La verdad estoy pasando un feo momento psicolóquico. La gran diferencia con antes, empero, es que ya sé cómo salir. O al menos sé que tengo que salir y que ponerme a quejarme no va a resolver nada.
Como sea, anoche tuve unos sueños que demuestran que mi inconsciente ya se deschavetó. Y no, no les contaré el sueño. Baste decir que he descubierto un tema recurrente, y lástima que no tengo cerca al psicoloco para contárselo. Pero ¿de qué serviría? me diría: y a tí ¿qué te hace sentir eso? y más bien me da morbo que, como si mi sueño fueran cartas del Tarot, me dijera: 'Sí, has soñado con fulano, mengano y ¡sutano! ¿Qué hay en común? pues X. Luego, sueñas con la situación Y. Pero ¿cuál es el trasfondo? Tú quieres XY porque en realidad quieres Z. O porque la franca verdad quieres escribir un cuento donde gracias a XY obtengas Z. O quizás simplemente te da menos angustia soñar con XY y Z que con AAA y A (Alberto, Aristóteles, Averroes y Avicena).
Como sea, ya no le tengo tanto miedo al miedo (digo, ya eran muchos miedos). Seguiré con la terapia auto-ayuda que, para eso, los filósofos nos pintamos solos. Y diré: nada es tan importante porque todo es importantísimo. Pero primero es lo primero.
Y como mantra, me lo llevo para volver a trabajar y vencer al miedo. Porque lo que descubrí es que sí puedo. Y no hay monstruo, por más terrible que parezca, que me pueda quitar la soberanía sobre mi misma. Ya no tengo cinco años, ¡demonios! y debo aprender que su no-existencia tiene algún tipo de importancia ¿no?
Astedes saben: yo no soy católica, ni siquiera cristiana. Ni siquiera por convicción (yo me esforcé por creer en varios periodos de mi vida). Pero tengo mi irracional creencia en la divinísima Fortuna y la interpretación que de ello hacía mi abuelita: "tienes tu estrella, confía en ella". Y voy, toda confiadota, a enfrentar el último cabo de esta enorme manta que es... el futuro.
Y ¡Viva Abulafia!
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