17 noviembre 2013

Sueño

Antecedente: 

(1)Hace quince días fui a conocer a mi sobrina, la hija de mi prima, a la cual prima cambiéle los pañales yo. Al llegar a su casa, la pequeña Romi nos recibió con una enorme sonrisa y yo quedé enamorada de ella. Hacía muchos años que un bebé no me caía bien. 

(2) Desde hace muchos años suelo tener un sueño recurrente: tengo un hijo. Pronto me doy cuenta de que no he parido, que no recuerdo el dolor ni nada, y poco después de darme cuenta de eso, al bebé le pasan cosas raras: se hace pequeñito, un animal, desaparece, etc. Sí, como en la película de Alicia, donde el bebé se hace un cerdito. 

Estoy en el hospital porque acabo de tener a mi bebé. Pero al bebé ya se lo llevaron a la 'casa' la cual resulta ser la casa de mi abuelita B. Es difícil llegar del hospital a la casa porque hay mucho tráfico: algo pasó donde está involucrado el aeropuerto, un avión que se cayó sobre Congreso de la Unión... esas cosas que sólo pasan en la Ciudad de México. 

No tengo idea de cómo sea mi bebé. Temo sinceramente que sea un gato. Pienso que quizás se parezca a Romi, no sé si sea niño o niña, o si se parece a Ray, ni sé cómo le voy a poner. Cuando llego, veo varias carreolas con bebés. Sé que mi bebé está en una de ellas, pero para mi sorpresa encuentro el siguiente espectáculo: 

Una carreola con tres bebés, pero uno de ellos tiene dos cabezas.

(Primero siento tristeza de ver que no es uno solo, o sea: un bebé normal. Sino que son muchos. Luego siento horror al ver al de dos cabezas). 

El de las dos cabezas está deforme, porque sus cabezas son pequeñas y los ojos excesivamente grandes (¡Gracias internet!). Me fijo para ver si mediante una operación se puede separar, pero no parece ser fácil, y además no son dos bebés normales unidos, sino dos niños deformes. Luego volteo a ver a los otros dos niños y son bebés muy parecidos a Romi, pero uno es un niño y el otro una niña. Los tres están desnudos y sé que les va a dar frío, además de que deben tener mucha hambre (pero no lloran). Abrazo primero al niño y pienso en el nombre que le voy a dar. Mientras le doy de comer con el pecho (me salía del pecho una sustancia como Danonino) pienso en que él se va a llamar Alberto (sí, yo bien original, aunque siempre le había querido poner Nicolás). Devuelvo al bebé a la carreola y agarro a la niña. Le pongo un nombre (no recuerdo cuál) cuando al fin me acuerdo que le iba a poner o Aurora o Lucrecia. No me decido. Mientras le doy de comer volteo a ver al bebé de dos cabezas. No tengo ganas ni siquiera de abrazarlo, pero me da mucha culpa. Sin embargo no muevo un dedo por apurarme a alimentar a la niña. Pienso, incluso, que si me tardo mucho en abrazarlo y en darle de comer, se va a morir de hambre. Todo eso lo pienso mientras alimento a la niña. 

Al fin dejo a la niña en la carreola y en ese momento entra el Asesor. 

Pregunta uno ¿a dónde entra? Era un lugar con muchas carreolas y con muchos bebés y muchas mamás, pero todo ese lugar cabía en la sala de la casa de mi abuela B. Pregunta dos ¿por qué venía mi asesor? El asunto es que, aunque era la sala de la casa de mi abuela B., estábamos en alguna parte de CU, y había un festival (algo así como el día de muertos). Es decir: yo esperaba que él pasara por ahí. 

La parte tremenda del sueño, fue lo que me dijo. 

Yo no le decía nada. Simplemente no me atrevía a levantar al niño de dos cabezas. Entonces él se paraba junto a mi y me decía: "No le pongas nombre. Porque si no, no vas a poderte separar de él". 

Y se iba. 

Y desperté. 

Pensé primero que era un rollo de la tesis (capítulos mal hechos y bien hechos, y el asesor, etc). Pero en el sueño sí se trataba de humanos, de mis hijos para colmo. Y de uno deforme que yo no quería y rechazaba. Y cuando me decía que no le pusiera nombre, era como decir que, efectivamente, me iba a deshacer de él. Y eso era horrible, pero muy liberador. 

Y ya. Eso fue. 

Se me ocurrió un cuento, pero luego... luego.

Esponjita pesadillarosa.

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