03 septiembre 2012

Veneno para las brujas.



Y que me suelto el pelo.
Claro, primero hube de cortármelo.
Ni tan tan, ni muy muy...

Mucho pelo para dejármelo al ras. Poco y esponjoso para que siguiera su camino hacia las caderas. Tenía que haber un solución a mi predicamento. Y dejarlo secarse a la libre y que sus incipientes rulos fuesen libres. El resultado fue ruloso y esponjoso. Y abandonar la línea en medio de la cabeza. Una falsa búsqueda de término medio mezclada con arquetipo platónico. Hay equilibrios en los lados, no sólo en el centro. Raya a un lado, pues (la idea fue del peluquero que, así, halló una manera económica y poco química de ocultar las canas). 

Las brujas somos presa de la economía de las farmacéuticas que industrializaron los menjurjes para el cabello. ¡Tan fácil sería ponerse aceite! Pero una que es bruja wannabe y capitalista, va al super y se compra Shampoo enrulecedor, ¡para tí, bruja, que quieres sedosa cauda de hada con brillantina integrada! Mal hadada bruja, mal hadada. Para tí bruja, que quieres oler a finos linimentos y te ha hartado la peste a burbujeante cazo viejo. Bruja wannabe que compra perfumitos de princesa virginal, y desodorante que oculte el patchulí ansioso por traerse a casa presa jugosa y joven... y el miado de gato. 

¿A qué huelen las princesas virginales que atraen los olfatos masculinos? Seguramente el olor a talquito habla más de los hábitos higiénicos de las hadas que de todas sus ganas juntas. Pero hubo de buscar perfumito para bruja activa. Volar en escoba produce una fuerte transpiración. El rostro de horror del joven caZado (con Z, por favor) es producto, quizás, de la peste a sudor citadino lleno de cigarro y smog, y no de verse en el predicamento de saberse alimento de bruja hambrienta. Vamos, pues, disfracemos el hambre con perfumitos de dama y señorita, a veinte se lo dejo, señorita, a veinte, güerita... ¿cuánto trae?

Va la bruja y, con el cabello recortado y los menjurjes olorosos, se le pare enfrente al objeto de la caza. Para sorpresa de la bruja, al caballero no le para la boca y la mirada no se le despega. Es hora de irse, de despedirse de los ojos esmeraldinos. Quisiera decirle la bruja que la barba crecida no es un signo de descuido, sino de testosterona (eso lo aprendió la bruja, no sólo de sus ganas, sino de los catálogos de productos de belleza). Algún día se atreverá a pasarle la palma por las mejillas rosadas. Algún día bruja... 

Coge la escoba y se va a casa. Al llegar, cansada y sudorosa comprueba, con regocijo en el monedero, que el menjurje antitranspiratorio ha funcionado...


¡Por el amor de dios! ¡mi pobre cabello, con dificultad, supera la prueba de "escobeta vieja", y me la paso rodeada de pesados y viejos tomos en latín! ¡Bruja! ¡eso soy! ¡bruja! He salido a cazar. Todavía no estoy segura de esta vocación brujil. Ya veremos cómo nos va. Mientras tanto, sigo con las narices metidas en mis viejos tomos en latín... y griego. Soy la versión femenina de Fausto y ya no sé si busco al diablo o a Margarita... Margarita...

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