23 marzo 2011

Intentio rubris non est rubicunda

¿Cómo conocemos al individuo? porque... ya saben... no hay CIENCIA del particular, pero el mundo sólo está constituido de particulares. Luego ¿cómo los conocemos?
¿Y qué tal si probamos haciendo de todo particular una imago? ¡claro! Lo vemos (olemos, palpamos, sentidocomunisamos, oímos, degustamos).
Entonces usted tiene su universal ¿no? desde la Meta tá phyiská ya le explicaron qué es el universal. Lo que nadie se ha tomado la molestia de explicarle es qué demonios es el particular. ¿Cree, sinceramente, que es la imagencita que la Fantasía guarda celosa en sus repositorios?
Y ¿qué dijo usted? ¿que la imagen es esa cosa pródiga en colores, olores, figuras cum magnitudine, que como simulacra de la cosa se guarda en los Thesaura de la memoria? ¡Esa imagen toda apestosa, colorada, suavecita y acidita!
¿Quién le hizo creer que a menor extensión más colorido hay? ¿Qué no se da cuenta que al aumentar la intensión no por eso las cosas se ponen rugosas, agridulces o moradas?

No señor, no. Esa imagen es una intuición requeteciega sin su concepto.
Y no, señor, no. No todo concepto es universal. Y ¿qué demonios quiere decir que la imago sea particular si el individuo es TAMBIÉN un concepto? ¿Si aquello con máxima intensión no esa, sólo por ese hecho, redondo y morado y dulzón?
Sócrates es un concepto.
Qualia-Fukushima es un nombre propio de mi gato.
¿Es verdad que hasta que Qualia-Fukushima me lama la nariz a las seis de la mañana dejará de ser una descripción definida y se volverá un Gato?

No señor medieval del siglo XIII. No. Lo han engañado. Aristóteles lo engañó. Lo hizo bolas con el phantasma y los apédices de la materia. Con la forma particular que muda, misteriosamente, a universal. Lo han engañado todo este tiempo.
Por eso, señor medieval, comentar el Peri Hermeneias no le había costado ningún trabajo. Tenía usted hermosos comentarios a las Sentencias y bellas explicaciones del silogismo y sus proposiciones particulares tipo I y O. Porque hasta ese momento había usted obviado el hecho de que "Sócrates" era un concepto y que la suavidad de su barba no era pachona y blanca, sino un concepto que describe eso que usted ve (¡cuanta razón Gorgias!)
Pero al momento de comentar el De Anima o los Analíticos Posteriores II, 19, entonces sí que comenzó a parir chayotes. ¿Cómo le hace la apestosa, acidita y colorada imagen para volverse universal?

Le vieron la cara, señor Medieval.
Usted de repente se dio cuenta de que tenía que encontrar el nexo causal que explica como la mole apestosa y de color sospechoso llega al Thesaurum de su memoria. Y se agarró de Galeno y la metafísica aristotélica para explicarlo.
Ok... ¿ya? ¿ya tiene una similitudo de la sospechosa masa deforme que pisó su sandalia medieval? ¡perfecto! ¡ahora hágala concepto!
¿Así tan fácil? ¿no es otra cosa que un universal atascado de hic et nunc y de otro tipo de apéndices? ¿seguro? ¿qué los apéndices son apestosos? ¿seguro?

¿Seguro que los apéndices apestan? ¿las propiedades inteligibles son apestosas?

¡¡ARRGGHH!!

Denme unos pocos días y se los explico bien explicado. Porque una imagen vale más que mil palabras... y eso es lo que los señores del siglo XIII todavía no se daban cuenta.
¡Esas intuiciones tan ciegas!
¡Esos conceptos tan vacíos!
Tan vacío el concepto "apestoso"...

(Ustedes nomás prendan un incienso -porque hoy anochesí budista- para que le agarre la onda a Evans... es que ¡no saben! el británico caballero y el holandés de Nuchelmans andan provocando cortos circuitos en mi muy escolástica mente de XIII siglos)

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