Fecisti nos ad te et inquietum est
cor nostrum donec requiescat in te
Conf. I, 1.
***
A veces pienso que la soledad es como una enfermedad de esas que no se curan, pero que son tratables. Alguna dieta especial, ejercicios, disciplina, son los bálsamos para aprender a vivir con ella.
Que Agustín se haya imaginado el amor a Dios como la promesa de al fin descansar de la eterna carrera por huir de ella, es la prueba de que para él nuestro estado de caída era ese: ser los solos.
La vida del Alma, lo sabía el alumno de Plotino, es perpetuo movimiento. Y su motor el hambre constante por encontrar la quietud en la satisfacción eterna y la saciedad absoluta del otro.
Difícil es la tarea y sólo la podía cumplir tan extraordinario objeto imaginario.
Que Agustín se haya imaginado el amor a Dios como la promesa de al fin descansar de la eterna carrera por huir de ella, es la prueba de que para él nuestro estado de caída era ese: ser los solos.
La vida del Alma, lo sabía el alumno de Plotino, es perpetuo movimiento. Y su motor el hambre constante por encontrar la quietud en la satisfacción eterna y la saciedad absoluta del otro.
Difícil es la tarea y sólo la podía cumplir tan extraordinario objeto imaginario.
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