El tema en sí de la tesis es la intencionalidad. Y ese ya por sí mismo es un tema muy interesante para los indoctos que nunca han oído hablar de él. Habla sobre los misteriosos procesos que nos permiten a los hombres ver al mundo como un mundo que significa algo. Parece ser, cuentan las malas lenguas, volvió a ponerse cuando Brentano, el famoso maestro de Husserl y Freud, introdujo el término y recordó su raigambre aristotélica y medieval.
(Parece que Aristóteles nunca está de moda, del mismo modo en que los calcetines tampoco, así que parece que siempre necesita a alguien que lo ponga en boga. Por eso parece que si a Brentano no se le hubiera ocurrido mencionar a Aristóteles, a Ross tampoco se le habría ocurrido volverlo a editar y traducir; y del mismo modo parece que si Hilario Putnam y Donald Davison no hubieran visto en el Estagirita a un buen funcionalista, ni Sorabji ni Burnyeat le habrían prestado atención. En fin: menos mal que siempre hay alguien que nos recuerde que es bueno usar calcetines).
En fin. El caso es que la intencionalidad se puso de moda, y sobre ella escribieron muchos a finales del XIX y principios del XX. A favor y en contra. Luego, dicen, se ha puesto de moda otra vez. Ahora todo mundo regresa a ver cómo Brentano se equivocó al creer que su concepto nuevesito de remate estaba tal cuál en Aristóteles. Pero lo cierto es que durante un siglo todo mundo ha hecho y deshecho con ella, y otra vez está en boca de todos: de Searle, de Frodo... digo de Fodor (es que las modas me confunden), de Stalnaker... y esa gente decente que escribe en inglés. Y averiguar qué sea es uno de los temas candentes de esta época.
Pero ha habido aquellos que recuerdan que el tema fue estudiado con mucha amplitud y fuerte pasión por los frailes medievales. Y ese es el segundo punto de la tesis:
La intencionalidad en la Edad Media.
Para sorpresa de algunos, a los medievales les gustaba meterse con la víscera pensadora, llámesele cerebro, para averiguar en qué lóbulo estaba la imaginación, en cuál la razón, y en cuál los apestosos olores que olían. Eran, pues, buenos lectores de los médicos y también buenos lógicos. Y eran gente decente que escribía en latín.
No tenían tantos conflictos existenciales sobre qué les correspondía estudiar a los filósofos y qué a los científicos. Más bien les preocupaban cuáles temas eran propios del Teólogo y cuál del Filósofo Natural: un naturalista no podía andar hablando de los tormentos que sufriría en alma en el infierno, no fuera a decir alguan sandez herética (lo malo es que de todos modos los "artistas", es decir, los filósofos naturales, sí se metían con esos temas... siempre tan desobedientes con la pura pura filosofía todos, caray).
Pero me da la impresión, a los medievales europeos les daba como cosita irse a meter con las vísceras y abrir cadáveres; y para averiguar cómo estaba conformado el cuerpo, iban a leer los escritos de los médicos árabes, quienes no tenían tantos tapujos con los conflictos entre las Facultades. Así, Avicena, sin problemas hacía sus propias disquisiciones lógicas, sus propias observaciones médicas y sacaba sus conclusiones metafísicas y teológicas.
Ese es el tercer elemento de la tesis: las fuentes de la intencionalidad en la Edad Media.
Para mi sorpresa, aunque Avicena es el más fundamentalísimo de todos, y Averroes es la otra mitad de la discusión, hay más personajes en el cuento: Nemesio de Emesa, que era un obispo cristiano al que tiro por viaje confundían con Gregorio de Niza (que a su vez confundían con el otro Gregorio... era un confundidero), y Galeno, que pasó en árabe, griego y latín a todos lados. Y al buen san Augus, que también lo confundían luego.
Aquí la cosa, como ven, se ha puesto complicadilla: está la intencionalidad; y está Alberto Magno, y están sus fuentes: Avicena, Averroes y Nemesio de Emesa, san Agustín y una ristra de escritores que todo el siglo XIII trataron de averiguar la relación entre las palabras, el cerebro y el principio vital. Y está Galeno, y está, por sobre todas las cosas, un texto de Proclo que se tardaron un ratito en averiguar que era de Proclo y no de Aristóteles: el liber de Causis que eran en realidad una rescención de los Elementos de Teología de Proclo. Y todo esto, para colmo de males, era sólo un intento de tratar de averiguar QUÉ CHINGADOS QUISO DECIR ARISTÓTELES EN EL DE ANIMA. En fin.
Así que en cuanto tenga algo que contar (que ya vieron que hay mucho de donde sacar... y yo con tan poquito tiempo), abriré el blog de estas averiguaciones previas... y ya veremos quién cae
Pero ha habido aquellos que recuerdan que el tema fue estudiado con mucha amplitud y fuerte pasión por los frailes medievales. Y ese es el segundo punto de la tesis:
La intencionalidad en la Edad Media.
Para sorpresa de algunos, a los medievales les gustaba meterse con la víscera pensadora, llámesele cerebro, para averiguar en qué lóbulo estaba la imaginación, en cuál la razón, y en cuál los apestosos olores que olían. Eran, pues, buenos lectores de los médicos y también buenos lógicos. Y eran gente decente que escribía en latín.
No tenían tantos conflictos existenciales sobre qué les correspondía estudiar a los filósofos y qué a los científicos. Más bien les preocupaban cuáles temas eran propios del Teólogo y cuál del Filósofo Natural: un naturalista no podía andar hablando de los tormentos que sufriría en alma en el infierno, no fuera a decir alguan sandez herética (lo malo es que de todos modos los "artistas", es decir, los filósofos naturales, sí se metían con esos temas... siempre tan desobedientes con la pura pura filosofía todos, caray).
Pero me da la impresión, a los medievales europeos les daba como cosita irse a meter con las vísceras y abrir cadáveres; y para averiguar cómo estaba conformado el cuerpo, iban a leer los escritos de los médicos árabes, quienes no tenían tantos tapujos con los conflictos entre las Facultades. Así, Avicena, sin problemas hacía sus propias disquisiciones lógicas, sus propias observaciones médicas y sacaba sus conclusiones metafísicas y teológicas.
Ese es el tercer elemento de la tesis: las fuentes de la intencionalidad en la Edad Media.
Para mi sorpresa, aunque Avicena es el más fundamentalísimo de todos, y Averroes es la otra mitad de la discusión, hay más personajes en el cuento: Nemesio de Emesa, que era un obispo cristiano al que tiro por viaje confundían con Gregorio de Niza (que a su vez confundían con el otro Gregorio... era un confundidero), y Galeno, que pasó en árabe, griego y latín a todos lados. Y al buen san Augus, que también lo confundían luego.
Aquí la cosa, como ven, se ha puesto complicadilla: está la intencionalidad; y está Alberto Magno, y están sus fuentes: Avicena, Averroes y Nemesio de Emesa, san Agustín y una ristra de escritores que todo el siglo XIII trataron de averiguar la relación entre las palabras, el cerebro y el principio vital. Y está Galeno, y está, por sobre todas las cosas, un texto de Proclo que se tardaron un ratito en averiguar que era de Proclo y no de Aristóteles: el liber de Causis que eran en realidad una rescención de los Elementos de Teología de Proclo. Y todo esto, para colmo de males, era sólo un intento de tratar de averiguar QUÉ CHINGADOS QUISO DECIR ARISTÓTELES EN EL DE ANIMA. En fin.
Así que en cuanto tenga algo que contar (que ya vieron que hay mucho de donde sacar... y yo con tan poquito tiempo), abriré el blog de estas averiguaciones previas... y ya veremos quién cae
4 comentarios:
¡Virgen santa! Una «extraordinaria, bella e inteligente Miriam» (nada menos) recomienda las cosillas que escribo y yo con estos pelos. Me tendré que componer. De momento, gracias por el elogio. Ahora va a quedar más falso que un duro de madera decir que «inmerecido»; pero, vamos, que sí. No son más que «miguitas», perurim, vaya, de Alfonso de Zamora. Yo no soy más que su ventrílocuo.
Buena suerte y mejor tiento con la tesis: los ánimos, como las cortesías, creo que nunca sobran.
Si te decides por abrir un blog paralelo sobre «los avances de tu investigación», yo seré un lector probablemente complacido. Si te decides a escribirlos por aquí, ya soy lector: desde hoy mismo.
Como dices, los «medievales» dan muchas sorpresas: menos mal. De una dedicación pasada, que volverá, a la halajá judía, me queda que los conceptos de yétzer hatov y, sobre todo, yétzer hará, no deben de andar muy lejos del concepto de intencionalidad. Aunque la halajá, hasta Maimónides más o menos, no sea muy dada a aristotelismos. Luego sí: desenfrenadamente. Por cierto que, sobre las traducciones hebreas del Liber de causis y la tradición que generó, lleva ya unos años ocupándose un profesor mío de la EPHE. En fin, no digo que sea fuente de nada: mera curiosidad.
PD: ¿La «extraordinaria, bella e inteligente» recomendadora sería esta? Lo digo por ir cumpliendo con lo que toca: dar las gracias. Ya tiene narices que hayamos sido convecinos en París no pocos años, por lo visto...
a) Esa misma Miriam, esa mera
b) Gracias mil por lo de yétzer ha tov y ha ra. Algo había escuchado hace mucho, y ciertamente no se me había ocurrido. Lo que pasa es que el concepto ma'na es mucho más amplio: se refiere a todo contenido cognoscitivo, y justo una pregunta que se hace una scholar es por qué Avicena le dió por darle ese sentido más o menos restringido: porque no se refiere únicamente a ese tipo de contenidos casi podríamos decir "instintivos" (no en el sentido moderno, sino que dan cierta información al animal sensible, humano o no, sobre su medio), sino incluso a información de caracter no pulsional (creo que me estoy revolviendo con los términos... je).
Pues muchas gracias por venir: es un honor. Tú blog me gusta muchísimo.
Ojalá sigamos en contacto.
:)
Gracias por lo de bella e inteligente, chicos, me sonrojo, ahora cómo le llego a mi mito...Qué bueno que dices del blog de Danylo, con razón no me deja entrar, necesito invitación...
Abrazos
En cuanto a lo de «extraordinaria, bella e inteligente», yo, como filólogo tirando a soso que soy, me limito a copiar los testimonios textuales que me llegan.
Esponjita (vamos, Paloma, ¿no?): como servidor es de una ignorancia que incita al pavor en materia filosófica, quedo a la espera de que me vayas desbravando en el معنى de Avicena y de quien se tercie. Y si Miriam se anima, tampoco me importa: como si nos sobraran los filósofos...
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