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Engelberg, Stiftsbibliothek, Cod. 14, p. 113r – Augustinus S. Aurelius. De Trinitate libri quindecim, praemissa epistola ad Aurelium |
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Alejandro Jodorowsky inventó una cosa llamada psicomagia. El trasfondo teórico es complejo, pero en el fondo se trata de hacer un pequeño performance cargado de simbolismo para uno mismo, que nos permita deshacer un nudo inconsciente que nos hace actuar contra nuestra voluntad, o nos impide la acción. Y andaba yo pensando en el acto psicomágico correcto para destrabar mi propio nudo.
Pero ¿cuál es el nudo? El síntoma son los ataques de ansiedad al tratar de escribir la tesis. Pero ¿y el nudo? ¿Cuál es el origen de todos los miedos?
Sin querer, entro en una página llena de manuscritos, algunos transcritos. Voy buscando de Alberto y termino en uno precioso de Costa ben Luca. Pero, entonces caigo en el De Trinitate de Agustín. Corro al libro X, 14, y encuentro aquél largo argumento tan parecido a la duda metódica de Descartes:
Sed quoniam de natura mentis agitur, removeamus a consideratione nostra omnes notitias quae capiuntur extrinsecus per sensus corporis, et ea quae posuimus omnes mentes de se ipsis nosse certasque esse diligentius attendamus. Utrum enim aeris sit vis vivendi, reminiscendi, intellegendi, volendi, cogitandi, sciendi, iudicandi; an ignis, an cerebri, an sanguinis, an atomorum, an praeter usitata quattuor elementa quinti nescio cuius corporis, an ipsius carnis nostrae compago vel temperamentum haec efficere valeat dubitaverunt homines, et alius hoc, alius illud affirmare conatus est. Vivere se tamen et meminisse et intellegere et velle et cogitare et scire et iudicare quis dubitet? Quoandoquidem etiam si dubitat, vivit; si dubitat, unde dubitet meminit; si dubitat, dubitare se intellegit; si dubitat, certus esse vult; si dubitat, cogitat; si dubitat, scit se nescire; si dubitat, iudicat non se temere consentire oportere. Quisquis igitur alicunde dubitat de his omnibus dubitare non debet quae si non essent, de ulla re dubitare non posset.
Lo primero que me sorprende es lo cercano que está al texto del Hombre volante de Avicena. Lo segundo es que, a pesar de ser tan similar a la duda metódica de Descartes, el argumento de Agustín no es tan fuerte: dice que si dudas, vives; pero también que si dudas rememoras, si dudas lo entiendes, si dudas quieres estar cierto, si dudas piensas, si dudas sabes que no sabes, si dudas no crees temer que es necesario asentir (¿consentire?), y que quien sea que en algún lugar (alicunde) dude de todas estas cosas, no debe dudar que si ellas no existieran, no podría simplemente dudar.
No, no es tan fuerte como el de Descartes. Lo más parecido es ligar la duda con la vida. Pero para dudar se necesitan de todos esos estados mentales, y es de ellos de los que no puede dudarse. Ellos son los que, sin duda, existen. Pero no afirma la existencia. Y entonces dudé de mi traducción y corrí al librero por mi edición de la BAC. Lo primero que me sorprendió es que, en lugar del "alicunde" dice "aliunde" –que tiene más sentido–.
Lo que al final me sorprendió, más que todo lo demás, fue la fluidez con que pude leer el texto. Fue de lo último de que me di cuenta, pero fue lo más sorprendente. Miraba mi edición de la BAC llena de postits, notitas, banderitas, todas sobre el texto en castellano: en ese entonces era incapaz de entender más de un párrafo seguido, y con muchos esfuerzos. Ahora sólo tuve que buscar dos o tres palabras, entre ellas el alicunde y luego el aliunde de la corrección de la BAC.
Entonces, ya bien encarrilada con la traducción del De trinitate... como que me acordé que yo tengo que hacer otra cosa ¿no? como que andaba yo en otro asunto... y recordé que para la introducción necesitaba unas referencias del Albertus Magnus and the sciences (para el asunto del sate-of-art) y, obviamente, la introducción de Anzulewicz al De homine. Puse una silla junto a la mesa para poder dejar los dos libros y, entonces, me di cuenta de lo pequeñita que se ve la edición bilingüe de la BAC del De trinitate frente al enorme De homine.
Mis dos obispos, pensé.
De repente (y nomás porque una vez sí me pasó) pensé en que se me juntaron los novios y me empecé a reír: como que Alberto había venido a arrebatarme de los brazos de mi ex novio Agustín... y se me ocurrió mi acto de psicomagia.
Le saqué esta foto y se me ocurrió este cuentito.
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¡Y se me juntaron los novios! |
Cuentito psicomágico:
Voy con mi novio alemán, un tipo enorme, de modos silenciosos y caminar pesado. Alberto en general es un tipo simpático y tímido, pero ahora está muy serio. Hemos tenido graves problemas y ahora no estamos pasando por un buen momento. Vamos caminando en silencio y enfurruñados, sin dirigirnos la palabra. Hace mucho frío y llevo las manos en los bolsillos. Entonces pasamos por un café donde alguien me hace señas. Volteo y ¿pero qué veo? Un tipo delgado y bajito, de cabello ensortijado y piel aceitunada ¡Es Aurelio! ¡Aurelio!
Corro hacia dentro del café y nos abrazamos eufóricos... ¡tantos años sin verte! ¡estás más delgada! ¿qué te hiciste en el pelo? ¡pero qué bien se te ve la barba! Nos agarramos de las manos y brincamos como cuando éramos adolescentes. Nos sentamos juntos y empezamos a platicar como tarabillas, ¿y te acuerdas de fulano? Oye, ¿y finalmente el canijo de Jerónimo sí te tradujo a Orígenes, o no? Y ¿cómo están tus hermanos y tu mamá? Y tú, cuéntame, ¿dónde dejaste a Mónica? Y así unos cinco minutos.
Corro hacia dentro del café y nos abrazamos eufóricos... ¡tantos años sin verte! ¡estás más delgada! ¿qué te hiciste en el pelo? ¡pero qué bien se te ve la barba! Nos agarramos de las manos y brincamos como cuando éramos adolescentes. Nos sentamos juntos y empezamos a platicar como tarabillas, ¿y te acuerdas de fulano? Oye, ¿y finalmente el canijo de Jerónimo sí te tradujo a Orígenes, o no? Y ¿cómo están tus hermanos y tu mamá? Y tú, cuéntame, ¿dónde dejaste a Mónica? Y así unos cinco minutos.
Unos largos, muy largos cinco minutos. Entonces siento una mano pesada en el hombro: es Alberto que, todo ese rato, estuvo en el dintel esperando que yo terminara mi saludo. Lo miro y sonrío de oreja a oreja. Tomo su mano helada y miro a Aurelio con la misma sonrisa. Él ya no se está carcajenado, solamente tiene una sonrisa seria y expectante.
–Mira, él es Alberto. Y él es Aurelio... aunque creo que tú lo conoces mejor que yo.
Alberto asiente. ¡Claro que lo conoce mejor que yo! Si eran grandes amigos. A veces he llegado a pensar que nadie entendió mejor a Augustín que mi buen Alberto. Y por eso sonrío cuando los veo, porque sé que Alberto lo quiere también aunque...
Alberto le extiende la mano, sonríe a penas, y lo saluda. Rápido saco el teléfono y le pido a Aurelio su número pero él sólo me contesta: estoy donde siempre... ya sabes dónde encontrarme. Yo le tomo fuerte la mano a Alberto y contesto: pero luego, luego. Ahora no puedo, estoy ocupada.
Nos despedimos los tres, nos prometemos llamarnos pronto. Alberto y yo salimos y nos vamos caminando por la acera, en silencio, pero tomados de la mano.
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