a modo de
explicación
y de disculpa.
En el pecho llevo un amuleto que me protege de los malos espíritus, de la mordida fatal. Estoy encadenada a él y, voluntariamente, me lo eché al cuello cuando al final cerraron las heridas (las mayúsculas, aquellas por las cuales solían asomarse las vísceras). Dentro de él, cuando se abren las bisagras, se alcanza a ver una minúscula yo dormida, soñando que duerme y que sueña con él.
Cuando el aire sopla muy fuerte, me aferro a mi amuleto para no irme volando. Cuando la gravedad de la tierra disminuye, para no salir disparada hacia la luna muerdo el amuleto apretando los dientes. Cuando granizan asteroides y satélites, abro sus puertecitas y me escondo dentro de él: su único habitante, ese a quién sueño y de quien tanto hablo, me acoge —como siempre— y en lo que pasa la tormenta me sirve una taza de café, sin azúcar, porque es más dañina que el tabaco.
Y mientras murmuro largas secuencias de genitivos absolutos, con la mirada oblicua me pregunta que cuándo al fin saldré del escondite. Espérame —inquam— sólo un poquito más. Deja regodearme de haber aprendido a amar lo etéreo, lo que cuando al fin alargó la mano hizo que me encogiera hasta la última cámara del caparazón. Mírame un rato más —inquam— sólo un poquito más antes de subirme a la nave que me arranque para siempre de tu dulcísimo nombre.
Ese fue un amor (¿por qué el pretérito perfecto?) que me traía el espíritu todo arañado y con la oreja mordida y rota. Y así, lleno de finísimas cicatrices y caminitos de costras, mi corazón aprendió a amar sin odio, a desear rabiosamente sin resentimiento, a entregarse sin lanzar redes ni anzuelos. Aprendió el amar felino... y algo queda pendiente todavía aunque el tiempo ya se haya acabado.
No puedo echar raíces todavía. Por eso durante otro rato habré de seguir aferrada a mi amuleto, con su único habitante... y su hálito.
********
Estoy estrenando mi cordura. Dejen la disfruto a mis anchas otro ratito.
No dramas, no ilusiones, no reclamos, no resentimiento.
Déjenme salir y pasearme por la pradera de la ataraxia.
No dramas, no ilusiones, no reclamos, no resentimiento.
Déjenme salir y pasearme por la pradera de la ataraxia.
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