Tirada en cama, mira el reloj. Las fuerzas la abandonan: la garganta inflamada y un poco de fiebre. Pero hay otra cosa, sólo que no queda definido qué. Está a punto de claudicar, taparse con las cobijas y dejar que el martes corra. Pero sabe que él estará ahí. Su sol. Y cual limadura de hierro se levanta y describiendo curva trayectoria, danzando va en pos de su encuentro.
Y luego, tiembla la tierra...
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