13 octubre 2013

Quesitos y vino

Tengo cuatro botellas de vino en la mesita de la cocina. El último lo compré hoy: un vino blanco alemán con muchas diéresis en el nombre. El otro es un vinho verde (como el que siempre quiero comprarte y nunca hay cuando lo busco), y el otro es ese gallego como el que sí te compré finalmente. Aparte tengo un vino tinto, bastante común –igual y nunca sobra. 

No tengo ánimos de tomarme yo sola una de las botellas: y no sólo por lo de las calorías sino por una cuestión estrictamente anímica. Uno no se anda metiendo con bebidas pneumáticas, que diga, espirituosas, sin un experto en tonos, digo, en tales. 

Se llegará el día, lo sé, en que esos vinos se escancien en las copas, y mojen los labios que morderán los quesitos finos, de colores, de motas azules y verdes. Y se llegará el día en que los labios humedecidos de tanto vino, por fin se sacien. 


Intacta sigue la cava. 

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