01 diciembre 2009

Aurora y la Magia

1.- La primera vez que me puse unos audífonos, tuve la certísima sensación de que los músicos estaban tocando justo en medio de mi craneo.

2.- Todos los primeros de enero, a las 12:01 am, mi hermana y yo llamábamos al 030 (el número de la hora) para corroborar si Telmex ya había cambiado de año o no.

3.- Una vez, cuando mi hermano tenía tres o cuatro años, mi hermana y yo le tapamos los ojos, lo subimos a un carrito del supermercado miniatura que teníamos, y lo metimos al baño del pasillo, el cual, si apagabas la luz, quedaba absolutamente a oscuras. Entonces le contamos que estábamos en otra dimensión, y le narrábamos cosas extrañísimas. Años después mi hermano confesó que, casi hasta la secundaria, creyó en la veracidad de ese viaje.

4.- Mi tío Jaime tiene una enorme cicatríz con forma de herradura en el abdomen. Cuando éramos niñas, nos contaba que un tiburón lo había morido. Mi hermana y yo batallábamos para imaginar cómo la mitad de su cuerpo había entrado en el tiburón (y nunca se nos ocurrió averiguar si tenía la misma cicatriz en la espalda, lo que hubiera sido de esperarse).

5.- Mi tía Blanca tenía un vestido que tenía un enorme vuelo. Y nos contaba que, en las tardes, se iba al Naucalli (un parque con enormes llanuras... bueno: enormes cuando éramos niñas) y cuando el aire soplaba, volaba. Le llamaba su vestido de volar. Mi hermana y yo esperábamos con ansia crecer para poder probarnos el vestido.

6.- Cuando éramos niñas, nos daba miedo ver hacia el cielo con Luna llena, porque yo convencí a mi hermana de que un día la Luna se podía precipitar sobre nosotras.

7.- Nuestro lugar favorito en el mundo era la Capilla de los secretos del Desierto de los Leones... no importaba cuánto nos explicara mi mamá sobre la reflexión del sonido, mi hermana y yo creíamos fervientemente en que detrás de las paredes de la capilla había unos tubos que transportaban los susurros.

8.- Una vez, sólo una vez, logré convencer a mi hermana de que no había sido yo la que había cambiado los dientecitos que guardaba bajo la almohada por monedas.

9.- Una vez le pregunté a mi abuelita qué era la fe. No recuedo qué me contestó aquella vez, sólo me acuerdo de lo que entendí, y cómo me concentraba con fuerza para que ocurrieran cosas. La más decepcionante de todas fue aquella vez que cerré los ojos con fuerza y pensé: en cuanto los abra, serán azules... lo hice una veinticinco veces, hasta que perdí la fe.

10.- Hace muchos años, en el museo de Culturas Populares en Coyoacán se montó una exposición que tenía que ver con el circo. Sólo me acuerdo que entrábamos por un ropero, y que detrás del ropero había todo un mundo maravilloso... yo creí, hasta casi la secundaria, que, efectivamente, todo cabía en ese ropero.

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