02 septiembre 2013

Issues en el tintero.

Aún tengo muchas cosas qué superar. Quizás el saber que tengo que superarlas es lo que ha vuelto algunas de mis antiguas rutinas insostenibles. Por ejemplo, encontrar un oído y ponerme a contarle lo que me angustia. Ya ni siquiera puedo proseguir sin sentir un hartazgo extraño: de entrada sé que eso no va hacia ningún lado y entonces mejor me pongo a hablar de otra cosa.

Pero vamos ¿qué tengo qué superar?

1) Agarrar concentración sin fumar.
Es un hábito, sólo puedo ponerme a trabajar con un cigarro en la boca. El cigarro, además, es un gran antidepresivo. Pero ¿caer de nuevo en el vicio? Me di cuenta del problema cuando caí en cuenta que, desde que terminé la redacción de la tesis no he podido volver a leer casi nada. Así de grave está el asunto. Y es el mismo tiempo que llevo sin fumar. Sentarme a escribir de un tirón sin nicotina me está costando un huevo. Pero tengo que poder, ¡oh sí!

2) Adelgazar sin fumar.
El porqué uno engorda cuando deja de fumar es fácil: la nicotina es un sustituto del sueño y del hambre, pero también mantiene calmada a la ansiedad. Entonces, sin la nicotina ¿de qué manera comer el mínimo sin que el metabolismo fenezca? La ventaja, de todos modos, es que sin fumar se puede hacer ejercicio. Pero para mi maldita suerte la rodilla se ha jodido: no puedo correr. No pude ni siquiera nadar. Tengo que resolver el asunto de la rodilla. Dejé la natación, pues. Demasiado cara. De todos modos hoy hice 15 minutos de aerobics viendo un video de Youtube. Creo que está bien. La rodilla resistió y yo sudé. 

3) Que el asesor no me conteste un correo. 
Cuando T. no me contesta un correo, asumo que está emputado conmigo. Y comienzo a repasar todas las posibles razones por las que podría estarlo. Entiendan: no es que me preocupe fallar en general, genéricamente, lo cuál es lo que le ocurre a la gente sana. Lo que me preocupa es que mi-proyección-de-papá-asesor se enoje conmigo y... acá el asunto psicoanalítico, me deje de querer... psicoanalíticamente hablando. Entonces tengo que cerrar el mail de mac para evitar que se me rompa el corazón cada que suena la campanita con un correo intrascendente... o sea, no de él. 

4) Que Daniel no quiera que la humanidad se entere de que somos amigos...  de FB.
En realidad escribo este post por eso. De pronto, mientras le preguntaba por qué no podemos ser amigos en FB si su esposa ya es mi amiga del feis, me percaté de que hay muchas, pero muchas cosas relativas a Daniel que no he superado. Una es su esposa, evidentemente. Otra es un asunto bien, pero bien raro. Se supone que somos amigos, que a veces nos encontramos y platicamos en el mensajero de FB. O sea, que nos apreciamos ¿no? Pero si veo que alguien es su amigo, alguien que debería ser sólo mi amigo, es decir, que debería serme leal, me enfurezco. Cuando recién cortamos me daba muchísimo coraje que mis amigos más cercanos siguieran siendo amigos de Daniel a pesar de todo lo que yo había sufrido. Me dolía mucho que lo buscaran para pedirle consejo: automáticamente eso quería decir que, evidentemente, el que tenía madera de filósofo y medievalista, y académico, y todo eso, era él. Yo seguía siendo una mala copia de él. Creí que ya lo había superado, pero obviamente no. 
En lo más hondo acabo de mandar a la chingada a alguien por eso. Esa persona no lo sabe, y no tiene porqué saberlo. Pero me sorprende mucho que, por un lado, sea yo su "amiga" en el sentido de que lo busco para contarle mis asuntos. Pero por otro, aún rivalizo mucho con él. 
Y obviamente no supero el asunto del reconocimiento. Quiero que me reconozca públicamente como su amiga. ¡Vaya poca cosa! Si el no poder superar el asunto de su esposa es justo por eso: porque conmigo no quiso casarse, y para mi eso era una falta de reconocimiento. 
Parte del asunto de estos meses ha sido un muy fuerte intento por dejarme de preocuparme por lo que los demás piensen de mi: 
Qué piense de mi el asesor (a pesar de que, aunque no me ha contestado el último correo, se ha portado muy, muy lindo conmigo)
Qué piensen de mi donde trabajo. Ese es un issue demasiado gruexo como para despepitarlo acá. 
Qué piense la gente de mi acerca de mi relación con Daniel. 
Qué piense de mi Lucila. 
En el fondo, y por muchas razones que serían muy largas de contar, crecí aterrorizada por hacer el ridículo... porque sufrí mucho escarnio toda mi infancia por ello. No, no se asusten, no haré recuento de recuerdos. 
Pero un día descubrí que el pánico a hacer el ridículo es uno de los mayores obstáculos para la felicidad. 
Claro seguro en la misma especie de padeceres, está el miedo a fallarle a alguien, a decepcionar a alguien. 
Bueno, tengo que superar eso. Lo importante de hacer lo que hago, es hacer lo que hago. 



ESTE ESPACIO ES PARA QUE VEAN QUE HAY UN GRAN ESPACIO


jajaja


Tengo que superar muchas cosas aún. Pero no quisiera terminar estas líneas sin agradecer a quienes me han ayudado a hacerlo (digo, muy a propósito de escribir los agradecimientos de la tesis, aunque es otro asunto). 

A mis amigos, en especial a Ely y a Paco. 
Al cariño de Valerius. 
A mi madre que me mantiene viva.
A mi padre, que cuando tengo un trauma encuentra siempre la fotografía para disiparlo. 
A mis gatitos. 
A mi asesor, gente de obras, no de palabras. 

Tengo mucho qué superar. 
Pero no estoy sola. 
Oh, no. 

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