29 agosto 2012

Negro



No me saludó. No se despidió de mi. Pero antes de poder hacer un remolino emocional el peso de la realidad me cayó encima. 

Chupacabras tiene cáncer y ya está muy mal. Antes de poder sentarme y pensar en lo bien que se veía de negro, veo a mi gata vomitando porque ya no puede hacer del baño. Y son las doce de la noche y no puedo llevarla al veterinario. Y no puedo postergar su último día, cuya decisión cabe en mí, y que sé que, postergarla, es provocarle dolor. Y la postergo porque me provoca dolor. Dolor. Dolor.

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Aquello es una comezón, le decía al novio de mi nueva amiga. Uno obtiene un montón de placer de rascarse aunque se arañe y se haga daño. Alguien "racional" no entiende que aquello es tan incontrolable como golpearse el dedo chiquito del pie. O bueno: con lo del dedo del pie uno no puede hacer, en ese momento, nada más que aguantarse el dolor y la frustración. La finalidad del autocontrol es tener los huevos para, ante un ataque de 'comezón' espiritual, aguantársela con la misma entereza. 

Es lo que los "racionales" no comprenden. Pero cuando lo comprenden, aprenden que sólo pueden dar comprensión ante el esfuerzo titánico que es no seguir rascándose. Comprensión: la única ayuda posible. Lo demás queda en uno. En uno. 

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Estoy oyendo la Obertura 1812. La alegría y las campanas de la victoria rusa sobre las tropas francesas. Nuestro 5 de mayo no es nada comparado con Tchaikovsky y la Catedral de Cristo Salvador. Y a pesar de Stalin se yergue, de nuevo, la Catedral. Y contra Tchaikovsky nada pudo hacer. Y quiero llenarme la linfa de pneuma victorioso: que este duro invierno destierre al enemigo.

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No se despidió de mi. Iba vestido de impoluto negro. Nunca podré arrancarle los botones a esa camisa. Verlo, ir a verlo, es sólo aumentar una comezón que, a estas alturas, ya sólo provoca llagas. Ir a verlo, ir a verlo, ir a verlo. Tantas pasiones que despierta, que desata, que alebresta. Nuevas y añejas. Novísimas y antiguas. 

(*se oyen los cañones, se oyen las campanas, se oye la Marsellesa*)

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Iba a renunciar al trabajo. A un trabajo que me cayó del cielo. Que no es pesado ni física ni espiritualmente, que me da tranquilidad económica y me está enderezando el espíritu. Duele, sí, como el primer día de los brackets, de los zapatos ortopédicos. Pero ¿sabes? aquí sólo la paciencia funciona. Los huevos. Huevos. Ovarios. 

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Llevo años alimentándole el ego. ¿Por qué el mío se da cuenta de eso? Es que ¿acaso le importa? ¿le está comenzando a importar? Quizás sí, pero no puedo darme permiso de ello. Su amor y generosidad conmigo siempre ha sido dulce e inmensa. Cuando de veras no me importaba acariciarle el ego con todo mi amor, el jamás abusó de ello. Me quiso y me protegió. Y yo lo único que quería era arrancarle los botones a esa camisa. Esa camisa negra. Camisa negra. Famongomadán. 

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Mi gata sufre. Mi mente busca ramas para alejarse de la tesis. (*suena la Marsellesa*). No puedo dejar el trabajo. Tengo que CORTAR la tesis. Ahora entiendo tan bien es de "las tesis no se acaban, se abandonan". Mi tesis sufre. Tengo que tomar la decisión. Postergarla es provocarle dolor. 

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No seas tan hermoso, por el amor de dios. No seas tan bellísimo. No andes con tu andar de gacela, no hables con tu voz modulada, no muevas así tus elásticas manos. Demiurgo, motor inmóvil que mueve las entrañas del mundo. 

Sé que soy una de tantas enamoradas. Una de un mosquerío que pulula al rededor de la fruta madura. No soy más original ni lo hago con más intensidad que cualquiera. No soy Tchaikovsky ni te puedo construir la Catedral de Cristo Salvador. Una Catedral entera valdría poderte arrancar los botones de la camisa negra. 

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"...der Widerschein spielte in den braunen, von einzelnen grünen Funken durchwärmten Augen..."

Él es lo sublime. A él es la Catedral de Cristo Salvador y la Obertura 1812

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Te quiero...

Me encontré esta imagen de un libro que sí existe.
No mamen: tenía que ponerla en este blog...
¡JA!


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