01 febrero 2013

Uno noventa de estatura.

Todo me está saliendo mal, y sobre eso no hay duda. Pero al menos acabo de tener un insight que me ha "tranquilizado" un poco. Un poquito nada más. 

Estoy de revisionista de mi tesis (que no es lo mismo que estarla revisando). Y, ¿ya les había contado, no? ¿que según yo el sentido común encuentra las propiedades internas de la cosa y la fantasía las externas? Pues no, fíjense que no. O ya no sé. Ya estoy toda echa bolas. 

Y de pronto tuve la urgencia de buscar alguna bibliografía de apoyo... sí, literalmente de apoyo porque necesitaba un bastón, una silla, una silla de ruedas porque ya no doy una. Dudo, dudo demasiado. Tiemblo demasiado. Y entonces comprendo que lo único que hay al respecto del tema es lo que mi asesor ha escrito.

Y recuerdo que hacer la parte de Avicena, con todo lo que de difícil tenía, fue mucho más fácil. Claro, ahí estaban Hasse y Black peleándose. Ahí estaba el artículo de Farjeat buscando un término medio a la disputa Black-Hasse. Y la versión blackiana de Kaukua tratando de enmendarle la plana. Y de pronto encontré una cita recóndita en la edición de Van Riet... las sustancias celestes... y al final un comentario incidental de Klubertanz: sí, venían de fuera... las intentiones non sensatas venían de las sustancias celestes. Y así fue muy fácil.

Es decir, todos ellos, en sus disputas y concordias, analizaron el problema de muchas, muchas maneras diferentes. Si ninguno (salvo Klubertanz, pero muy escuetamente) tenía la solución correcta, al menos ya tenían análisis y planteamientos y replanteamientos sobre el tema. La parte dura, la masticadera, la digestión, ya estaba hecha. 

Pero ¿y ahora? 

El primer intento de análisis, muy escueto quizás por los fines que perseguía, era Black. El siguiente, y el primero que lo hacía de fondo... ¡¡¡¡¡pos el Asesor!!!!! y... ¿y el tercer intento? ¿cuál es el tercer intento original de meterse con la sensibilidad en Alberto? ¿Qué otro intento masticador y digestivo previo había? ¿qué otro análisis? 

Pos el de acá, su servilleta, la esponjis. 

¡Por supuesto que me voy a equivocar! ¡Por supuesto que mi interpretación va a estar llena de errores! (ejem... para empezar me tarde doscientos siglos en agarrarle la onda al artículo del Asesor, porque mi primer lectura de Alberto fue tan esquemática, y estaba yo tan preocupada por el misunderstanding sobre Avicena y el papel tan importante que le daba el Asesor, que me pasé por el arco del triunfo su verdadero análisis de Alberto). 

¡¡Por supuesto que me voy a equivocar!! Y mientras no decida darle cran a esto, se me van a seguir revelando cosas. 

¿Qué me hace creer, además, que mi interpretación de Avicena es la correcta? ¿Que es la definitiva? (acá la ingenuota y unos cuates). ¿Quién me hace creer que no va a venir alguien mañana –y quizás antes de que yo publique nada, porque me estoy tardando demasiado– a tumbarme mis castillos de naipes? 

Con Avicena se me hizo esa ilusión porque ya había muchos gigantes en cuyos hombros pararme. Creí ver un poco, un poquito más allá. 

Pero ¿y con Alberto? Voy sobre los hombros de un señor que mide 1.90. Y ¿qué? ¿se me hizo poco?  ¿la distancia con el suelo, al ser humana, se me hizo pequeña? ¿o es por eso que desespero? ¿porque quisiera que el camino ya estuviera más despejado, como en el caso de Avicena?

Porque ¡vamos! ese señor de 1.90 fue el primero que se metió a proponer una interpretación sobre la sensibilidad en Alberto. Y él sí, sobre sus propios pies. Sobre su propia estatura. 

Y yo, enanita de 1.58 tuve muchas dificultades para subirme a sus hombros. Y por supuesto que me voy a equivocar. Y que me va a parecer que he alcanzado poco. Porque es un camino que se está abriendo a penas. Y ya... 

Si acaso un peldaño... no en la interpretación definitiva de lo que quiso decir Alberto. Si acaso un peldaño más en el análisis de su obra. En la masticadera y la digerida de su obra. 

Porque además, no se me van a olvidar y ahora no se me deben olvidar aquellas palabras del Asesor, aquella tarde en aquél café junto al parquecito de la Del Valle: "yo del De homine no sé" refiriéndose, por supuesto, a que no manejaba con la misma soltura el De homine que el De anima, obra que lo hizo trabajar y sufrir mucho. 

No se me debe olvidar, pues, que de un lado voy montada en su 1.90, y del otro sobre mis pies (y el artículo de Black donde le dedica una página al De homine de Alberto). 

El fin no es llegar al final (al texto definitivo), sino tan sólo comenzar a masticarlo y digerirlo para los que vengan después... aunque la próxima sea yo misma, pero ya en el estatus ontológico de maestra. 


Que estamos construyendo Catedrales... que no se me olvide eso. 

Sólo una piedra. 


No hay comentarios.: