Les voy a explicar cómo funciona esto.
Uno es de esas personas que dan muchos consejos. Agarra al pobre amigo, lo analiza con sus super poderes analíticos y lo deja desbaratado (aunque a veces uno es injusto). Un día descubre que tanto con su situación emocional como con su propia tesis tiene que hacer lo mismo que con sus amigos. Con la tesis, la agarra y la lee como si fuera de un alumno o un amigo. Uno quiere al amigo y al alumno y los lee sin piedad pero con cariño. Y luego le ofrece soluciones. Así debe uno leer su tesis, su problema con la tesis, y ofrecerse soluciones.
Lo mismo pasa con la cuestión emocional. Uno debe escucharse frente a un espejo. Luego analizarse sin piedad. Decirse cosa como: no es que de veras te angustie todo eso que te angustia, es nada más un pretexto para sacarle la vuelta a tu único pánico en la vida, que es la tesis. Y tanto miedo tienes, que eres capaz de inventar tragediones, provocarte una herida para tener que estarte rasque y rasque, y ese rascar, que te hace llorar, te provee de las lágrimas que tanto placer te provocan. Ya lo dijo Aurelio Agustín: sólo encuentras, a tu miedo, consuelo en el dulce placer de las lágrimas. Y te dices esas cosas sin piedad. Y como ya estás más fuerte, pos te controlas... lo más que puedas. Y si caes, pues te levantas. Y te aguantas, que esa pinche tesis tiene que salir YA, porque eres lista y sabes cómo resolverlo, y nada más tienes que cerrar los ojos y aventarte. Así de fácil.
Así, así funciona. Hacerse responsable de uno mismo es eso: no va venir Daniel a escribirte la carta oficial, ni una hada mágica a hacerte los trámites frente al CONACyT, ni mamá a pagar la renta para que puedas seguir viviendo solita con tus gatos, ni la veterinaria va a curar a Chupacabras mágicamente. Ni el griego se va a traducir solo, ni Averroes se te va a aparecer en sueños para explicarte. Hay un lugar, un pequeñísimo lugar donde estás absolutamente sola. Lo que tienes que resolver es francamente muy poco: sólo eso. Ahí está tu Demiurgo y tus amigos y tu mamá: para lo que pueden estar. Pero tú tienes que resolver eso que sólo tu puedes resolver.
Cuando mi abuelita tenía 16 años se embarazó de mi Tía Malena. Cuando acababa de nacer mi tía, la tía de mi abuelita, con quien vivía, la corrió de la casa. Y mi abuelita contaba que sintió cómo salía al mundo caminando sobre una tablita, toda enclencle y que se tambaleaba, y al rededor estaba lleno de espinas. Que pensó: me voy a morir. Y luego decía: pero ¡mírame! no me morí. Y cuando uno se iba a quejar de cualquier cosa, ella decía: ¡pero yo fui huérfana! Y ante ese argumento, se callaba todo mundo. Era el ad horfanatum.
Bueno. Vale pues. A hacer lo que hay que hacer. Que un buen don es la capacidad de no engañarse. Y aunque duela un chingo, pos hay que aprovecharlo. ¡Total!
Lo peor que puede pasarte es morirte, decía mi abuelita. Y pos sí.
1 comentario:
Bueno pues algún día vas a decir, como decía don Raymundo: "Hombre, que caray, mi papá tiene razón"
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