07 septiembre 2013

Ejercicio de escritura 1

Este es un ejercicio de escritura que adapté de no sé dónde, pero segurito fue del tuiters, y siendo así, segurito mucho tomé del maese Alberto Chimal y de La Mar Chiquita (Nora de la Cruz, según reza el tuiters). Bueno, pero son mis "adaptaciones", que conste. Y como la parte más dificultosa de cualquier relato es el esqueleto ("el conflicto", diría el maestro de la película de ayer), el chiste del ejercicio es ese: no romperse la cabeza con el conflicto. A ver que sale. Procedamos. 



Escena 1

Su manita. Sus dedos son mucho más largos que los míos, pero también más delgados, más finos. Su palma también, toda su mano. Pero nunca le agarro las manos. Tengo mucho cuidado de eso porque sé que no podría contener a mis dedos y arrastraría mis yemas por sus blanquísima piel. Sus manos llevan siempre las uñas impecables. A veces les hace manicura y entonces parecen como súper modelos de televisión. Sí, cada mano podría montarse en una pasarela, caminar acrobática y rítmicamente sobre las uñas, como tacones. Y en vez de pulseras en los torneados tobillos, lleva unos anillitos de oro de piedritas pequeñititas, trasparentes o verdes, o rojas o azules. A veces no trae las manos manicuradas y entonces me enseña, como travesura, como cómplice de uñas, el color nuevo que acaba de probarse. Y yo quisiera –de veras que lo intento– admirar el color de las uñas, la forma de la curva de la elipse perfecta que corona sus deditos... admirar el arte. Pero no puedo y me reprimo, porque de seguir mirando, tomaría entre las mías sus manitas perfectas, imposibles, y las colmaría de besos.


Bueno. Si usted está aquí leyendo los borroneos públicos de mi muy dañada creatividad literaria, hágalo bajo su propio riesgo... salvo si es Valerio. Entonces satisfaga su morbo a gusto y con todo mi permiso. Esto que escribo es también un cuento... un cuento que, como todos los demás, llevan trazas de lo que no será. 

Esponjita, dwell in possibility.

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