07 octubre 2013

...our object-minded ways of thinking.

Cuando era niña me angustiaba sobremanera que al vocho de mi mamá le quitaran las llantas. Apenas lo recuerdo yo, pero ella aún se burla un poco de cómo gritaba yo "¡no! ¡le duele!". También temía que todos mis juguetes tuvieran algún tipo de conciencia, que unos se encelaran si les daba más atención a otros, etc. Claro, todo ello era símbolo de alguna neurosis o vayan ustedes a saber qué. Pero lo relevante del asunto es que un día se me ocurrió que el origen de la percepción (o del awareness, del 'percatamiento', pues) no quedaba clara. Obviamente yo podía sentir si alguien me apachurraba el dedo, y sentía el dolor como "dolor en mi dedo". Todo ello porque yo soy una unidad y a tal unidad pertenece mi dedo. Pero, puesto que mis papás me habían explicado que yo sentía gracias a mi cerebro, ¿y qué tal si mi propio dedo posee una unidad propia y por eso siente? Es decir, me quedaba claro que el que sentía era mi cerebro, pero no me quedaba claro porqué. Así que muy bien podía ocurrir que mi dedo, en su propia unidad, sintiera de manera individual. Y así cada dedo mío, cada pelo (el que yo no sienta mediante los pelo no anula la posibilidad de que ellos sientan ¿ven?). Llevando un poco más allá el razonamiento llegué a la conclusión de que todas las cosas podían sentir pero no por tener ojos de botón o boca de estambre: cualquier cosa que conformara una unidad podía hacerle. Entonces me imaginé la historia de "fierrito", un pedazo de hierro que había sufrido muchas transformaciones a lo largo de su 'vida': desde ser una piedra en una mina, hasta ser un tenedor, donde tuvo muchas aventuras culinarias. 

Esa era una preocupación. 

La otra era encontrar un criterio epistémico para saber que estaba definitivamente despierta. A veces soñaba con cosas que deseaba muchísimo y era muy doloroso despertar y ver que era falso. Entonces pensé: ¿y sí ahora que creo que todo es bueno, en realidad es un sueño? Otras preocupaciones de la misma índole eran, por ejemplo, la paradoja de Sorites: ¿cuantos granos de Chococrispis tenía que sacar para vaciar la caja? ¿para que una pared dejara de ser pared? Si nos teletransportábamos disolviendo nuestras moléculas y volviéndolas a pegar en otra parte, al perder la unidad ¿seguíamos siendo nosotros? 

Cuando entré a filosofía pensé que de eso se trataba. Responder todas esas cosas. Maldita la hora en que me recibió "Introducción a la Metafísica" de Heidegger (aunque el que mi primer libro  de filosofía dijera "porqué el ente y no más bien la nada" no era tan malo después de todo. Aunque sí, en que mi olfato investigativo resultó tan malo. Confié demasiado en esa gente, acusé a la filosofía de terribles crímenes por culpa de ellos. Me dejé llevar por su tremenda incapacidad intelectual, la ausencia de curiosidad intelectual, su propia decepción vital. 

Entonces descubrí, casi por accidente, y después de ir tomando rumbo gracias a la accidentada cadena de sucesos que comenzaron con el Yo de Lévinas, llegaron a Agustín y me llevaron al punto máximo en el UNO de Plotino, después de aquella bola de accidentes, ocurrió que me encontré al italiano del objeto de Spelke y al alemán de las ovejas de Avicena. 

Hoy estoy dando la última revisada antes de mandar a imprimir la tesis. Y antes de hacerlo, de cerrar definitivamente los grifos de ese desangramiento que ha resultado esta tesis, quería leer el artículo de Casati. Y me pregunto (con la misma desesperación que lo hice cuando descubrí que mis primeros profesores eran todos unos farsantes) ¡¿por qué no me di cuenta de por dónde debía ir para recorrer este camino, a tiempo?! ¿Por qué me cuesta tanto tiempo la concentración, porqué la distracción, porqué soy como soy?

No es casualidad, pienso entonces, que el mayor esfuerzo –después de lo de Avicena– haya sido sobre el Sensus Communis en Alberto. Si al leer a los teóricos del Objeto de Spelke ¡todo es tan Aristotélico!, imagínense nada más qué maravillas y tesoros hay en la sofisticada teoría de Alberto ¿qué tanto alguien ha solucionado el problema como él? ¿qué tanto lo que hay detrás de Alberto, Aristóteles, Kant y Xu (por ejemplo) es una misma intuición? Lo mismo me había llevado de Levinas (y su versión de Descartes) a Agustín, de Kant a Plotino: la diferencia entre el 'yo' mortal y el 'yo' real era la diferencia entre el yo empírico y le trascendental y, en realidad, todo se trata de exactamente la misma intuición. Bueno: lo mismo con la formación de objetos. Si lo hay, he ahí mi proyecto filosófico. 

Tengo una cantidad grotesca de huecos formativos. Tengo que meterme hasta el fondo y empaparme de Quine, y luego arribar a Evans. Sólo para entender a) lo básico del proyecto naturalista, b) lo básico del proyecto de relacionar percepción y conceptos. Sin ello, lo que hago seguirá estando cojo y, por lo tanto, desesperado y sin sentido. 

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Hubo muchas razones por las cuales abandoné la mezcolanza de proyectos en griego por un muy definido proyecto en latín. Pero podría narrar el cómo, al verme reducida a Plotino (ese no era mi proyecto original, cof, cof... alguien trató de convencerme de que sí, pero originalmente era el capítulo uno de una tesis donde el capítulo dos era Tomás... y eso explica todo lo demás), decía, al verme reducida a Plotino comenzó a desesperarme su muy pobre tratamiento de la percepción sensible: mucho peor que el de san Agustín. Eso me llevó a Aristóteles, a Alejandro de Afrodisia... y entonces vino el italiano a contarme del Objeto de Spelke justo cuando el colombiano me contaba el cuento de las Ovejas y Lobos de Avicena. 

Entonces ¡pum! La magia. 


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