12 diciembre 2013

El Predoctorádico (notas)



Yo... es decir: una esponja fósil

Los fósiles medimos nuestros pasos 
entre grado y grado, por eras geológicas.


Nota I: 
Hace algunos pocos años, en el Maestrádico temprano, me reencontré a un fósil amigo mío en una clase sobre Física I y II de Aristóteles, que en ese tiempo daba Jesús A. En algún momento de esos, cuando Aristóteles se acuerda de los presocráticos, mi amigo sacó un verdadero y legítimo fósil del Licenciatúrico Arcaico: unas notas de su clase de Textos I. El que esas notas hubieran permanecido tantos años en poder de mi amigo son huella, supongo, del impacto que provocó en él la clase del entonces joven doctor recién devuelto de Europa. Me acordé de la anécdota porque E. y yo discutíamos sobre técnicas para dar clases en la licenciatura. Y ella me dijo: "simplemente hay que ser uno como es uno. No hay de otra." Y pensé que tenía razón, y que el fósil aquél del que hablo, da testimonio de sus palabras. 

Nota II:
La tesis y el examen se parecen en algo: les faltó preparación. Yo sabía que tenía que revisar de nuevo mis argumentos contra Black... aunque es verdad que sí revisé lo de Aristóteles con cuidado y de todos modos, al responder, me hice bolas –y de todas maneras Sidi me salvó. Pero en el último recuento que hice de cosas que yo sabía que tenía qué revisar, creí tenerlo muy claro. Sin embargo, la mente se me puso en blanco. Seamos honestos: llevo mucho tiempo con la mente en blanco. En estos meses me he dedicado a cosechar de lo sembrado, pero es tiempo de sembrar de nuevo. Hay que hacerle como Egipto, hay que oír a José el Soñador. Hay que ser como él, Sidi, mi señor. Lo vi cansado. Pensé que ya le urgen las vacaciones. Quisiera saber cómo confortarlo. 

Nota III:
Lo sensato es que, si se puede, hay que irse al extranjero. No es que el Asesor contradiga tal sensatez, sólo que la vía que él propone es ligeramente distinta a la que todos –todos a una– me gritan en conjunto. Les he preguntado a quienes estudiaron en el mundo inteligible su opinión. Es curioso como me dicen que la experiencia en sí misma es parte fundamental del asunto: no se trata sólo del nivel académico. Y, ciertamente, el nivel académico parece no depender tanto del prestigio del lugar como de materia estudiantosa. Y entonces pienso que está bien quedarse con mi Asesor en mi ciudad, en una universidad que conozco desde los 5 años y donde aún trabaja mi mamá. Y en mi casa, con mis gatos, en mi colonia, con mi súper asesor que piensa, razona y quiere en castellano, que es amistoso y afable, y que no confunde eso con los rigores silogísticos. Y pienso en lo sumamente cómodo de esta opción y el pánico que me da la otra. Y entonces lo que me da más miedo de todo, es el miedo y la pereza de ella derivada. Pero como mi más extrañado amigo dijera, el señor Tormentas (a quien extraño tanto), debo callar boca y mente y hacer lo que debo hacer: aplicar a todos lados. Luego me preocupo. 

Nota IV:
Nunca vuelvo a hacer una tesis como las de licenciatura y maestría, es decir, con más de un autor. La de licenciatura traía un pedazo de Aristóteles (Met. XII) y otra de Plotino, y el tema era san Agustín. La de maestría tenía al famoso filósofo árabe Al-Etcétera. Y a Alberto. Nunca, nunca jamás. Se lo dije una, dos, tres veces a R. ¿Por qué se lo repetí a él, y no al causante de mis desvelos quién, además, me echó la bolita en pleno examen? Era como excusa, como disculpa, como "pero sí, al final tenías razón". También le repetí muchas veces que sus preguntas era justo todo lo que me faltó en la tesis. (Preguntas las cuales provocaron por mi parte una respuesta que pudo pasar por hilarante en vez de penosísima gracias a las artes de todos ahí, pero que, si aún le quedaba un pelo negro, llevó a la perfección de la blancura a la cabellera de mi asesor). Pero sí, sé que tengo qué encontrar el modo de expresar –y ciertamente de entender a cabalidad– el problema filosófico que estoy persiguiendo. 

Nota V:
Los problemas son muchos: el epistemológico, el psicológico, el metodológico... el asunto de la naturalización de la epistemología y aquello que sería capaz de explicar la aparente (y perseguida) simetría entre los medievales y los naturalizadores de éste, nuestro siglo. Y hay más problemas: la edición del De memoria, si darle caza a Silvia Donati es más fácil vía UAM o ¿cuál vía? Y ¿cómo va su latín y su paleografía, señorita que debe el 60% de créditos de Letras Clásicas? Falta leer, leer, leer... lo del francés es lo de menos, lo del inglés... el latín de Alberto... todo tan fácil. A llorar te toca, pequeña, porque hay no sólo que leer en alemán sino ser capaz de comunicarte en esa lengua con el eslavo que es el señuelo suculento. Y, encima de todo, lograr que la mente deje de estar en el limbo que, hasta ahora, sólo es capaz de cosechar... 

Nota VI:
Hoy vi a mi Tío B., que ha sido la única persona que lloró abiertamente por la obtención de mi grado, y me hizo llorar igual. Entonces, entre él y mi tía J. recordaron cómo cuando era niña llegué a su casa y vi que mi primo, más chico que yo, ya podía andar en bicicleta. Y que algo se transformó en mi, y estuve toda la santa tarde practicando hasta que pude andar yo en bicicleta. La anécdota hizo que me cuestionara fuertemente mis motivaciones vitales. Quizás fue mezquino de mi parte no incluir a Daniel en los agradecimientos, pues él era el "niño más chico que hace mejor las cosas que yo" y que fue mi motor durante tantos años. Y ahora ¿cuál motor? Pero ¿y por qué estoy tan malita de mis motivaciones? Lo único que pienso por ahora es que fueron una especie de vacaciones emocionales bien merecidas. Pero ya, ya se acabaron. Y más vale ponerse en guardia de nuevo porque la causa del llanto de mi tío, la verdadera causa, es la visita a la tanatóloga que lo está preparando para algo para lo que yo no estoy preparada. 

Nota VII:
Por un momento pensé que, al terminar la tesis, debía cerrar el blog. Pero recordé que este blog tuvo su Eón Protozóico... perdón, una época donde no había Lobos ni Valerios, ni Demiurgos... ¡vamos! ni siquiera Filósofos de Zapatos Rosas, ni nada. Que era un blog y no un diario exhibicionista, que era donde contaba de las peregrinaciones, como la de hoy, a la Basílica de Guadalupe (vivo en Calzada de Tlalpan). Un blog que ha visto pasar muchos gatos, muchos miedos, muchas pobrezas y riquezas, muchos sueños. Pero sin Valerio y el Lobo ¿cómo lucirá este blog? Sin el azotado amor a Valerio... ¿qué?

Todo mundo ha oído hablar de las eras geológicas, los niños aman a los dinosaurios, y Steven Spielberg le puso de título a su película una era que nos es familiar a muchos. Pero CASI NADIE sabe que la frontera entre cada era geológica la marcan extinciones masivas de la vida en la tierra (en serio: encuesten a sus conocidos). 

¿A caso hay aquí una gran extinción, que cambiará la cara de este blog? ¿Que será de las etiquetas de 'Valerio' que pueblan las profundidades de Utitadixerim como si fueran trilobites y ammonites? ¿En serio la esponjo-psique ha cambiado algo al respecto?

No lo sabemos: aún no sabemos qué se extinguió con el fin del Maestrato y el inicio del Doctorádico. 

Esponjita 

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