Afuera, pasa la vida y uno por andar viendo adentro y hacia atrás se va transformando poco a poco en Cloruro de Sodio.
Pero hay que bajar. Hiede. Hay un cadaver que hiede. La putrefacción se va alzando como enredadera por las paredes y está a punto de resquebrajar toda la estructura. Hay que bajar hasta lo más hondo de la caverna y sacarlo. Matarlo, golpear su cráneo contra los muros hasta que estallen los sesos por todo el cuarto; sacarle los ojos, arrancárselos con dedos y uñas, reventarlos en la palma de la mano; jalarle la lengua con todas las fuerzas mientras detienes la cabeza pisando con las orejas con los pies.
¡¡Que se muera!! ¡¡Que no quede nada!! ¡¡Quemar los despojos, la piel arrancada a dentelladas!! ¡¡que no quede nada!! ¡¡Que desaparezca!! ¡¡Que se muera de una buena vez!!
Hiere...
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