La caca moral (skopión skatológica)

Un lugar privilegiado para la discusión filosófica son los Sanborn's café de 24 horas. El malísimo menjurge, de donde le viene el nombre al establecimiento, fluye infinito y generoso manteniendo siempre el nivel de la taza.

A la una y media de la mañana (salvo si el asunto es en la Zona Rosa) el sangrons se vacía de gente y de empleados. Queda sólo una mesera y a los sumo dos o tres mesas ocupadas que no exigen sino mantener su nivel de café; a las tres y media más o menos, un pastel o molletes para reestablecer fuerzas. Ante la disminución de ocupaciones, la cafeterófera (con dos cafeteras con un criterio antiaristotélico para distinguir, en negro, el género "americano" y, en naranja, la especie "descafeinado") cumple impecable su función.

Ahí conocimos al hombre de la caca moral (creo que en algún viejo post lo referí). Él sostenía que dios podía ser creador de todo, pero sólo de todo lo bello, bueno y verdadero. Y, por lo tanto, no podía ser creador de la apestosa y deforme caca. Nosotros tratamos de explicarle que la caca es fea, pero no mala; y que considerada desde el punto de vista fisiológico, hay incluso cacas bellas: una madre que corrbora la salud de su hijo, necesariamente experimentará una satisfacción estética ante la perfecta y adecuada consistencia de lo obrado.

Pero él insistía en que no. El autor de la caca es el hombre, no Dios. Cualquier referencia a las discuisones sobre el origen del mal en Agustín o Tomás quedaron chicas ante la defensa del origen espontáneo de la caca.

El problema es la causa final de la caca. Nosotros defendíamos la postura de que, aunque el hombre es la causa próxima de la caca, pues en cuanto su organismo la produce a través de procesos mecánicos y a partir del alimento, no es su causa final (aunque ahora que lo pienso, menos mal que no se nos ocurrió introducir el tema del acto y la potencia, pues así toda la sección de lácteos del supermercado es, potencialmete, caca). Tal causa final, pues, se encuentra en el plan del organismo del hombre. El hombre no es causa de sí, pues el concepto no lleva en sí su propia generación. Así, la caca, en cuanto forma parte del concepto de hombre, tiene su origen donde el hombre lo tiene: a saber -defendíamos nosotros-, en Dios.

No lo convencimos. Quizás, al irse, no enojado pero sí incómodo, el filósofo de la caca moral pretendío repetirnos las palabras de De civitate Dei XII: ¡no buscareís la causa final de la caca!. Nosotros, que nunca olvidaríamos lo ocurrido, sólo atinamos a decir: la caca no es mala, aunque aún del mal es menester encontrar su causa final.

Y lo peor, queridos lectores, es que esta discusión ocurrió realmente... de verdad... y en estos términos.

La esponjitta moral