08 enero 2013

Acotaciones sobre el borroneo (y otras cosas)

Ojalá nadie me juzgue (o sea, haga juicios y ponderaciones... estimaciones) por las barrabasadas que escribo aquí. (Que nadie diga en su corazón: "vaya, creí que era más lista". O algo así. Pero, en realidad, debiera importarme un comino. No me importa, repetiré como mantra... o no me importa del modo en que no debe importarme. O... sigamos mejor).

Este post tiene dos partes (tres, pero la tres es pilón). I la de la tesis y II la de otras cosas. Si no le entiende ni interesa lo de la tesis, pase directamente a la parte II.

***

Parte I:

Vine porque me tuve que tomar una copita de Baileys para agarrar valor y redactar el capítulo del sensus communis. Bueno, del choro de ayer sólo saqué en claro dos cosas, y que me parecen importantes. 

1) Que al menos para Alberto no me queda claro que haya una distinción clara entre lo que ahora consideramos meramente fenoménico y lo que consideramos meramente conceptual (dejemos meramente como traducción a simpliciter). 

Y ello es claro, quizás, al momento en que Alberto tiene que enfrentar el cómo se individua la forma que es recibida sin materia por las facultades sensitivas. En realidad todo depende de un presupuesto ontológico: la realidad se constituye de formas las cuales poseen poderes causales. Aunque suene raro, uno de los poderes causales de la forma es individuarse por la materia. Eso de que es en virtud de la materia que la forma se individualiza resulta ser un poder causal de la forma, no de la materia.

Bueno. El asunto es que, dado este presupuesto ontológico, Alberto tiene que explicar que no es la forma la que arriba al alma (a la facultad sensitiva, pues: no deben perder de vista que no hay tal cosa como la mens more cartesiana cuya unidad sea el único sujeto de la percepción), y ello por dos razones: porque si fuera la mera forma, sería imposible explicar cómo conocemos al individuo, un compuesto de forma y materia; y porque si arribara así, sin más, y su sujeto fuera la facultad sensitiva, entonces el asunto sí se trataría de sense data. Se necesita un representante. ¿Y, qué es este representante? Alberto lo define así: 

Patet autem quod in obiecto habet esse secundum naturam, in sensu autem habet esse intentionis; et voco intentionem speciem, quae principium est cognitionis sensibilis. (D.H. p. 260, vv. 16-19, ed. Anzulewicz).

Mas es evidente que en el objeto tiene ser natural, en cambio en el sentido tiene el ser intencional; y llamo intención a la especie que es principio del conocimiento sensible. 

Es un modo de ser, de la forma sensible, que entre sus características tiene a) no poseer los mismos poderes causales de la forma, y b) ser una species, es decir, principio de conocimiento sensible. Si nos damos el lujo de entender principio como causa, entonces sus poderes causales son otros: cognitivos. 

Sin embargo, el hecho de que Alberto enfrente el problema de la individuación de la forma percibida, muy a pesar de que tenemos claro que sus poderes causales no son los mismos que los de la forma natural, nos permite sospechar que la species, por sí misma y en su propio derecho (¡válgame con mi vocabulario!) no es particular. 

El rojo* cae bajo la categoría de la cualidad, a cual, a su vez es un género. Recordatorio para los no antigüisto-medievalistas: la definición se da por género próximo y diferencia específica. Es decir, si tengo el género animal y le añado la diferencia específica racional el producto es la especie hombre. Los términos género, diferencia específica y especie son relativos: el género de una especie es un concepto con mayor extensión que la especie, pero la misma especie puede fungir de género de otra especie cuya extensión sea menor. De este modo viviente es un género con mayor extensión que animal y animal es la especie del género viviente en virtud e la diferencia específica sensible. Luego, animal es respecto a hombre el género en virtud de la diferencia específica racional. Pero hay un límite: animal racional, i.e. hombre, es la espécie ínfima porque ya no hay otra diferencia específica que pueda generar una nueva especie. El siguiente determinante es la materia y lo que genera es un individuo. 

El problema, pues, es que rojo es una especie ínfima porque siempre posee un grado de extensión mayor que 1, y su universo es todas las cosas rojas. Es, pues, un predicado. Pero el rojo que se da en la "naturaleza" ¿en virtud de qué puede darse en la naturaleza, es decir, en virtud de qué obtiene su individuación? Pues en la naturaleza sólo existen individuos, no géneros ni especies (aunque su estructura ontológica suponga a los géneros y las especies). Pues en virtud de la materia. Pero de nuevo, el representante del rojo ante la facultad visual, i.e. la species sensibilis, ¿en virtud de que obtiene su individualidad para ser reconocida como un color individual? La respuesta de Alberto es que es en virtud de los apéndices de la materia y otras condiciones individuantes. Y las condiciones individuantes, que trata muy poco y escuetamente, son, además de muchos predicados (lo que a rojo, según yo, no aplicaría) el hic et nunc: el aquí y el ahora. 

Alberto lo plantea de otra manera siguiendo a Boecio como auctoritas: lo característico del individuo es que su forma es incomunicable, mientras que la forma del universal es comunicable: es, pues, una manera de definir extensión e intensión. Si una forma es incomunicable es que su extensión es igual a 1 (¿es claro esto?). Ahora bien: nótese que hay dos niveles que parecen confundirse: el ontológico y el lógico. Parece tener mucho más sentido hablar de extensión e intensión en el nivel lógico, mientras que en el ontológico no. 

(Seamos honestos, ya dudé de esa terminología de extensión-intensión... pero acabemos este post que hay que acabar de redactar el capítulo)

Sin embargo, los problemas que Alberto (siguiendo a Boecio) pone al cómo se individualizan las formas al nivel ontológico parece alcanzar a la species. El mero rojo (¿rubeum simpliciter?), incluso la species sensibilis del mero rojo, aún poseyendo ser intencional (pues en De visu Alberto demuestra que el único ser del rojo es intencional, y que su ser material es la disposición que tienen las 4 cualidades primarias –frío, caliente, seco y húmedo– y su relación con la luz, a su vez, hábito de lo transparente)(pinche paréntesis), decía: que el mero rojo, aún poseyendo ser intencional, es una forma comunicable, tal y como lo ha dicho Alberto. De no ser así la solución a cómo se individualiza no tendría que apelar ni a las condiciones individuantes (¿los restantes predicados? Quizás), ni a los apéndices materiales (el hic et nunc). Si es una forma comunicable, entonces es una forma universal que requiere ser individualizada. Luego, su ser universal o particular no tienen ninguna relación con su carácter fenoménico ni conceptual. 

¡zaz! 

O sea, repito: el ser universal o particular de la forma de rojo no tiene relación alguna con su carácter fenoménico o conceptual. (<— ¡zaz!)

2) Segunda cosa que me quedó clara:

Por eso decía ayer que el problema central que detecta Heck en la discusión entre Evans y McDowell no corresponde tanto a Alberto. Bueno, pero no me meteré al asunto por ahora. Baste con tener claro el punto. ¿Por qué? Para caracterizar, entonces, cuál sería el equivalente de "contenidos perceptivos" y "contenidos conceptuales" en Alberto. 

Lo que expone Alberto en los artículos de De sensibus in communi y en De sensus communis y en la Cuestión completa de De partibus animae sensibilis quae sunt apprehensivae deintus, en el De homine es la explicación de cómo se estructura la percepción sensible y su abierto carácter proposicional. Pero, como anota Tim Crane, no es lo mismo "contenido proposicional" que "contenido conceptual". Que algo tenga contenido conceptual no implica que lo tenga proposicional ni viceversa. Ahora, yo no sé si, para Crane, sea necesario que todo contenido proposicional implique contenido conceptual. No sé. Pero en Alberto, entonces, tenemos que averiguar si sí, y por ende, cuál sería la contraparte a conceptual. 

Aquello a lo que tiene acceso el alma racional, a diferencia del alma sensible, es a los inteligibles cuya definición es ser universales (sí, esos comunicables). Los universales permiten un montón de operaciones racionales en virtud de que permiten categorizar. Eso es de lo que carece el alma sensible: de universales. ¿Cómo podría tener carácter proposicional la percepción, entonces, si no hay universales que puedan ser predicados? 

Lo que Alberto describe en estas secciones del De homine es cómo el alma sensible es capaz de acceder a una representación básica del mundo. Percibe cómo son las cosas aunque no sepa qué son. Saber qué es algo es privativo de la posesión de un universal que permita hacer relaciones. Y justo por la incapacidad de conocer ese tipo de relaciones que requieren de un universal, el alma sensible por sí misma es incapaz de moverse persiguiendo objetivos. El gran problema que plantea y trata de resolver Avicena con la inclusión de sus intentiones non sensatas y de la aestimativa como regente del alma sensible, es ése. Cuando Alberto apela a la natura de la que habla Damasceno, trata de resolver el mismo problema. 

Eso quiere decir que, para Alberto, hay un nivel básico de percibir estados de cosas en el mundo, y percibir cosas estructuradas, en un nivel no conceptual, esto es, en un nivel no categorizador. Los contenidos perceptuales, pues, han de definirse de esta manera. 

Ahora bien, y por último, recordemos que Aristóteles en DA dice que, en el fantasma (en la imago de Alberto) se encuentra en universal en potencia. Y un modo en que Alberto responde a este en potencia, haciéndolo cuadrar simultáneamente con la visión de An. Post. B19, es haciendo de la imago una konkrete Ding: un complejo de propiedades cuya individuación proviene de su estructura. Pero cuya extensión es mínima. 

Y cuya estructura no proviene de la categorización. Esto último quizás es lo más difícil de entender. ¿Cómo algo puede estar estructurado sin estar categorizado? Es aquí donde me parece haber un pequeño espacio para kantianizar el asunto. Aunque las propiedades que conforman la estructura de la cosa no sean ni fenoménicas ni conceptuales, a final de cuentas, a falta de elemento categorizador, lo que otorga esta estructura es una estructuración (perdón la rebusnancia) fenoménica de la percepción de la cosa. 

Aunque Alberto hable mucho de affirmatio vel negatio y de la magnitud como ut in subiecto, jamás habla de predicatio. Se infiere, por el texto, que trata a las cualidades sensibles (sensibles propios) como si fueran predicados, pero jamás lo dice como tal. Es decir: lo que hace es explicar cómo está estructurada la percepción sensible a nivel fenoménico utilizando, a manera de analogía (y por culpa de Aristóteles) el lenguaje de la predicación. 


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Parte II:

Pues por extrañísimas e inescrutables razones de la Divinísima Fortuna, fue vía el blog (¡Saludos, oh amada lectora!) que ahora estoy en un Seminario sobre Filosofía de la Mente que, CASUALMENTE OH DIVINÍSIMA FORTUNA, trata de contenidos no conceptuales y percepción (I sill can't believe it). 

Y seré honesta: no es por eso que caí, en las postrimerías del fin de la tesis, en Tim Crane (eso fue por Twitter). Lo increíblemente afortunado de todo esto es que ese texto será el próximo que leeremos. 

Güeno. Entrego capítulo e invito a Asesor a tan bonito seminario. Y... 

Afortunado, todo tan afortunado. Nomás falta que hagan changuitos para que todo lo que falta, salga bien. 

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Parte III:

Valerio: te extraño.

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Esponjita.

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