02 febrero 2014

Sueño-Pesadilla. Para Analizar Después.

Era John Travolta, aunque ahora que me acabo de levantar y ver la foto de Seymour Hoffman, pues pensé, no, más bien era él... pero mejor lo describo, porque a lo largo del sueño su rostro cambió mucho. 

La última imagen de su cara, cuando se despedía, era así: viejito, pelirrojo porque era muy evidente que se lo había teñido: no era anaranjado y zanahoria sino rojo tirándole a vino. Además traía el pelo lacio y largo como hasta las orejas. Y sus ojos... sus ojos eran a amarillos. Eran absolutamente amarillos, tenían una mirada malvada, horrorosa... 

Su hijo era también pelirrojo, pero natural. Tenía unos enormes rizos y los ojos verdes. Era simpatiquísimo y se reía mucho. Fue entonces que él me contó, como no queriendo la cosa (en eso el del sueño sí se parecía a él), que sus hijos había nacido en Líbano. Y a mi no sólo me sorprendía la confesión, sino que, todo lo que duró el sueño, no podía dejar de preguntarme si sí eran sus hijos carnales, o porqué demonios se habían ido a parir a Líbano. Y yo veía al niño y sus enormes ojos verdes, y corroboraba que, efectivamente, su piel era color arena, dorada. Y el niño (que jamás me presentó por nombre) me sonreía, y a mi se me hacía bellísimo. 

No es raro que tenga ese sueño... o mejor dicho: lo que soñé anoche fue una versión totalmente bizarra del sueño que suelo tener (Por bizarra entiendo rara, no arrojada. Luego hago un post sobre la etimología de bizarro, así que no me chinguen).

Es más, a media noche desperté y recuerdo que ya estaba soñando con él (pero ahí sí era él).  Era, digamos, el sueño de siempre: estoy junto a él (no enfrente), y estamos platicando de whateveryouwant. Entonces pongo mi cabeza en su hombro y él me abraza. Y ese es TOOODO el sueño. A veces soy una niña, a veces soy un gato (¡ah! ¡ese sueño fue genial!). Pero, debo reconocer, en este sueño las cosas eran... un poquito diferentes. 

Estábamos en un antro con muchas otras personas. Y estábamos sentados uno junto al otro en una mesa de esas de gabinete redondo. Entonces, junto a él, estaba E. P. (el antiguo filósofo de los tenis rosas) y otra mucha gente indeterminada. Y, esta es otra parte relevante del sueño, él me contaba muchas cosas pero, por la música, no le alcanzaba a oír nada. Luego, más adelante en el sueño, él me decía que obviamente yo sí le entendía aquello de lo que hablaba, pero los otros no. Pero yo sentía mucha culpa de que tampoco le alcanzaba a entender nada: por la música o porque de veras eran cosas raras... pero así son los sueños. Malvados. 

Luego me volví a dormir y el sueño continuó, pero en su fase bizarra. De nuevo recargaba mi cabeza en su hombro, pero aquello ya no era un rollo nada paternal. Y él ya tenía el cabello rojo y los ojos amarillos, y se parecía a John Travolta. Y todo ocurría sobre el metro. ¡En el metro! Eran unos vagones pero como del tren ligero. Pero no tenían asientos, sino pequeñas mesitas, como tren europeo (de los que salen en las películas: el tren europeo al que me subí yo era muy diferente, pero esa memoria no viene al caso). Y ahí estábamos él, yo y su hijo, el pelirrojo (que ¿quién sabe a quién se parecía?, ¿verdá?) Y ahí ¡ah! ¡horror! me daba un beso. Y entonces, justo antes de que se bajara del vagón, me decía: 

¿Te juzgo o no te juzgo?

Así. Tal cual. Y yo le decía:

Júzgame.

Y ¿qué me contestaba? No puedo recordar sus palabras, sino la mirada de sus ojos amarillos y malvados con los que me recordaba que él era un hombre de familia... o algo así más malvado todavía. Entonces yo veía al niño del Líbano y le sonreía. Y ambos se iban y yo me sentía la cucaracha más vil del mundo mundial y universal, y pensaba ¡Pero si ya está viejo ! (el del sueño realmente estaba viejito) ¡y ni está guapo, y sus ojos ni siquiera son verdes!

...ni siquiera son verdes

Antes, algunos episodios oníricos antes, en el antro ese donde estábamos me daba un beso en la frente y me decía te quiero mucho. Y yo le decía que yo también. Y pensaba en que hay dos personas en el planeta a quienes les quiero decir eso (con él tres, pero en el sueño me lo estaba diciendo). Una me lo dijo un día y fui muy feliz. A la otra no me he atrevido a decírselo en la realidad, real y verdadera. Y... 

Y yo me pregunto ¿por qué esa maldita ambigüedad entre que si es asunto del Daddy o es otra cosa, pero no lo es, pero sí lo es?

Algo le platicaba a la psicóloga el otro día. Justo antes de decidir quedarme en México a hacer el doctorado. La razón verdadera por la que no agarro mis chivas para irme es el pánico a los idiomas... y que la oferta que me hizo él es razonable y tentadora: irme, vía intercambio, a Bonn a ver mi manuscrito. <— Justificación no pedida. *tomar nota*

Pero les decía: le platicaba a la psicóloga. Y, no sé porqué, mientras se lo platicaba, sentí que iba a pensar: "claro, es que lo está idealizando". No sé porqué me avergonzó mucho que lo pensara así. Así que le dije "si estuviera un poquito menos guapo"... y le enseñé su foto. 

Eso hago: enseño su foto. Ninguna que le haya sacado yo sino esa que tiene cierta universidad de Mixcoac en su página. 

Pero luego le dije a la psicóloga (una vez que la objetividad de la foto le hizo proferir ¡qué varonil! y aquello satisfizo la justificación que necesitaba mi conocimiento para ser verdadero) que no, que no estaba enamorada de él. A PESAR DE LA EVIDENCIA QUE ELLA TENIA ENTRE LAS MANOS, es decir, que es el hombre más bello de la tierra –ok, sí lo idealizo tantito, pero la materia de idealización ahí está– A PESAR DE ESO no estoy enamorada de él... a él lo quiero de papá. ¡De papá!

Pero ¡yo sí tengo papá!

Y la única razón que me impide acceder al impulso de tener un bebé by myself (ok, y que no tengo trabajo) es la culpa que me provoca pensar que yo sí tengo papá y mi papá sí me quiere

***

En el sueño, se bajaba él del vagón con su hermosísimo hijo del Líbano, y me quedaba yo sola ahí. Ese es otro sueño raro, que he tenido muchas veces: me pierdo dentro del metro, un metro extraño que le exige a sus usuarios pisar, con cuidado, las vías. Porque es un metro lleno de extraños túneles, puentes, con caminos arbitrarios parecidos al cuento de El Guardagujas de Arreola. Aunque en este sueño estaba yo en un lugar tal que, al abrirse las puertas del metro, descubría que yo estaba del lado equivocado y no me podía subir. EQUIVOCADO. Yo sabía que alguna pendejada había cometido y por eso estaba ahí, bajo la lluvia, viendo como se abrían y cerraban las puertas del tren, y sabía que, si no me podía subir, es porque la había cagado. Por irme detrás del malvado hombre pelirrojo, de ojos amarillos y que, al final, me había dejado con un juicio terrible sobre los hombros. 

***
Entonces desperté.

Y recordé sus ojos verdes y su cabello blanco. Y sus hijos con la piel blanca como la nieve, las mejillas encarnadas como la sangre, y el cabello negro como el ébano. Y que nunca, nunca, nunca, me ha tocado y ni lo he tocado, y que el único abrazo no virtual que me ha dado fue el día de mi examen, cuando se supone que todo mundo se abraza... y comprendí que había tenido una pesadilla... así, tal cual las define Freud, y mi yo-auriga respiró tranquilo.

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