10 septiembre 2014

Eva no perdió costilla alguna.

Por casualidad me enteré del chisme de Pedro Ferriz de Con. Yo de él sé muy poco: para mi es el hijo de Pedro Ferriz Santacruz, porque mi abuelita leía sus libros sobre los ovnis, y yo veía un programa nocturno que tenía los sábados. Por esa razón supe que el hijo de Pedro Ferriz estuvo atrapado dentro debajo de un escritorio (y de un edificio) en el temblor del 85. Luego supe que se llamaba igual que su padre, y razoné que, gracias a los dos apellidos que tenemos los hijosdealgo hispánicos, no tenía porqué llamarse Pedro Ferriz II. Y tiempo después supe que era periodista y hasta ahí párenle de contar los conocimientos sesudos que yo tenía de ese señor. 

Entonces, por un feminituit indignado de una amiga, me vine a enterar del chismajo: que le puso el cuerno a su mujer, y que ofreció algo así como una explicación pública en un video de youtube... lo cuál se me hizo totalmente desproporcionado... hasta que ¡ah, maldita suerte la mía! caí en las grabaciones telefónicas de las discusiones entre él y su amante. Y me eché los tres minutos del chisme. Luego, llena de morbo, busqué otro video donde ella comenzó a hablar de ¡un flujito! y le paré: eso ya era el colmo. Pero más adelante me vine a enterar de que no solamente los grabaron –cual si Señor de las Ligas se tratara– sino que había fotos de su carro entrando y saliendo de un hotel. ¡Zas! Quien sea que lo haya espiado y recopilado pruebas, tenía más presupuesto que el CISEN. Y como no tengo idea de la actividad periodística del señor, le pararé aquí a mis elucubraciones. 

El caso es sumamente interesante: en un país donde se asesinan cotidianamente periodistas y la libertad de expresión es un lujo aún mayor que tener un salario decente, un periodista es expuesto en un vulgar desliz extramarital, y la saña con que es expuesto –y peor aún: las entrevistas que le hizo Fernanda Familiar a la pobre cornuda– parecieran ser un último recurso para darle vida a una opinión pública que está hasta el hartazgo de colgados, desaparecidos, y discursos mediáticos embotados. 

Pero el asunto que me interesa es uno muy asaz diferente de la cuestión política y los trasfondos tenebrosos detrás del espionaje y la publicidad que se le dio. Me interesa hablar aquí de aquello que hizo de esos videos y entrevistas tan suculentos para la opinión pública: el quid del chisme. El temor y la conmiseración que esa comedia-tragedia movió en los corazones de quienes la atendieron ya hartas de la pésima calidad de las actuales telenovelas de televisa. 

El tema, pues, es el triángulo equilátero entre una esposa fiel y solidaria –la que dio la entrevista a Fernanda Familiar–, una mujer que quiere un hijo y le reclama el ser vil objeto sexual a su amante casado, y el casado que se avienta a tener dos relaciones, que impone y acepta reglas que son inútiles cuando la realidad finalmente comienza a llegarles a las rodillas. 

*dramón*

Me llamó la atención que la amante (participio activo del verbo amar) le reclama que, por haber andado con él, lo ha perdido todo. ¿Qué perdió? La posibilidad de tener un hijo, su trabajo y la posibilidad de encontrar una relación estable, pues la pobre mujer, desdichada y abandonada a su suerte, es soltera y tiene más de 30 años. A ver, analicemos, paso por paso, cada punto (total: es mucho más fácil que la prueba que Goedel da de su teorema de incompletud... al menos eso pareciera).

Punto 1: el significado de todo
Si nos ponemos Freudianos, descubriremos que la mujer lo ha acusado de haber perdido la salud mental, pues ésta es definida por Freud como la capacidad de amar y trabajar. Nótese que ella no le reclama haber sido sumida en una neurosis destructiva, sino haber sido privada de las condiciones materiales para realizar su ser: amar y trabajar. Es decir, la corrieron (como suele ocurrirle, es este país machista, a las amantes de señores casados con más poder que ellas en el mismo lugar de trabajo). Y alcanzó la temible edad donde es imposible iniciar una relación estable que, además, provea del elemento fundamental que hace a la mujer, mujer: tener hijos. 

Bueno, no... no fue exactamente así. Ella le reclama que no le ha cumplido lo del hijo. Pero sí le dice que es por su culpa que ella tenga más de treinta años y esté soltera (con amante, pero soltera, porque el amante ya está más que casado). 

Lo de la pérdida del trabajo es corolario del elemento fundamental, según Oscar Wilde, del sexo: el poder. Dice Wilde que todo tiene que ver con el sexo menos el sexo: ése tiene que ver con el poder (aquí inserte todo lo que yo desconozco de Foucault y el porqué debo ponerme a leerlo). La amante de Gobbles terminó siendo espía en el tercemundístico no alineado México de los cuarenta, porque la pobre era la amante de Gobbles el cuál, para salvar su matrimonio, corrió del país y del continente a su cariñito escondido. Lucía Méndez se fue a grabar telenovelas en Argentina. Total que perder el trabajo es un mal menor –que sólo muestra el poder menor de Ferriz de Con– comparado con ser exiliado. Así que el asunto en sí no tiene tanto qué ver con el machismo como con la capacidad de ejercer el poder, y la estrategia de cortarle a otro las aspiraciones antes que perder la propia cabeza. Que sean varones los poderosos parecería ser un elemento casi accidental... 

casi

Porque el que eso le ocurra a las amantes sí está amparado en un discurso donde la malévola Eva tentó al tentable (que no tentón) de Adán. El dedo señala a la mala mujer, a la rompesacrosantasfamilias y a todo mundo le parece bien que la pena recaiga en ella, que ya no tiene nada qué perder (pues la virtud parece mayor que la fuente laboral), que sobre la heroica, mártir y virginal familia. Sin embargo sospecho que si una mujer suficientemente poderosa se encuentra en una situación similar, el amanto será el despedido. Los tiempos cambian... 

El otro tema, pues, es el de la pérdida de la capacidad de realizar el amor. Es decir, el te di mi juventud y me has dejado desposeída de –como melodramáticamente le dice la esposa a Fernanda Familiar– del futuro de pasar una apacible ancianidad tomados de la mano. 

Es una verdad estadística –quiero suponer– que conseguir pareja después de los treinta años, para una mujer es un calvario. Lo poco que me ha tocado vivir está relacionado con declarar la edad y ver huir, en carrera presurosa, al joven mancebo que minutos (o días, o semanas, o ¡cabronsísimo cabrón, durante meses!) pareció mostrar interés. Es verdad: se necesita ser una mujer de cierta madera para que la edad no resulte un estorbo horrendo al momento de tratar de construir o reconstruir una relación de pareja. 

Sin embargo la estadística no sólo es la causa de la vulgar edad (a mi al novio me lo bajó una mujer mucho más cercana a la menopausia que yo), sino de un súper poder que poseemos las mujeres, y del cuál advertía mi sabia Abuelita. Al recordar sus sabias palabras una angustia me abandonó, y comencé a comprender mucho mejor al mundo. 

Mientras una mujer está emparejada no es capaz de comprender la profundidad de esta verdad. Si el emparejamiento es feliz, ni siquiera tiene porqué pasar por su mente la cruel realidad a la que ella, por su condición de Eva, está sometida (aquí el ser Eva también es cuestión de estadística). Cuando una pareja está enlazada, los vínculos que mantienen a cada uno de los elementos cohesionados es parte integral de su identidad. Sí, de su identidad personal: de cómo se ven a si mismos, de cómo se relacionan con el mundo, y de cómo configuran al mundo en el cual viven. 

Como dice el sapientísimo Igor Caruso, al romperse una relación amorosa no sólo pasamos el duelo de perder a quien más cerca tuvimos de nosotros mismos, sino a ver cómo hemos muerto en esa persona. Es decir: una parte de nosotros, tan fundamental como las piernas o la vista, nos ha sido amputada. Y es por ello que el dolor es inenarrable –o como diría el adolorido Alcibiades en el Banquete, sólo quien ha sufrido la mordedura de una serpiente puede entender a otro recién mordido.

ay

Entonces tanto él como ella buscan, desesperadamente un sustituto, lo que siguiendo nuestra metáfora, no sería sino una prótesis para poder volver a caminar y ver. Y, estadísticamente hablando, son los señores varones quienes consiguen el prodigio con mucho más rapidez, éxito y facilidad... o al menos rapidez. 

Hasta aquí no parece haber un elemento privativo de las Evas: nos pasa a los dos y, por alguna razón, la tarea es más fácil para unos que para otras. ¿En qué consiste, pues, el elemento propiamente femenino de la historia? 

Al perder la antigua relación, uno se libera. Pero aquello de lo que una se libera es probablemente diferente de lo que él se libera. ¿Será una cuestión psicológica, cultura, educativa? Quién sabe, pero el caso es que muchas en nuestros años veinte, al encontrar al amor de nuestra vida, encadenamos algo mucho más fundamental y precioso que lo que ellos encadenan. Imperceptiblemente nos cubrimos la cabeza para la gloria de nuestro señor, quién es imagen de Dios y la lleva descubierta. Hacemos, como la santa Ruth, de su proyecto el nuestro, y consideramos deseable y hasta natural que nuestros proyectos se unan... y renunciamos a muchas cosas, sin sentirlo, en favor del proyecto de él

(y es por eso que, cuando pasa de manera inversa, yo me sorprendo)

Así que las ridículas Evas que, al perder el marido creemos haber perdemos también la cabeza, al quedarnos solas, lo que recuperamos es mucho más de lo que hemos perdido... recuperamos nuestra propia cabeza. 

Claro: uno se las ve negras cuando ya no puede echar mano del todopoderoso varón capaz de arreglar el motor del vocho, o de pedir un libro a una editorial (y una termina escribiéndole un correo urgentísimo al pobre asesor –acá la transferencia es paternal– para que le explique qué dice en esa horrorosa página que está en alemán). Una ya no tiene a quién leerle cinco páginas del capítulo de la tesis, de preguntar cómo se traduce esto de acá... una ha perdido la cabeza. 

Pero pronto tiene que enfrentar por si misma todas aquellas cuestiones. Y el día en que finalmente puede pedirle a la Verlag el De homine, ha descubierto no sólo que no necesita un varón para cambiar un foco o para abrir un frasco de pepinillos (la oscura referencia es a una caricatura de Cartoon Network, porque yo jamás he tenido que abrir un frasco de tan exótica comida gringa) ... (además ayuda tener un papá que viene a ponerte los cortineros). 

Y una vez que una puede por sí misma hacer lo que no podía... y una vez que la identidad propia comienza a resanarse, descubre que lo perdido fue un enorme lastre vital. Porque una –sin que el otro se lo haya pedido– le otorgó el poder sobre el propio destino. Cuando una descubre que hacerse responsable de sí misma no es tan difícil, entonces una ya no le ve necesariamente mucho caso a eso de tener marido. Sí, sí: se extraña quién te haga piojito. Pero al ya no extrañar quién te confiera el título de Doña señora esposa del Señor de la cabeza descubierta, entonces ¿como para qué volverse a echar semejantes cadenas a los tobillos? 

La frase sapientísima de mi Abuelita era: las mujeres saben estar solas. Los hombres no

Quizás aquí habría qué acotar. Habría que decir que, cuando una al buscar marido deja de buscar cabeza y comienza a buscar... qué se yo... ¿compañero? la cosa puede ser muy diferente. Para empezar, la búsqueda ya no es por una prótesis para poder vivir... así que pierde prioridad. Mucha prioridad. Y muchas veces resulta más económico asumir que si llega, ya llegará que poner todas las energías en ello. 

Bueno, pero ¿cómo pasamos del malhadado Ferriz de Con a las nociones esponjoanalíticas de "perder la cabeza" y "recuperar el arbitrio sobre la propia vida? 

Por los reclamos de la amante y la esposa

La amante le recrimina a él el haberle quitado la posibilidad de ser una persona completa, esto es: de tener un hijo y una familia. La esposa le cuenta a Fernanda Familiar cómo ella no es sin su marido, y cómo no son dos personas distintas, sino siempre una conjunción. 

Y al oírlas me quedó claro que ambas se disputan una cabeza. Que temen no encontrar jamás una prótesis de cabeza para dirigir sus vidas. 

Entonces me llevé las manos al cuello y pensé: he aquí que tengo cabeza. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante su reflexión, al igual que usted me llegó el chisme a los ojos y oidos la semana pasada y al tratar de ir escarbando mas me dí cuenta de que la maraña era aun mas enrredada de lo que parece.

Hechando un poco el chal...

Aun no estoy muy seguro de que la "amante" tenga treinta cuanto que algunos dicen que tiene 43 e incluso especulan sobre que "los medios" le han bajado la edad para hacer el asunto mas morboso.

Para mi el asunto de la edad "quizas" me resuelva el hecho del supuesto tratamiento de fertilidad que se menciona entre lineas en una de las llamadas telefónicas.

Las cuales ignoro si son legales pero eso no entra en la Litis del chisme.

Parte de ese reclamo de que se ha quedado sin nada en el aspecto sentimental, se dice que también es por que la Amante tenía una relación seria con un ex-conductor del canal 11 y al enterarse de la pequeña indiscreción de la futura esposa rompió el compromiso que tenía con ella.

Laterlamente al tema en lo que respecta al mes de Julio y parte de Agosto Don Ferriz de Con recibió los golpes fuertes y definitivos para restarle creedibilidad y retirarlo habilmente de los medios. Por su puesto que el mas fuerte fue su infidelidad, seguido por el choque de su hijo en la Roma mientras conducia el Porche de "Papi" y la tercera es una supuesta investigación federal por cobrar medio millon de pesos por una conferencia en uno de los estados de la república.

Al final, todo es una maraña de pelos mojados.