29 agosto 2012

En estos días...

Decir que las cosas son como son y no como deben ser lleva implícita una deontología de todas maneras. Dicho en otras palabras: declarar eso es simplemente decir que las reglas y las leyes están en un lugar diferente al que creíamos, no que ellas no existan. Alcanzar la ataraxia espiritual implica aceptar que su legislación nos es inaccesible y está más allá de nuestra corta episteme moral. 

Llegar y decir que chingue su madre el guapísimo tipo de la camisa negra porque no me hace caso del modo en que quiero que me haga caso, eran nomás ganas de desquitarme por la enorme frustración que traía ayer. El día de hoy lo planee para llevar a Chupacabras al veterinario y que la eutanasiaran. Pero, casi como adivinando que lo iba a hacer ¡se salió del departamento! Así que no lo hice. Si tiene fuerzas para proteger su vida, y si en la noche llego con una lata de Whiskas y se la come con enorme placer, entonces no lo haré todavía. Que se acabe a gusto su lata. Luego la limpiaré con toallitas de bebé, y le cantaré canciones. Ayer nada más estaba estreñida. Ya me dijeron los veterinarios que la van a evaluar. 

Sigo leyendo el Commentarium Magnum de Anima de Averroes. Por las prisas sólo había leído con cuidado los capítulos que supuse traerían lo que me interesaba. Falta de sistematicidad, la mía. Ahora voy sin saltarme nada. Digo, cuando entra en el rollo metafísico del hilemorfismo no me tardo mucho tratando de entenderle. Pero luego dice cosas importantes, y al menos ya armé un argumento que, la primera vez, tenía incompleto. También leí en asunto del olor: ahí, para mi gran sorpresa, es el primer lugar donde aparece explícito el asunto de dos modos de ser, ser espiritual y ser corporal. Y, gracioso, lo menciona para explicar cómo le hace el olor para recorrer grandes distancias sin apelar a una teoría estoica de la mixtura (esa de la gotita que se rarifica infinitamente para alcanzar toda distancia posible). 
Recuerden (o yo debo hacerlo) que leo a Averroes para encontrar qué sacó de ahí Alberto. Y las cosas van bien. 

Pues obviamente el trabajo no lo voy a dejar. ¿El inglés? Ya me dijo mi mamá que no sea idiota. El inglés no. Que al gimnasio puedo ir dos o tres veces a la semana, dice Ely. Y aunque me apendejé el martes, el griego está comenzando a funcionar de nuevo. Uno no puede pasar la vida con Alberto sin haber leído la Metafísica. No lo voy a dejar tampoco. Y como diría Don Demiurgo, se trata de saberse organizar. Así, pues, si he podido aprender a administrar el dinero, eso voy haciendo con el tiempo. 

¿Y las ganas? ¿esas cómo se pueden administrar? No sé. Quizás haciendo poesía y cuentos para mi muy amado Valerio. ¿Qué, si no puedo desabotonarle algún día esa camisa? Su cariño, como es, me basta y sobra.

Y si ya hasta me cae bien la esposa del Danilo, ¿qué más puedo pedir? Y sigo construyendo el ala oeste de mi Catedral. Es para Alberto, pero siempre voy pensando en el caballero de los ojos castaños animados por algunas chispas verdes. Su cariño, como la gotita de vino en el mar, no se agota.  

*Somos polvo ... de estrellas. Y a ellas hemos de volver. Humildad estelar, deberían llamarle.* 

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