03 septiembre 2013

Fantasmas

Quizás todo es una ilusión, un juego, un sueño en lo que nos atrevemos a despertar.
Pero de no ser así, o aunque así sea, la lección es brillante y hermosa:

Sacrificas la realidad en pos de una pureza inasible e idiota.

(*sacrifico la realidad en pos de una pureza inasible e idiota*)

Viene el hombre real por el cual, los añejados spiritus de siempre sonrojan las mejillas, humedecen los sueños, estiran las comisuras de la boca en una sonrisa idiota cuando extiende su mano y te sonríe.

(*me sonríe*)

Es verdad que te basta porque todo es etéreo y un juego, porque la punzada de la hormona va y viene y está adormilada en otro lado, no como antes, no como antes de antes... aunque a veces regresa, aunque a veces te humedece.

(*a veces me humedece*)

Es verdad que te basta porque todo es etéreo. Pero te das un lujo –si de algo vale todo este tinglado fantástico–, un lujo al que no tiene acceso el que ama la tierra, la carne, lo que se aja, desgasta y acaba (pero que es real y por lo tanto calienta): lo amas puramente, sólo a él, todo a él.

(*lo amo puramente, sólo a él, todo a él*)

Y él, gentil, extiende la mano y te envuelve en su sonrisa.

(*me envuelve en su sonrisa*)

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