29 noviembre 2015

Gehirn

ἡ ψυχὴ τὰ ὄντα πώς ἐστι πάντα
DA 431b21



El cerebro de esponjita

En el cerebro tengo dos lesiones que se supone no debería tener. No sé qué me asusta más, si la duda acerca del origen de semejantes abolladuras, o la certeza de que llegará una edad en la que eso será perfectamente normal. Desde que me metieron a la máquina de la Resonancia Magnética Nuclear hasta que pude abrir el maldito sobre con la "interpretación" del especialista –y medio temblando se la leí a la recepcionista del neurólogo para que ella decidiera lo urgente del asunto–, tuve la sensación de que mi cabeza era un bote de vidrio con una bola de Play Doh... o un pedazo de pan remojado en leche... o cualquier cosa que en cualquier momento podía perder la delicadísima estructura que me hace ser yo si estornudo demasiado fuerte. Durante esas horas algo dentro de mi (¿la bola de Play Doh en el frasco de vidrio?) tuvo una nostalgia infinita por la solidez que creí, durante toda mi vida, tener dentro del cráneo.

Cuando la señorita me dijo que no era gravísimo, y cuando después el neurólogo me explicó pacientemente qué era lo que aparecía en la Resonancia Magnética Nuclear, sentí como si hubieran postergado mi condena... porque, de acuerdo a mi edad, esas pequeñas heridas no son normales, pero en algún momento pasaré una delgadísima línea invisible a partir de la cuál se me encogerá normalmente el cerebro, se llenará de heridas como es normal, hasta que el mundo se vuelva absolutamente fragmentario e irracional... 

Y yo sólo alcancé a quedar conmovida y horrorizada. Esa bola sanguinolenta de Play Doh que llevamos en un frasco llamado cráneo, escucha a Shostakovich, cuya bola de Play Doh tuvo la portentosa capacidad de imaginar un vals... que es tal si y sólo si hay otras bolitas de Play Doh listas para imaginarlo al padecer los inputs sonoros. Ese pedazo de masa corruptible es capaz de hacernos llorar cuando por fin entendemos, o hemos perdido irremediablemente algo. Y, la mayoría de las veces, la irreflexiva bolita de Play Doh cree que la realidad es sólida, ordenada, llena de leyes y proporciones, y no repara en que su deseo de ser un espíritu inmaterial, eterno e incorruptible, es producto de la lógica ilusión de que su sentir el mundo la hace ser como el mundo, y que el comprender su solidez la hace ser tan sólida como él... ser  eterna y necesaria, como la hipotenusa... y no una vulgar bolita de Play Doh.


Yo ya me estaba haciendo a la idea de que por no
haber ido al dentista, me iban a tener que abrir el cerebro.

El cerebro que puso de moda Alberto Magno
Sveta Dorosheva y sus alegorías encima de viejos dibujos medievales.




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