En los últimos doce años de mi vida sólo tuve huevos (y sí, HUEVOS porque ese es el nombre propio de los ovarios. Los otros lo son por homonimia) para hacer una cosa. Todo lo demás fue un no hacer. Y hoy me cayó el veinte, y durante cinco kilómetros le estuve llorando al hijo que no tuve y a la carrera que no estudié. Y el veinte que me cayó fue que no lo hice porque me sentía siempre en un eterno estado de impotencia (¡anda! ¡a propósito de las pasividades!). Bueno, comencé a conmiserarme miserablemente sobre mi vida hasta que recordé que sí ha habido una cosa, una jodida cosa, que a lo largo de estos 12 años sí hice porque me vino en gana, y me parapetee en mi necedad hasta que salió: cambiar de tema de tesis en la maestría y dedicarme a las ovejas y a los lobos.
Bueno, ese querer está a punto de írseme a la chingada como todas las cosas que he amado en mi vida. Pero creo que aún estoy a tiempo de evitarlo. Así que, como ya no quiero volver a arrepentirme de no hacer algo, oficialmente declaro MUERTO al PUTO imperativo categórico. O mejor dicho, ya voy a dejarle de echar la culpa al pobrecito del Chino de Königsberg (y a nadie más en el universo), y me pondré a hacer lo que me venga en gana... aunque sostener mis "ganas" me cueste un ovario y la mitad del otro.
Zacahuitzco D.F. a 11 de mayo de 2012
PD: ultimadamente uno nomás es responsable de lo que uno mismo haga.
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