedimento externo. Era simplemente que, como se queja el quejumbroso Werther, al alcanzar los hermosos cerros azules, siempre encontraba las mismas piedras, las mismas yerbas, los mismos helechos del borde del camino. No había nada más maravilloso.
Pero su imaginación, últimamente se iba pareciendo cada vez más a los bordes del camino. Cuantimás por su falta de experiencias. Solía imaginar sus fantasías e incluso las escenas de sus cuentos sobre fondos absolutamente negros, como teatros minimalistas. Y últimamente se relacionaba con tan poca gente, que sus personajes se volvían variaciones sobre el mismo tema-hombre-persona-compañero o profesor. Y de menos cuando la gente era alejada y ajena era más fácil imaginar sobre ellos. Pero sobre los amigos no se puede hacer eso, ni sobre los parientes, ni sobre los profesores cuando ya son viejos conocidos. Entre más se conoce a alguien menos fantasías se pueden armar en la cabeza.

Estaba seca.

La cabeza estaba seca. Y sería la edad o la hormona, pero la literatura ya nada más le provocaba ganas de salir. Ya no se trataba de entrar a los libros sino de salir al mundo. ¡Sí, sí! El Palacio de Bellas Artes debería ser suficiente para imaginar diez mil cuentos. Pero ya se habían agotado todos. Ya se había llegado a ese momento en el cual todo era tan familiar que la imaginación andaba papaloteando en tonterías repetitivas y sosas. Estaba aburrida.

Si tan sólo el mundo real no fuera tan espantoso.

Pero abundaba en espanto.

Le gustaría entrar a los libros. Ir y platicar con los personajes. Que la invitaran a sus aventuras. Pero por más intenso que sea un libro, no huele a fermonas ni se pone colorado, ni le dice a una cosas como para que se calienten las mejillas. Sin mundo de afuera, adentro todo se va secando. Así de fácil. Y no vale leer a Pessoa. Los libros son mapas de la vida, no vidas. Los libros son espejos. Y los espejos reflejan sólo la luz. No tienen volúmenes ni olores, ni la temperatura de una mano temblorosa.

Y uno está a punto de invocar a Mefistófeles, quizás sólo por la emoción de sentir el calorcito de las llamas infernales de las que nos protege el pentágono. Y luego ¿qué tal si uno yerra y dibuja otra figura? Acaso un heptágono regular y perfecto, imposible pero pensable cual objeto de Meinong...

No vaya a ser que leer alemanes esté causando estragos. No vaya a ser que leerlos en castellano sea la causa de la tragedia. No vaya a ser que...

Esponja

2 comentarios:

Felicidad Batista dijo...

Esponjita aunque ahora andas en manos de Goethe y sus criaturas, os interrumpo siquiera por unos instantes, para desearle una Feliz Navidad y un año 2012 plagado de posibilidades, opciones, viajes interiores o al Rhin,o a Dresde. Quién sabe si por allí nos encontraremos.
Un navideño abrazo

Esponjita dijo...

:)
Ojalá nos encontremos.
Un gran abrazo...