07 julio 2015

Epicuro y los botones.

Wer sich selbst verachtet, achtet sich 
doch immer noch dabei als Verächter.
—Frederich Nietzsche




¿Y usted quién es
¿Ya plantó su árbol, tuvo su hijo... escribió su libro?
¿Ha visto finalmente su nombre brillar en las marquesinas?
¿No va su fama, de boca en boca, multiplicándose entre los hombres?
¿Al menos se ha vuelto llaga dolorosa en alguna memoria?
¿Ha logrado ser alguien?

¿No?

¡El horror!

Nadie lo admira, nadie lo ama. Nadie le está profundamente agradecido. Nadie ha dicho de usted "éste ha cumplido", y nadie ha quitado del lomo el fardo de débitos y culpas por no haber vivido como debe ser. Ni un enemigo tiene, ni por usted ningún llanto ha sido derramado. Nadie ve con envidia su boleta de calificaciones.

Entonces permítame darle su diagnóstico: ustedes ¡es un botón!

Y ¿sabe usted qué le pasa a los botones? ¡los funden! Ya nos lo enseñó Ibsen por boca del atormentado Peer Gynt: cuando llegue el último momento, y utilice su último crédito en su última bocanada de aire, será fundido como un botón de plata y será reducido a la nada. De usted no quedará ni la memoria.

Y ¿no se siente un poquitín mejor?
Piénselo: usted no le importa a nadie.
¿No se siente un poquito más libre?
¡Ah! ¡¿cómo?! ¿no?
Entonces déjeme explicarle las ventajas que tiene el ser un botón sin importancia.

Mire, primero que nada, usted no le debe cuentas a nadie. ¡Es verdad! ¿No me cree? Pues dígame ¿ante la mirada de quién debe usted representar semejante papel de persona exitosa? Piénselo: si usted no le importa a nadie ¿cuál es la necedad de imponerle la mayúscula a semejante pronombre indeterminado y vacío? Ahí va Nadie, queriendo y amando, y admirando a todo mundo. Eso no tiene sentido ¿verdad?

Entonces me dirá usted: Es ante mi mismo. Ante mi propia mirada. Y he aquí que usted tiene un código moral altísimo y sumamente estricto, una enorme viga con la que mide y, sabe usted, tarde o temprano será medido. Y a esa vara usted la admira mucho, porque con ella le da orden al mundo, y mide a los pequeños, a los grandes y, al final y en el momento más trágico, se mide a sí mismo. Pero entonces asúmalo: usted no es importante. Y si no es importante, ¿por qué habría de serlo aquella enorme viga con la que mide a todos? Y, por lo tanto, ¿por qué habría de ser importante dejarse medir a usted mismo?

Usted no es importante. Es un botón. Y el día en que se agote su crédito y dé su última bocanada de aire, será fundido y desaparecerá para siempre. El tiempo que le fue dado para vivir es, por lo tanto, todo suyo, y no le pertenece a una posteridad en la cuál usted no tiene lugar porque ya no será nada... ni siquiera un botón.

¡¿No es grandioso?!

¡Todo este tiempo es única y exclusivamente suyo para que haga con él lo que usted quiera! ¡lo que le venga en gana! ¡Este tiempo es sólo suyo y no se lo debe a nadie! No se lo debe a Nadie. Ponga a trabajar a su imaginación para que este tiempo sea realmente... divertido.

Porque aunque usted realmente lo quisiera, su tiempo en este mundo es limitado. Y aunque plante al árbol, tenga al hijo o escriba el libro; aunque su nombre, como el de Mozart, brille durante siglos en las marquesinas de todas las salas de concierto; aunque su ausencia sea llaga en el corazón de alguna idiota; aunque su fama, de boca en boca, se multiplique constantemente entre los hombres... aunque Todos digan que usted fue Alguien... usted ya no será nadie para disfrutarlo porque estará bien muertito. No por mucho madrugar amanece más temprano, y no por mucha fama conseguida alargará ni un segundo su existencia.

Usted es un botón. Usted no es importante. Disfrútelo... mientras pueda.




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