01 septiembre 2015

Soñar con tesis y con fiebre.

Soñé que entraba en una foto antigua, la cuál era parte de un documental sobre unos artistas surealistas que visitaban México durante los años cincuentas, y a los que invitaban a la casa de Silvia Pinal. No, momento: el sueño empezaba antes: yo solicitaba una tarjeta American Express ¡y me la daban!. Y en el justo momento en el que me la daban me arrepentía absolutamente ¿para qué quería yo semejante inutilidad? ¡Claro! porque no tiene límite de crédito ¿y qué tal si me pasa algo terrible en el extrajero? ¡con ella saldría del paso! Y ¿luego? ¿cómo pagaría? Entonces me metía a la página de internet de American Express, la cuál se transformaban en la casa de Silvia Pinal llena de artistas famosos de los años 50's o 60's: John Lennon es el único que reconozco ahora despierta... y Dalí. Pero todos los demás eran inventos de mi cabeza. Incluyendo una pareja de gemelos que hacía comedia muy ruda (sobre todo para ser los años 50's), y que justo en esa fiesta había asesinado a alguien... obvio, lo que estaba "viendo" era un documental sobre ese asesinato. De pronto, alguien me perseguía y estaba en una especie de plataforma de clavados (sí, aún en la casa de Silvia Pinal)... no, momento, era la cabeza de una escultura de 10 m de altura, y abajo había una piscina. Y soñaba que me tiraba, pero me golpeaba la cabeza con el brazo de la estatua... al caer en el agua me preguntaba si ya me había muerto o estaba a punto. 

Luego, quién sabe cómo, estaba en SLP, donde un amigo de Uruguay venía de viaje. Nos la pasábamos cantando canciones de Regina Spektor pero él se tenía que ir con mucha prisa porque lo estaban esperando su mujer y sus hijos, y yo le decía que me bajaba en la siguiente parada, que no se apurara: que yo sabía perfectamente cómo llegar de ahí a mi casa. Pero ¿cuál casa? Ya no existe esa casa... al bajar, me encontraba un pasaje medio abandonado lleno de pasto por todos lados, y que olía a orines. Junto a mi iba otra chica: había que cruzar el parte para llegar ¿a dónde? tampoco me quedaba claro, sólo sabía que del otro lado ya se me ocurriría qué hacer. Pero ¡el horror! El tal parquesito ese estaba rodeado de unos maleantes que comenzaban a perseguirnos a la chica y a mi. Y mientras nos trataba de robar las cosas (y hacer otras cosas) yo de pronto ya no podía respirar: se me cerraban la nariz y la garganta, y por más que abría la boca, no me entraba el aire. 

Entonces desperté. 

No hay comentarios.: