02 mayo 2014

Once upon a time...

Este será un post largo, como eran los post que escribía cuando no había FB, ni había Twitter y ni siquiera tenía internet en mi casa y bajaba al cafecito-interné de la esquina, una vez a la semana, y usaba una larga hora de a veinte varos en contarles mis emociones y aventuras de cada semana. 

En todo caso, éste pretende ser un post conmemorativo de cuando los blogs estaban en el otoño de su Edad de Oro, y me la pasaba leyendo yo a Livi Jazmín y aquél texto magistral que escribiole a cierto profesor de Historia III. Ni en mis más calenturientos momentos epistolares conseguí nada que se acercara tan siquiera un poco a la perfección de aquél texto primordial... y eso que lo intenté con el mismo víctimo de Livi... digamos que con él hice mis pininos bloguísticos.

Nunca jamás logré la magistralidad de Livi, ni con el víctimo prestado ni, luego, con mis dos siguientes víctimos.


...mis dos siguientes víctimos.


Ellos eran totalmente diferentes del víctimo primigenio, cuyo carácter escandaloso y exhibicionista podría interpretarse como clara seña de una filiación paternal entre él y yo, máxime que él me presentó a Plotino, causa de mis desvaríos helénicos y mis fantasías medievalistas. Ensayé con él mis primero azotes con público... fue una gran escuela.

Pero ellos no. Siempre de bajo perfil, huyendo de las fotos y las confidencias públicas, siempre con la muy arrogante pero discreta consciencia de su galanura (y en la edad preciosa y precisa: recién pasados los cuarenta), discretos hasta la exageración un día se descubrieron expuestos, cual ranitas en disección, en este blog.

Han pasado demasiados años desde entonces. O mejor dicho, demasiadas cosas. Mientras leía algunos posts muy viejos (aquellos que tenían comentarios de una pequeña comunidad, ahora emigrada al FB o al TW) me di cuenta de lo feliz que era en ese entonces. Y, para mi gran sorpresa, al leer los viejos comentarios del Danilo me di cuenta de que a ése de entonces le tengo mucho aprecio. Era entonces una bella persona. O, bueno, no sé cómo sea ahora. Pero puedo decir con tranquilidad que a ese sí lo quería mucho, sí era amable (en ambos sentidos de la palabra), era muy querido como diría uno de mis víctimos...

Ah, sí. Pero el asunto trata de los víctimos.

Tenían sus respectivas etiquetas en el blog (no recuerdo si en éste o en el otro. El otro blog lo escondí cuando el Dr. G. H. me informó, en Coyoacán, que los había descubierto... a ambos blogs... y el otro era un poquitín más... ejem... más... ¿cómo decirlo? ... cachooOOoondo). Bueno, eso. Entonces tuve que crear otras etiquetas para distinguir qué le escribía a quién. Y las etiquetas, como ustedes sabrán, son:

VALERIO
(alias Demiurgo)


LOBO

lo cual nos remite a la caricatura que salía en la Jornada Niños llamada "El lobo Valerio" pero que fue pura coincidencia y no tiene nada qué ver con estas etiquetas, pero siempre que pienso en ambas, viene ese recuerdo a mi cabeza.

Y claro, si usted no está enterado de la tortuosa historia del blog y de mis pobres víctimos, se preguntará ¿por qué les puse así a cada uno? Y la historia es un poco decepcionante, al igual que resulta la historia que le cuento a la gente de porqué son "esponjita": "no se me ocurrió otra cosa". O bueno, la historia del nombre de Valerio vale más de la mitad del blog y una terapia psicoanalítica completa, pero la de Lobo es fácil: era el tema de tesis. El miedo que las ovejas sienten por los lobos... eso, y esta imagen:

Hagan de cuenta que él es así, pero en humano.

Luego, muchos años después, llegué a la conclusión de que una imagen más precisa de él, sería esta:

Y ahí me tienen, yendo hasta Ermita...


 ...Iztapalapa 
tras sus pasos.

Pero, siendo honestos, la etiqueta tenía qué ver con el ovis timet lupum al que le dedicaría los siguientes 5 años de mi vida.

En fin ¿qué puedo decir? Yo estaba tranquilamente estudiando alemán y me metí al blog y terminé escribiendo estas memorias sobre mi pasado antes de encontrarme a los víctimos. Y ¿a qué vino tanta memorización? A que me dio una tremenda añoranza por aquellos años en que todo era brillante y maravilloso para mi. Cuando recién me fui a vivir sola, di clases por primera vez (¡ah, terrorífica experiencia!), vivía con el Danilo, al que quería y en cuya columna vertebral comencé a tejer mi identidad... y luego, como un rayo cortazariano que me dejó tumbada en el piso, me los encontré, a ambos víctimos, y de cada uno, en momentos y de modos diferentes, me enamoré hasta la médula de los huesos... quedó herida la espina dorsal por el impacto del rayo, y luego la partida del Danilo terminó por quebrarla en mil pedazos.

Y, bueno, dejemos el drama. El chiste es que logré levantarme (con la ayuda de muchos pero, sobre todo, de ese dulcísimo varón etiquetado como Valerio), y aquí estoy, rumiando una serie de recuerdos con los que quisiera saldar cuentas antes de continuar el camino.

A continuación leerán ustedes una serie de recuerdos que tengo de LOBO. Nos detendremos en le recuerdo a partir del cuál será correcto emprender el viaje hacia su ermita, en Iztapalapa.

1. Sentado de perfil, la luz entrando a raudales mostrando la intrincada superficie de su iris (que da miedo de tal clara, tan rara, tan exótica... sí, sí son verdes M. E., tenías toda la razón). Se ríe, tímido. Nunca deja de ser tímido. 

Más atrás

2. La explanada de Iztapalapa. Me ha perdonado. Me pregunta porqué llevo zapatos rojos (en realidad pregunta por el cambio de look). Después de años, me sonríe con alegría.

Más atrás

3. De la banca del parque vamos hacia el café. Del café hacia otro café. De ese otro café al otro parque –porque los secundarianos no nos dejan ni hablar–, de ese parque a otro café, de ese café a otro parque, hasta cubrir el kilómetro y tres años que media de Av. Insurgentes a Av. Universidad y Pilares. En Av. Universidad y Pilares nos vimos para elegir de qué trataría la tesis. 

Más atrás... un año antes...

4. Se quede haciendo como que mira el estante de libros, y que vea yo como mira de reojo, y cómo se desespera porque no me acerco (y me tiemblan las rodillas, y me dice J. que no sea idiota, que me acerque, y a mi me tiemblan las rodillas), y que luego se meta a la facultad y que, un minuto después exactamente uno, salga y me mire con el rabillo del ojo durante un segundo. 

Vamos entonces más, todavía más atrás. 

5. Estoy esperando en las escaleras a que llegue el nuevo profesor que lleva media hora de retraso (¿quién se cree que es? ¿es como todos son acá? ¿llegar tan tarde el primer día? ¿quién se cree ese señor?) Y luego ver una cabeza, como todas las cabezas que has visto. Por el color y la cantidad de cabello calculas más de sesenta años (y no te fijas en la velocidad a la que sube) y, luego el rostro no corresponde en nada, en nada... y te quedas boquiabierta y lo sigues con la mirada, y tardas un largo, larguísimo minuto en razonar que ESE es tu profesor, que llegó media hora tarde el primer día de clases ¿quién se cree que es ése? 

Vámonos más atras.

(¡A caray! ¿Más atrás?)

6. Estoy en el departamento del Danilo en Gabriel Mancera, cuando aquella era también mi casa, y la Dominga, correteando por la duela, era también mi perra. Y es de tarde y estamos viendo a qué materia me voy a inscribir. Y encuentro un nombre lleno de diéresis y dobles consonantes. Y dice el Danilo "¡Ah! nada especial: le hice una pregunta en el seminario de L. B. y no me contestó lo que le pregunté!". Y yo le digo "¡Pero mira el tema! ¡Es lo de la tesis! ¡El intelecto!" ... ¡tantas diéresis!

¡Ahí!


...en ese momento.


***




Luego acá comenzaba a chingarse la cosa: 



Pero luego un afecto irremediablemente venció al otro
(a según yo):


Y, finalmente, acá valí madres:

(y ese fue el post que vio G. H. y fue cuando me enteré que
alias Valerio me leía, y así... etc, etc. )

Bueno, yo sigo estudiando alemán. 

Atte: 

Esponjita conmemorativa.

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