Hace unos momentos publiqué en el blog de una amiga un asunto relacionado con la Vergüenza. Luego lo releí y me dí cuenta de que me comí tantas premisas a la hora de argumentar, que acabé diciendo lo contrario de lo que quería... y me dio Vergüenza.
Luego vinieron dos anónimos. El querible y que sabe que lo quiero, y un anónimo medio lépero pero que, no sé porqué sospecho, sabe que sé quién es, pero si en vez de suposiciones todo fuera claro y trasparente, se moriría de Vergüenza. (Como sea: tengo la certeza de que él sabe quién soy yo... y la que se muere de vergüenza soy yo).
Y luego vino un amigo de mi papá que sabe de mi algo que muy pocos saben, pero que no se lo dije yo. Y yo actuaba casi casi como: "mire, ya estoy haciendo la maestría ¿eh?, y mire, saqué un montón de dieces y un insignificante nueve (cuanto pueda tener de insignificante la tercera parte de algo)... y mire, soy bien chida y no he estado perdiendo el tiempo... sí, lo perdí... pero soy tan chida pieza que se justifica tal pérdida porque... porque... ¡mire! el Italiano me puso 9..."
Y primero me dio vergüenza verlo y quise huir. Luego me dio vergüenza que me diera vergüenza. Y luego me acordé del desvergonzado anónimo que vino a decir peladeces para pedir, de manera por demás caballerosa, que hablara sobre el anonimato... y lo trataré de hacer, pero escueto porque ya es la una y media y no he leído nada de Nussbaum.
Bueno. No. Mejor no. El anónimo pelado tendrá que esperar... ya es la una treinta y seis y yo no he leído a Nussbaum. Y si no hago eso que tengo que hacer, no podré justificarme diciendo "es que estuve respondiéndole al anónimo" y luego moriré literalmente de vergüenza, porque si aquello sale mal, caeré en una paradoja de autocontradicción, pues yo hice escarnio de Zacarías públicamente y, lo único que me permitió hacer tal escarnio fue la premisa implícita: "si yo hubiese presentado trabajo tan malo, habría muerto de vergüenza"... entonces, si mi trabajo es tan malo, tendré que, o morir, o vivir bajo el anonimato absoluto.
Quizás buscaré de nuevo trabajo de cajera en Suburbia... total: casi llegué a duplicar mi salario por la capacidad de comparar el código de la etiqueta cosida a la ropa con el código de la etiqueta de la tienda, para descubrir así a quienes cambian las etiquetas. Y esa habilidad sirve también para revisar aparatos críticos en griego...
Quizás termine la maestría y vuelva a ser cajera.
Quizás, como mi amiga la que estudiaba a Ficino y a Culiano, ya con el título vaya a las calles a trabajar de limpiaparabrisas. Y no será recriminable como nadie la recriminó a ella.
Sólo el filósofo se permite aquello de vivir de pulir lentes para pagarse el placer de tejer la geometría de Dios. ¿Por qué habría de darle vergüenza? ¿Por qué debería necesitar la justificación de alguien, si ya tiene ganada la de Dios?
Mejor hundirse en el anonimato, porque ¿para qué un nombre si no es necesario para que los otros nos señalen y hagan escarnio o nos aplaudan por nuestros actos?
¿para qué un nombre, si el nombre sólo sirve para que el juzgador que todos llevamos dentro, nos dibuje dentro del mundo como si fuésemos un punto minúsculo en el universo y ese omnipotente Pepe Grillo que todos llevamos dentro (y que es a la vez el autor de todo nuestro afuera)... decía, para qué un nombre con el cual nuestro Máximo Censor tenga sujeto de juicio?
Mejor hundirse en el anonimato, destazar al yo, es decir, a ese Pepe Grillo, y dársele totalmente a Dios... al íntimo y único... y luego hacer geometría...
Pero les debo el texto: éste no fue.
La esponja teológica
3 comentarios:
Mi querida Paloma, yo creo que la vergüenza es la más límpida epifanía de la consciencia. Y uno se quisiera escapar, borrar, encontrar seudónimos, disfraces de cajera. Pero la gente verídica como tú, se encuentra humilde y al desnudo en la vergüenza. Bienaventurada. (porque los hay sinvergüenzas).
La amiga esa del blog
Esponjita linda, desde que se te perdió el gatito no atino a dejarte comentarios. Escribo y escribo, copio las claves y después la hojita me dice que la acción ha sido repetida y me manda al carajo (perdón!). Espero que hoy entre este tecleo para recordarte que eres requetebuena, que los anónimos que te escribieron no tienen mucha idea de la vida y que la vergüenza es una forma de desnudez. Un beso enorme
Izaskun
Esponjitis, yo no escribí por pudor, que conste en actas.
Y como no suelo arrepentirme, para eso es el pudor y me acojo a la misericordia ipoalnemoani.
Un abrazo cúbico.
Sergio Astorga
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