04 septiembre 2012

Contra la obsesión, valemadrina...

¡Quiero escribir alguna cosa absolutamente cachonda, pero estoy muy cansada!

¡Buaaaa!

No. En realidad desde hace mucho rato más bien traía la idea de escribir sobre cómo funciona la obsesión... esa cosa que nos pasa a algunas personas cuando un pensamiento jode, y jode, y jode y así. Y mientras iba en el metrobús del trabajo al IIFs, caí en la cuenta de cómo plantear el asunto. 

Hace poco aprendí que hay un antidepresivo que quita los pensamiento obsesivos. De hecho eso me sorprendió bastante cuando me los tomaba (pero ya recordarán que no duré ni 15 días tomando el famoso Epicureín (Eudaimonina compuesta) por... ya ni me acuerdo por qué). El caso es que ¡sí funciona! La mente se sale de ese círculo que, a la vez, provoca un hondo placer pero también una angustia horrorosa. 

Estos últimos meses, empero, descubrí algunas técnicas que funcionan. Lo primero es saber que, con pura voluntad, no alcanza para salirse del círculo. Los pensamientos obsesivos caen como granizos que nos golpean. No nos dejan concentrarnos. Ciertamente, basta un tremendo golpe a la atención para que lo consigamos. Por eso la primer consejo es: si es posible, póngase a ver una película. De chillar o de reír mucho. Sí, es una técnica evasiva, pero lo urgente es zafarse del golpeteo. 

Lo segundo es aceptar que no nos los vamos a poder sacar de encima. Entonces hay que hacer uso de nuestra facultad racional (insisto: no volitiva). Hay que razonar que, por estar pensando en ese asunto, no se va a resolver el problema... ¡sí, sí! ¡vamos a seguir pensando en el problema! lo que tenemos, en todo caso que poner a funcionar, es la hormona valemadrina: ¡pos total! ¡sí! ¡fulano está enojado! ¿y? ¡pos ni modo!. Y el pensamiento volverá como una especie de urgencia que nos tensa... ¡lo saben bien, compañeros obsesivos! volverá como un pendiente que tenemos que resolver. Siguiente ataque. ¿Cómo resolverlo? ¡vale madres! ¡no es mi problema! Y de nuevo se va el pensamiento. Regresa: ¡ay! ¡pues ya se va a resolver! Algún marciano vendrá y resolverá el asunto... y así hasta que pase el ataque. 

Sirve bien si uno es un obsesivo tarado que piensa en el chico guapo y cómo la regó uno, o si uno va tarde a presentar un examen. Mi mamá lo plantea en estos términos: "Ya no es mi bronca, es bronca de Dios. Yo ya hice todo lo que podía hacer. Ahora el resultado depende totalmente de él". Y es que así es, digo, crean o no en Dios: mientras van en el taxi, atorados en el congestionamiento, sabiendo que van a llegar tarde y no los dejarán presentar en el examen... ¿qué pueden hacer? Todo depende de Dios, la Fortuna o el Azar. No depende de ustedes. 

El objetivo, pues, no es controlar el ataque como cuando se aguantan de no comer o de mirarle las tetas a las alumnas (ejem... pienso en mucha gente, nadie se ponga el saco...). Es quitarle el peso a la angustia y andar ligeros, more Milán Kundera. Así poco a poco los granizos que nos atormentan se harán gotitas de lluvia. 

En pocas palabras: hay que guardar esas energías del ataque obsesivo para cuando SÍ podemos arreglar las cosas: mientras estudiamos, mientras trabajamos, mientras la tensión nos mantiene concentrados. Pero cuando la tensión misma nos impide avanzar, hay que aplica la hormona valemadrina... 

Y, de preferencia, tómense sus pastillitas de Eudaimonina. Pero si no pueden, aquí están mis ejercicios espirituales. Ojalá les aprovechen, queridos míos. 

***

Me retiro porque tengo que seguir con Averroes y terminar ya en chinga este asunto. Lo del inglés se salvó. Me dieron la cuenta de cierto restorán de comida spaghettosa, lo que es buena noticia. Y recuperé la sonrisa más amada por mi. Así que, a chambear, gentes... :)

Buena semana mos de el Dio, alegres y sanos...




Te quiero, lector más amado...

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