14 septiembre 2013

Un pequeño problema de autoestima

Si vieron Blade Runner, recordarán que Roy Batty es un Nexus-6, perfecto, hermoso, bellísimo por dentro y por fuera. Ése es el Roy Batty de Ridley Scott que contrasta –y hasta parece una crítica a– con el de su creador original: Phil K. Dick. Y por eso Scott escoge no a un mongol de la estepa asiática, enorme y de ojos rasgados, como el que describe Dick, sino al paradigma de la perfección humana: a un actor que, de no haber participado en la extraña obra de culto, jamás habría alcanzado la inmortalidad: el muy holandés volador Rutger Hauer. 

Roy Batty es perfecto en más de un sentido. Según la novela y la película, es un soldado de diseño y ello lo hace rápido, inteligente y ágil. Pero, a diferencia de la novela, en la película además es un tipo capaz de amar, característica que Dick les niega una y otra vez a los replicantes. La otra característica que a Dick le interesa quitarle a los replicantes es la empatía. Quién sabe qué pinche trauma tenía el pobrecito de Dick, pero le obsesionaba la idea de que es la empatía lo que da la humanidad al hombre. Pero entonces Scott no sólo hace capaz de amar a Batty (a su amada Pris), sino que lo hace capaz de manipular a los demás: para manipular a alguien se necesita, lo menos, una capacidad impresionante para empatizar. Por último, Dick retrata a los replicantes como incapaces de luchar por su propia vida, y justamente la motivación de toda la película es la lucha de Batty por no morir. Batty es perfecto, por dentro y por fuera, pero está cubierto de mortalidad... y por eso es tan trágico. 

En más de una página de internet he encontrado un análisis simbólico del personaje, donde el clavo que le atraviesa la mano en la secuencia donde persigue a Decard, junto con la liberación de la paloma al momento de morir, lo hacen parecer una representación de Cristo. ¿Y si sí? ¿Es eso lo que significa perfecto? Pero esos símbolos oscuros no son suficientes para transmitir la idea de perfección que quiere Scott: se requiere un extra mucho más elocuente. Y Scott usa el inconsciente colectivo para hacerlo, de tal suerte que no escoge cualquier tipo de belleza para su propósito, sino la del holandés de Hauer, donde la elocuencia viene impresa en el tipo físico, muy germano y muy ario... o mejor dicho, muy de póster de propaganda Nazi. 


Es claro que uno de los personajes de la película es el tipo de belleza con que Hauer adereza a su Roy Batty. No se limita a ser un galán, o un tipo guapo: su belleza acarrea el mensaje del logotipo de Tyrell Co.: "More human than human". Roy Batty es el hombre perfecto... mortal, pero perfecto. 

Sebastian, en cambio, es un personaje lleno de defectos, al menos físicos (envejece con demasiada rapidez). Pronto queda enamorado de la belleza y perfección de Pris; lo cual alguna relación debe tener con su profesión de relojero: Pris es la muñeca más perfecta que ha tenido frente a él. Aprovechando la situación Pris y Roy lo utilizan de todas las maneras posibles para conseguir su objetivo, y no dudan en deshacerse de él cuando ya no les es útil. En la novela, Dick lo hace un tipo demasiado estúpido y solitario que se deja maltratar para paliar su soledad. Scott lo hace un tipo inteligente que, simplemente, ha caído rendido ante los encantos de Pris y Roy y, aún consciente del peligro que implica, cede a todos sus deseos. 

Siempre preferiré la versión de Ridley Scott porque es mucho más compleja que las caricaturas de Phil K. Dick. Y siempre me preguntaré cómo fue que acabé haciendo una fan total de Blade Runner. Y siempre me responderé lo mismo: Ely y R. se pusieron a platicar de la película. Si yo hiciera una lista de la cantidad de libros, películas y series que he visto porque R. habla de ellas, no acabo. Y así fue: un día se pusieron a hablar de la película y, al ratito, ya estaba yo buscándola en Youtube sin mucho éxito. Conseguí casi al mismo tiempo la película y la novela de Phil K. Dick. A Dick ya lo había leído antes porque tengo una amiga fan de la Ciencia Ficción que no paraba de hablarme de él. Pero a mi nunca acabó de gustarme del todo. Ahora, empero, tenía un buen pretexto para leerlo. Y surgió todo esto que les estoy contando. 

Pero ES OBVIA la otra razón por la cuál Roy Batty se volvió mi personaje favorito en el universo. Y sí, también podría hacer un listado de todas las perfecciones que se predican de mi "aquello-simbolizado-por-Roy-Batty". Para maldito colmo de males, escribe bien. Y luego es bellísimo. Y luego es muy bueno en lo que hace. Y luego es un tipo de un gran corazón. Y es de trato muy fácil. Y... 

¡Y puedo hacer una gran lista de defectos también! Me ha costado trabajo irlos juntando. Los tengo almacenados todos en una botellita para cuando me intoxique de su "perfección". Y... y a veces me pregunto porqué su ser perfecto me intoxica tanto. Y a veces se me ocurre que me intoxica porque me siento como Sebastian. No porque me use (en absoluto... de hecho una de las cosas más odiosas de él es su bondad). Simplemente siento algo así como una indignidad perpetua al estar con él. 

Obviamente nada de esto es su culpa ni causa suya siquiera. Que se parezca a Rutger Hauer un poquitín, y que un accidente capilar lance a la imaginación contra el filme ochentero... eso no es lo que provoca todo esto, sino algún monstruo interior que lo ha elegido como el vestido perfecto para aparecérseme en sueños. 

Y además esto no ha sido siempre: es un tipo tan sencillo que no impone, o sea, no produce esa incómoda sensación de estar frente un aristócrata (cof, cof... como cierto Valerio sí... ja). Así que yo mucho tiempo lo vi como un chico guapote, simpaticote y, sobre todo, al que en los momentos difíciles tenía junto a mi... de mi lado.

No podría precisar en qué momento se fue todo a la chingada (y sí, se fue todo a la chingada), pero no le puedo echar del todo la culpa a mi depresión. Quizás es que de pronto TODO se me hizo insoportable... incluyendo sus ojos de una rayita café y la otra verde. Quizás también dijo cosas que malinterpreté... o que bien interpreté. O quizás es que sí me puse muy loca y me agarró miedito (pobre: ustedes no saben qué correos y qué cosas me tuvo que aguantar). 

El caso, pues, es que ayer se me hizo presente con toda su belleza, pero no reparé en ella hasta que M. E. me gritó (es muy gritona... y sí, estoy emputada con ella) que ya no estuviera obsesionada con él. Y yo le aclaré que ahorita estoy obsesionada con mi Valerio y que no me cabe otra cosa más. Que OBVIAMENTE quiero convencer al doble de Roy Batty de... de toda la barbaridad de cosas de que lo quiero convencer, porque pos ¡somos tan poquitos los que nos dedicamos a lo mismo, él es el que mejor lo hace en miles de kilómetros a la redonda! ¡¡hago mi tesis de lo que él hace!! ¿Necesitaba otra razón? No, usted está obsesionada con él (la odié, la odié).

Y, claro, llego a mi casa, tengo que enfrentar el monstruo que tengo que enfrentar y, oh, me doy cuenta de que es bueno, es inteligente, es sencillo, es simpático, es bello, es bello, es bello... y yo soy tan, pero tan poca cosa... 

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