14 enero 2017

Sí existe.

En noviembre este blog cumplió 10 años, pero yo estaba llegando a Alemania y no tuve cabeza para venir a contar mis aventuras. Creo que estaba en estado de shock. Pero como de plano no puedo ponerme a redactar mi primer capítulo haré lo que Fru me recomendó: escribir en el blog. 

Lo primero que tengo que declarar es que Alemania sí existe contra todo pronóstico... al menos existe hasta la frontera con Polonia. Hasta que el avión aterrizó en Múnich comprendí que no había caído en el vientre de un agujero negro, porque me sentía como saltando hacia la nada. El día antes de salir desperté llorando. Pero para ser el vientre de un agujero negro, Alemania ha resultado el lugar más cálido y amable del universo y, sobre todo, el Instituto Albertus Magnus que... pues... que es mágico. 

Alemania es enorme, altísima como las torres de la Catedral de Colonia. Llegué justo pasado el equinoccio de otoño, cuando la calles se llenaron de hojas rojas, como las que describe Alberto Magno en el De homine, y lo que constantemente me recordaba que estaba en otro lugar –más probablemente dentro de una caja de televisión, en un programa del Canal Once o del Canal 22– era el constante graznar de los cuervos y el imponente sonido de las campanas que lo inundan todo. 

El Instituto es extraordinario, sobre todo su gente. Su director (H.M) fue a recogerme al aeropuerto e hizo acto de presencia con mi nueva casera para que todo estuviera en orden. Y si no bastaban todos esos cuidados para que no diera yo crédito del magnánimo ánimo de los medievalistas que me rodeaban, finalmente me encontré con mi anfitrión... oh... 

Ya les platicaré de eso. Ya les platicaré también cómo es que estoy aprendiendo paleografía gracias a las dos horas DIARIAS que H. A. me dedica, junto con un plato de galletitas y una taza de té. Ya les platicaré de los ejércitos de copos de nieve que me atacan cuando salgo del U-Bahn, de como mi arma secreta es Englisch? ... ya les contaré... 

Feliz cumpleaños, blog. 
Feliz cumpleaños, esponjita.

2 comentarios:

Carlos Eduardo Pérez Mejía dijo...

Es una pena que academia frustre tantos buenos prospectos literarios. Tanto cuando los acoge con cariño como cuando los expulsa de su seno

Alviseni dijo...

cuervos!