28 agosto 2009

Aventuras Académicas

1.- Hoy concluyó bonito curso "obligatorio" dado por el extraordinario (más que extraordinario) Agustín Rayo. El curso resultó más que extraordinario para la Esponjita (o séase, yo), porque de golpe y porrazo se le abrieron los ojos. Mi cerebrito hizo muchas conexiones entre la disputa Sorabji-Burnyeat sobre la percepción en Aristóteles (si "ver rojo" no es algo distinto que poseer "la experiencia ρ", que traducido a aristotélico quiere decir: si "ver rojo" no es algo distinto que "el humor del ojo se pinte de rojo"). Además, las conclusiones de la clase (sobre todo aquellas que iban contra ciertos presupuestos cognitivistas y fregeanos) hicieron perfecto 'click' con mis intuiciones sobre la estructura del conocimiento. Y me enrolé en un bonito curso de lógica y otro de matemáticas: tengo 30 años: ahora o nunca. Nada mejor que ese curso... jamás.


2.- Ya... ¿querían más? pues sí. Falta un curso obligatorio. Una cosa entre ética y epistemología. Filosofía de punta, eso se supone que estoy aprendiendo en esos cursos "obligatorios" por ser estudiante asexuado... digo, asociado... aunque con tanto curso ambas serán descripciones correctas. Y entonces pienso en lo mucho que me gustan esos cursos, y sobre todo mis compañeros. Las clases ahí son como me imaginaba en la prepa que sería la licenciatura en filosofía, y no como de hecho fue. La claridad es requisito sine qua non. Y es que en el curso de Rayo hubo un tipo que venía de "otro posgrado" y que de pronto empezó a hablar de Göthe. Muy inspirado, hablaba pausado... y recordé cómo en licenciatura a ese tipo de gente se le daba toda la palabra, se le respondían respuestas todavía más ininteligibles que las ininteligibles preguntas. Y yo, ingenua, depositando toda mi confianza en aquellos profesores, creí que ESO era la filosofía... y quise huir. Platicaba con Edgar de cómo nuestra generación estuvo jodidísima: puros maestros de esa calaña, la huelga nos cayó justo a la mitad... no es raro que hayamos encontrado en la filosofía antigua el último reducto de claridad. Y no es raro, tampoco, que cuando tuvimos contacto con la "otra filosofía", nos enamoráramos de ella y corriéramos tras sus sutiles verdades.
No puedo echarle la culpa a la mala carrera: Edgar terminó en tiempo la licenciatura y ya es Doctor. Yo me deprimí, me ahuevé, me... no sé. Por segunda vez el Demiurgo me preguntó que por qué me tardé tanto. Y de nuevo no hallé que contestarle. Porque ni yo sé.
Pero Edgar ha vuelto de Europa con su brillante doctorado en Metafísica contemporánea... pero sólo el Demiurgo parece estar dispuesto a conseguirle trabajo. Y Edgar ha metido un proyecto sobre filosofía antigua.
"¿Te dejaste arrastrar por el lado oscuro verdad?"... le dije. No me contestó.

3.- Hay un problema de vocaciones con la filosofía antigua en particular y con la historia de la filosofía en general. Y ¿cómo no? de pronto, por más esfuerzos que se hagan, uno no puede evitar sentir que está desempolvando momias, cuando los colegas están bailando con lozanas jóvenes de verdad. ¿Cómo no sentir que uno baila con un esqueleto mientras el hermoso chileno toma al lenguaje que está vivo? ¿o cómo no envidiar al paisano Cristian de aguda inteligencia, que le hace la corte a los huidizos objetos matemáticos mientras unos se las ve con el busto de Pitágoras, cagado por las palomas del parque?
Pero la historia tiene sus fragancias. Es otro tipo de vocación. Y uno tiene que llevar en el alma a un verdadero escéptico que tenga la certeza de que Quine, Fodor y Putnam tampoco tocarán a la verdad, como no lo logró el Estagirita... o que la tocan tanto como lo hizo el Comentador. O... pensándolo bien, pensar en que la historia revela también verdades, otras, muy otras.
Y uno tiene que llevar por dentro un Borges que desespere por el Aleph, por la Biblioteca, por la incomprensión que tuvo Averroes de la Poética.
Y yo sí tengo esa vocación por la historia. A mí si me gusta. Por eso espero que el Demiurgo comprenda que mis devaneos medievalísticos son devaneos por Aristóteles (y... ¿cómo decirle? la clase del Lupus Albus despertó en mí, o mejor dicho, confirmó en mi la vocación por Aristóteles mismo...). Y que comprenda el Demiurgo que estamos de su lado de las cosas.

4.- Ver como trabaja el Demiurgo me provoca agotamiento (me canso nomás de verlo... ¿qué tan cansado estará él?). Supongo que tiene problemas con toda la chamba que tiene. Pero sin embargo no pierde el buen ánimo y es de lo más gracioso cuando cuenta anécdotas, y tiene una capacidad de atención que rebasa la mía con velocidad de años luz (bueno: mi capacidad siempre ha sido mínima... pero la suya supera con mucho la de la gente normal). Sin embargo, me da la ligerísima impresión de que tanta chamba demiúrgica se lo está comiendo. Si consigue que el posgrado reviva, ese sacrificio bien valdrá la pena.
Y, a propósito de las vocaciones, creo que fue una excelente idea dar un curso en forma sobre su tema. Nada hay que prenda una vocación con tanta efectividad como ver en acción al virtuoso.
Lo único que en verdad me preocupa, sin embargo, es que la maestría ya es una época tardía para despertar vocaciones. Eso se hace cuando los chamacos están verdes todavía. Y quizás en una estrategia digna del buen Nicolás y su Príncipe, la mejor decisión que se le ocurrió al Demiurgo fue poner a su gente (esto sonó al Padrino) en los primeros semestres: ocupar el huequito con lo primero que tuvo cerca.
Pero eso fue un error, porque el elegido para tal tarea está perdido en el espacio, con serios problemas vocacionales. Y no es que sea incapaz: de hecho me consta que es muy inteligente. Para el elegido es una gran oportunidad. Pero ¿y los alumnos? ¿qué virtuosismo van a experimentar cuando se encuentren con alguien que tiene más dudas que decisión? ¿con alguien que nunca ha dado clase?
Uno se enamora de un tema, no sólo porque entra en resonancia con el problema expresado, sino porque el agente del magisterio es capaz de generar tal resonancia. Y el agente debe ser, pues, el virtuoso.
En parte sé que sería casi sobrehumano exigirle dar esa clase, además de todo lo que tiene que hacer. Pero si él no ¿entonces quién? ¿cómo va a despertar vocaciones jóvenes, justo en la gente inteligente, en la gente con posibilidades, si les da como maestro a alguien que duda tanto?
Esa gente inteligente huirá. Se encontrará con un gran maestro y su vocación se irá por allá. Y los perderá, y de nuevo recibirá en la maestría a todos aquellos medio perdidos, medio brutos, que encontraron en la filosofía antigua una escapatoria más que un amor. Y sus alumnos seguirán sin ser egresados de la UNAM.
(En parte, me consta que dar cátedra le cuesta un poquito de trabajo. Donde brilla es en el momento de la disputa, aunque también sus libros son claros y de un estilo agradable... claro... salvo cuando trata de forzar las cosas. Entonces uno se desespera. Pero a pesar de los pesares posee su virtuosismo y ese es fundamental para atraer y generar vocaciones jóvenes.)
Él debió dar esa clase. Total: nos tenía a nosotras para calificar exámenes y pasar lista. (Ese es su otra virtud-defecto de carácter: el hacerlo todo solo).

5.- ¿Por qué estudié filosofía? preguntó el Demiurgo. Casi casi le contesté: "porque no estudié Física". Debí completar aquello con la anécdota de mi pelea con la maestra de física que me mandó, casi con exasperación, a estudiar filosofía, cuando le exigí que me explicara qué hay más allá del universo, dónde ya no hay planetas ni galaxias, ni materia... ¿hay tiempo y espacio todavía? ¿ahí donde no hay velocidad de la luz absoluta y materia que le sea relativa, qué hay? Y luego debí contarle cuando me encontré con Descartes y Kant... y cómo mi lucha por librarme del genio maligno me llevó a la terrible declaración de Lévinas de cómo nadie podría jamás contra él. Y cómo ese camino me llevó a Maimónides, a Husserl, a san Agustín y, finalmente a Plotino. Y cómo toda esa historia terminó llevándome a Aristóteles, a Avicena... y...
Ese último "y" tampoco se lo conté. No tuve corazón. Pero la historia (ya contada tantas veces) es la siguiente:
Me metí a investigar lo de las percepciones accidentales (aquello se lo conté). Luego le pregunté al Albus Lupus sobre lo que los medievales opinaban al respecto (también eso se lo dije). Pero lo que no le dije fue que A.T. suspendió la clase sobre Tomás y me dio la cátedra más extraordinaria jamás dada sobre la intencionalidad.
Y es que desde la primera clase con A.T. yo llegué con todo el ánimo disputador y peleonero que me caracteriza. Pero él no se dejó mover ni un ápice. No había modo de hacerlo responder a las invectivas. No había modo de hacerlo pelear.
Y tampoco le conté que A.T. prefería darnos una traducción al inglés del Commentarium Magnum y que eso me dio un coraje del demonio (¿por qué no nos daba copias en latín?) y fui y revolví cielo tierra y mar (o sea: me metí a internet y descubrí que estaba, también en fotocopias, en la UP) y conseguí el libro y lo fotocopié. Y llegué con el libro, y A.T. se sorprendió del prodigio. Y comenzamos a leerlo: línea por línea. Él traducía del texto y yo seguía la lectura en latín: y aprendí latín. Y pronto, cuando cedí, comenzaron a fluir las palabras, las explicaciones, la comprensión de todo. Y Averroes surgió impresionante (y fue cuando quise hacer la tesis de Alejandro de Afrodisia: por haberlo conocido en las páginas del Commentarium Magnum). Y entonces toda mi energía se fue hacia la teoría del Intelecto, y todas las intuiciones comenzaron a crecer, a fortalecerse... y luego vino el tiempo de la pregunta de las percepciones accidentales.
Y cuando él terminó, yo dije con la voz casi como un hilito "yo quiero trabajar eso".
Pero esa frase ya tenía su historia.
Yo ya le había dicho "¡ya ve!, nada más me está generando dudas vocacionales" y él se asustaba y me decía "¡no, no!, yo respeto mucho a Aristóteles", y se espantaba. Y luego le propuse mi tema de trabajo final y él dijo: "es demasiado para un trabajo final" y yo dije, ya con toda el alma encendida y con toda la intención "¿cómo para una tesis de maestría?" y él dijo todo asustado "¡yo no estoy proponiendo nada!".
Pero luego dije que la voz hecha un hilito, "¡yo quiero trabajar eso!" y finalmente cedió y me dijo "¡pues vas!"... pero de aquél día todavía faltaban muchísimos para que me diera cuenta de que ya había tomado una decisión.
Y un día lo vi irse, y comprendí que el semestre ya se había terminado. Y sentí una profunda tristeza... porque había prendido en mí la vocación.
Y toqué una tarde la puerta del Demiurgo, sin haberlo pensado bien, sin haber decidido nada. No había dormido. Y toqué su puerta y le declaré que quería irme detrás del virtuoso.
Todo lo demás ya es historia conocida...

6.- Él debió dar esa clase. Nos tenía a nosotras para calificar exámenes, organizar al grupo, pasar lista. Él debió ir a dejar boquiabiertos a los chamacos de 18 años. Plantearles la cuestión. Hablarles de los triangulitos del Timeo y dejarlos babeando como nos dejó a mí y al Danilo cuando explicó el asunto de la hylé. A ellos... ¿para qué al Danilo y a mí? A ellos...
Él debió pedirme que sostuviera su taza, no dejarla sobre el escritorio para poder abrir la puerta.
He recibido tanto... y sin embargo no lo haría por eso. Es, más bien, que confío en él, incluso cuando hace trampas. Le tengo demasiada fe. Y por eso si él me pide algo, lo haré sin hesitación.

7 comentarios:

Natalia dijo...

Hey! Tu post es el complemento perfecto de la plática dl otro día... Saludos!

quique ruiz dijo...

Cuando hablas de tu pasar por los filósofos, tu entendimiento sobre ellos y tus dudas, me dan ganas de saber filosofía.

Esponjita dijo...

Natalia: pues sí, la plática terminó en este post. Oh! un verdadero placer tenerte por acá.
Quique: y yo quiero aprender matemáticas

Erick J. Navarro dijo...

Hola, me he tomado el atrevimiento de incluirte en la lista de mis links. Llegue a tu blog por medio del de Alberto Constante. Me gusta lo que haces. Te mando saludos y una invitación para que te des una vuelta por el mío. ADIOS

quique ruiz dijo...

Ooooh, ¿y por dónde vas a empezar? Porque hay montones de ramas en las matemáticas.

Esponjita dijo...

Oh! pues para empezar, desempolvaré el álgebra que hace más de 12 años no uso... a ver si me acuerdo...

Esponjita dijo...

Erick: pues qué atrevido... jejeje... no, no te creas. Ya vi tu blog: interesante, interesante... nos leemos pronto