05 noviembre 2012

Terror

Ni yo misma tengo muy claro que plasmé en esas 108 cuartillas... y falta la conclusión. La introducción no será gran cosa: es lo que puse para el proyecto de maestría. La franca verdad no tengo idea qué voy a hacer, pero eso queda hoy. Y todo por lo siguiente: 

La señora de limpieza vio a Qualia paradito en la puerta. Presta, lo acusó de haberse orinado en el pasillo. Yo sé que no fue mi Qualia. Además este edificio está lleno de perros, así que, de no ser vil mentira lo que dijo,  bien pudo ser un compañero caninio. Es injusto acusar a Qualia. 

Pero yo no le dije nada. Ni una palabra. Le dije que jamás de los jamases iba a dejar que Qualia volviera a salir (capaz que lo envenena, pensé). Y estuve a punto de mentarle la madre una vez que cerré la puerta, pero entonces recordé lo que siempre opino de ella en estas situaciones: pobre, tiene un trabajo de mierda, una vida de mierda, y su única liberación es poder regañar a los inquilinos de vez en cuando. 

Entonces pensé en lo mierda que será tener un trabajo de mierda. Y como no quiero pasar el resto de mi vida volviéndome un ser amargado y odioso sólo capaz de odiarse a sí mismo, dije: o termino esta puta tesis y venzo el pánico que me provoca (digo, al revés), o me tiro desde un edificio muy alto. Porque no, señores, no... en mi situación prefiero acabar como estampita en el Periférico que odiándome para siempre por no poder vencer el pánico que me provoca la tesis. 

Si aparezco apachurrada por ahí, la culpa es del odio y del miedo. Nadie se lo eche sobre los hombros, que el monstruo que soy fue causado por el azar y la contingencia, y ninguna otra causa hay... 

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