07 julio 2014

Fluxo Verbal

Te voy a contar una historia. Es un cuento tonto, y en realidad es lo primero que me viene a la cabeza. Sí, casi como si estuviera dormida... pero llevo veinte minutos o quizás media hora tratando de leer un texto sin poder entender una sola línea. Entonces lo que me pasa es que mi cabeza se va por la libre. Sí, como si fuera un sueño, pero sin lo vívido de los sueños: sin colores, sin emociones (¿Verdad que se sueñan emociones? ¿verdad que sí? A veces una tristeza infinita, a veces una alegría inmensa. Pero lo más común es, creo, la plenitud. Soñamos la plenitud y a veces la confundimos con el amor. O quizás es que se nos llega el sentimiento ése y luego ponemos alguna cara para justificar aquello... ¡qué se yo! También soñamos que volamos, o respiramos bajo el agua, y en realidad todo no es más que soñar la plenitud. Sueños estúpidos). Pues te decía: se me fue la cabeza por la libre y, sin colores ni emociones, se puso a tejer solita. Y se me ocurrió una trama muy boba. Los personajes son Él 1, Él 2, la Güera y Ella. No, espera ¿para qué los números? Al inicio del sueño (digo, del sueño en vigilia) ambos son buenos, pero luego uno se hace malo, muy malo. ¿Por qué? Porque estoy celosa de la Güera. Sí, sí, Ella soy yo, pero viene a contarte el cuento, no a psicoanalizarlo. Entonces "Él 1" es El Bueno y "Él 2" El Malo. No, no hay feo. Ella está con el Malo. Todavía no es malo, hasta que aparece la Güera y algo le comenta a Ella y a él. ¿Qué? Ni idea. O ya se me olvidó, yo sabía qué era y ahorita que lo escribo se me borró. Pero aquél evento hace que Ella se dé cuenta de que el Malo es el Malo, o sea, que tuvo sus queveres con la Güera (hace miles de años, eso es importante aclarar). Claro: lo que les dijo no era suficiente para semejante inferencia. Hacía los miles de años esos, la Güera había dicho algo que Ella, que es medio estúpida, no comprendió sino hasta justo ese momento. Entonces, justo en ese instante precisísimo cuál Deus ex Machina, llega El Bueno, quién se da cuenta de que algo no anda bien en esa muy awkward situation (¡me encanta la palabra! Es de mis palabras favoritas en inglés, porque se ve como se siente: embarazosa). No sabe qué pero sabe que algo pasa. Entonces El Bueno y Ella se alejan y Ella le acaba confesando al Bueno (¿por qué? no sé: se necesita otro Deus ex Machina, porque el Bueno no es tan bueno) que se le ha roto en mil pedazos el corazón, no porque ella hubiera estado enamorada del Malo, o algo así, sino porque acaba de descubrir que los guapos sólo andan con guapos, y que a ella le está negado ese mundo superior. Ella se ha dado cuenta, le dice al Bueno (que también es guapo), que está condenada a vivir en un mundo donde la gente no se busca entre sí porque se deseen mutuamente, sino porque el autoconcepto que cada uno tiene de sí mismo está tan disminuido, que sólo buscarán a otros disminuidos como ellos. Pero ella no quiere estar con alguien que ella misma considere disminuido: quiere estar con quien desea. —Bueno ¿y lo deseas? ... pregunta el Bueno. Y fue en ese momento en que desperté de la ensoñación. O más bien, fue el momento en que ésta se puso lo suficientemente bizarra como para que me diera cuenta de que llevaba 15 minutos viendo la misma secuencia de palabras y que, simplemente, ya no entendía nada. Además estaba anegada en llanto. ¡Sí, en llanto! ¡Porque todo aquél discurso autoconmiserativo me provocaba un hondo placer y, a la vez, unas terribles ganas de llorar por lo triste que era. ¿Placer? Sí, sí... un raro placer. Quería dejarme arrastrar por las lágrimas. Pero la ensoñación tenía un plus: el Bueno pasaba su mano sobre mi cabello (y la ensoñasión veía el cuadro desde arriba y me permitía verme a mi, reclinada en una mesa sobre mi brazo derecho, y a él acariciándome el cabello, y la "cámara" –sí, la "cámara": mi imaginación opera cinematográficamente, obvio– sólo me permitía verle su cabello chino y oscuro, su mano, y mi cabello esponjoso y lloroso). Y "el Malo" desaparecía ya y no era relevante. A ese "Malo" que es el "Bueno" cuando el que me hace retorcerme de celos es el "Bueno" que, entonces, se hace malo. Y así fue. Ese es el cuento que quería contarte. Soso, tonto, pero lleno de emociones disparadas y carentes de sentido.

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