11 diciembre 2012

De la navidad y los ateos

Las navidades consistían en el siguiente rito: poner el árbolito de plástico, no tanto por la cuestión económica o ecologista, sino porque nos encariñábamos con el arbolito y se nos hacía una ingratitud monumental irlo a tirar a la basura. Quizás eso denotaba algún carácter neurótico intrafamiliar: en alguna etapa de nuestras vidas, cuando la angustia era mucha, mi mamá dejó el arbolito hasta mediados de junio: nos reconfortaba el corazón, y todos estuvimos de acuerdo. 

Y poner el nacimiento. Y dirán ustedes ¿por qué poner un nacimiento en una familia declaradamente atea? Nosotros no éramos tan ateos, nos limitábamos a ser agnósticos. Pero los primos R. O. ellos sí eran ateotes y, sin embargo, con mucho amor iban a buscar el heno y el musgo, y ponían un enorme nacimiento en el patio de su casa. 

Y, para colmo: nuestros "ateísmos" (de mi mamá, mi tía y mi tío) eran reacción no al catolicismo, sino al protestantismo de la iglesia Bautista. Y, sin embargo, mi abuelita, mis tíos y mi mamá, buscaban con anticipación de semanas el heno y el musgo, y desempolvaban los primorosos nacimientos de barro, sus muchos animalitos, los espejos que harían las veces de lagos, y la estrellita de Belén, que colgaría de un alfiler de la pared. Y ponían al "niño Dios" desde la primera instalación del nacimiento porque, al no ser católicos, no teníamos que esperarnos a que "naciera". 

A veces nos juntábamos. Y entonces mi familia, dispersa y de unidades pequeñitas, se arrejuntaba para tener la sensación de "chorcha" y hacíamos tamales, buñuelos, ponche y esas cosas que se comen en el norte del país (es de romeritos en mole con camarones, y pescado a la vizcaína para navidad es barbarismo chilango). 

Y nos juntábamos a canar y cantar villancicos, los más tradicionales, sin nada de originalidad, y decíamos Fun-fun-fun y los peces en el río y todo eso. Y abríamos los regalos y nos íbamos a dormir allá por las cuatro o cinco de la mañana.

Y a nadie se le ocurrió jamás ponerse a justificar porqué una turba de ateos se ponía arbolitos y nacimientos y cantaba, en latín, "adeste fideles". Ni tampoco nos pusimos a resignificar nada de aquello. Simplemente esperábamos la navidad, la celebrábamos y, luego, regresábamos todo a sus cajas... salvo aquel año en que el arbolito, solidario, nos acompañó hasta junio, cuando la angustia al fin pasó.







1 comentario:

luciana Rubio dijo...

Somos seres de cosfumbres, tal vez.

Felices navidades. Ya puse el arbolito y el nacimiento por si quieres venir.