14 agosto 2012

Palabras que tendré que decir antes de morirme







Te quiero
[ponga aquí el nombre del innombrable]
(pista: vaya a la etiqueta del post)
(aclaración: no, su nombre verdadero no es ese)
(pero no lo voy a escribir, porque éstas son palabras que se dicen)
(se fonean)
(se imprimen en la materia sensible que es el aire)
(y encuentran su disolución en su corazón de fuego)
(y, como granitos de azúcar, se hacen caramelo)
(y yo bajo el circuito como monito elástico)
(y voy dejando un caminito pegajoso detrás de mi)
(y voy, amarga y dulce, como el caramelo)
(y siempre soy poca cosa, y nada frente a él)
([para mí soy eso. Él sólo dice "¡Ay Paloma!")
(y yo me voy repitiendo "¡Ay mi!"])
Te quiero




ni que fuera para tanto







***

Y sí, así fue. 
Para tanto.

¡¿Quién me creo yo?! ¡¿Quién para atraer la atención (intentio, dice Agustín intentio) de los enormes ojos y su sonrisa.?

me querías por valiente. Y ahora soy un saco de autocomplaciente cobardía

Voy arrastrando mi ser de caramelo por todo el circuito. Te veo pasar. Una, dos, tres veces. Te despido con la mano. Y voy pensando ahora en mi. Pienso en que te quiero. Sí, sí, te quiero en otro sentidos también (quizás sin esa otra querencia esta historia sería menos tortuosa, aunque menos apasionada). Y voy como el Franz de Kundera pensando en mi Sabina ideal. ¿Eres tú? Voy pensando: "ahora cree que soy una cobarde. Que me he vencido. Que no era lo que él esperaba. ¿Dónde me dejé? ¿Dónde? ¿Por qué ahora me doy permiso de sucumbir ante mi miedo? ¡Yo te tenía miedo! ¡Pánico! Veía a un tipo flaco de traje y me daba la impresión de que eras tú. Entonces un rayo atravesaba mi espinazo hasta que razonaba que tú no tenías nada que andar haciendo en una tiendita de la Portales. Pero me dabas rabia. Entonces me complacía en ganarte las discusiones. Pero eso jamás te humillaba, al contrario: eres buen espadachín, grandioso deportista del entendimiento. Y además te admiraba infinitamente (y en presente y en futuro). Y entonces te deseaba (y en presente y en futuro y en eres perfecto). Pero ahora, además, te quiero. 

La perfectamente esférica lágrima te refleja. No hallo el corazón. Voy y busco aguja e hilo, y de las tripas me hago uno (aunque en eso de ser paradigma no estás sólo. Mi Sabina no eres tú –y por eso puedo amarte– sino el otro caballero, al que le debo una tesis, y en quien procuro no pensar porque sólo oigo cómo piensa "¡Ay Paloma, cómo me has decepcionado!" 

Me voy bajando el circuito pensando en cómo dijiste "¡Ay Paloma!" Y me voy repitiendo "¡Ay mi!". Y sigo haciendo de tripas corazón... caballero invencible.





No hay comentarios.: