02 marzo 2011

Déjalo libre...

Déjalo libre.
Esperar a que regrese, no es dejarlo libre.
Esperar a que regrese, es permanecer, también, prisionera.

Estoy viendo El Sexo Débil. Es una buena telenovela. Creo que es mil veces mejor que Las Aparicio. Y ello porque el discurso de las Aparicio está un poco choteado. Sí, nos llegan algunos temas, pero ya está muy choteado el que las mujeres hablemos de las mujeres, y que nos preocupe mucho lo que nosotras sentimos.
Por eso está bonita la novela nueva: porque va dibujando más o menos cómo funciona el mundo de los hombres (digo, con todo y sus clichés, por supuesto).
Y me acordé mucho del capítulo de los Simpson donde dividen la escuela en 'de niñas' y 'de niños'. Lisa se desespera porque dejan de enseñarles matemáticas. La maestra dice "¡¿resolver problemas?! ¡Esa es la manera violenta en que los hombres lo enfrentan todo! ¡Sientan empatía con los números!"
Lisa se desespera y entonces consigue que Bart la introduzca al mundo masculino, para poder tomar buenas clases de matemáticas. Entonces los comprende. Y hasta los admira.

Algo me dijo. Algo sobre reestructurar las creencias.
Por ahora no sé qué quiero... bueno, sí: terminar la maestría, tratar de dominar la bestia indomable de la filosofía.
El otro día en Tuiter dije "¡Tanto nivel de especialización para entender teorías que, de entrada, sabemos que están mal!". Exageré el punto. Aprendemos cosas. Pero en el fondo no lo hago por la creencia de que vayan a salir nuevos conocimientos para la filosofía de la mente, sino por el placer de entender aquello... de descifrar cosas. Por eso me gusta el neoplatonismo. Por eso me gusta el gnosticismo. Y la cábala. Son órdenes del mundo. Y en sus filtraciones es donde está toda la dinámica del pensamiento. De nuestra filosofía de la mente. De nuestras ciencias. De nuestras creencias sobre el mundo.
Quizás de todos los temas filosóficos que me interesan, el único que me gusta por sí mismo y no por lo que enseña sobre nuestro modo de pensar, es ese rollo de la intencionalidad. Hoy me emocioné en el seminario de los Benítez al descubrir una cosa: el "cogito ergo sum" es una proposición intencional. Y el autor expuesto trata de resolverlo desde las teorías contemporáneas de la intencionalidad. Fue lindo: cómo esas dos cosas se juntan. Por un lado descubrir esos temas. Por otro, ver el funcionamiento de la intencionalidad.

Y así como con la historia de la filosofía, viendo cómo funcionan los hombres según la novela, una acaba entendiéndose a una misma. Una se llena de discursos que ocultan a nuestros verdaderos deseos. Hay otros deseos, como el de poder. Pero por algún modo lo trepamos en un discurso en el que nos sentimos encajonadas y los dejamos expresarse entonces dentro de ese discurso. ¿Nos da miedo competir con nuestros colegas? Competimos con nuestra pareja. ¿Queremos hacer sentir que tenemos control sobre algo? Lo hacemos sobre nuestra pareja.
Pero a veces solo queremos sexo. Y un complicadísimo proceso mental hace que queramos ser importantes para él, que seamos únicas, que... que... que no seamos putas.

Hubo un capítulo de las Aparicio que me gustó mucho: una chamaca trae tremendos rollos culpígenos porque se sienten putas. Porque Puta es un término casi metafísico para una mujer.
Porque ahí radica una especie de valor... no sé.

En eso consiste la liberación: en que las mujeres y los hombres dejemos de poner nuestro valor en los roles sexuales. Y, entonces, vivir plenamente la sexualidad: las relaciones, el amor, las querencias... la familia y los hijos, si llegara da darse alguna vez.

Cuando era más chica pensaba en que quería hijos, no necesariamente casarme. Y lo sigo pensando. Pero es tan rico tener un papa que te rescate cuando tienes el corazón roto, que te lleve con sus amigas a tomar café, que venga y espontáneamente te limpie la computadora porque tiene las teclas llenas de ceniza.

Ya veremos cómo...
Por ahora, hay qué construir el nido. Y para eso, debo aprender, debo bastarme sola.

(Seguimos con la óptica y Alberto)

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