03 mayo 2011

Espejos animados



(actualización: ¿recuerdan que en el post pasado yo perseguía a un personaje paleolítico con un mazo? He aquí una imagen para que se hagan una idea de lo peligrosa que me veía y por qué los clientes del Sangron's casi se desmayan. En otras noticias, capítulo ya mide 10 páginas a 1.5 en Times New Roman. Para el final del día espero mida 30, y todos los lugares donde dice ahí (Cita) contenta más bien la cita.
Atte: una esponja que ha superado el extreñimiento mental)

Ora sí: este es el post original de ayer:

La semana pasada escribí este cuento... mientras yo sigo prendiendo velitas a San Alberto Magno, patrón de los científicos y las alumnitas desesperadas, se los comparto.



¿Los espejos le devuelven su propio olor a los gatos? Sólo así comprenderían la naturaleza de la reflexión. El pequeño Kualia bibliotecario (pues ya les he contado de sus habilidades de archivista) posee el don de acomodar libros pero carece de la habilidad para entender la vacuidad de los espejos. De este modo, desespera por no poder cruzar ese umbral y lanza maullidos sobrecogedores cuando desiste, por momentos, de encontrar el hueco que pudiera haber en aquél cristal que le impide cruzar del otro lado. Porque, para esto, los gatos comprenden la naturaleza de la transparencia y de las ventanas. De no ser así, no se pasearían con seguridad sobre las mesas de cristal.

Tuve que bajar el espejo de la pared porque por poco lo tumbó. Después de muchos intentos por convencer al gato invertido por que cruzara la ventana, trató de atravezar por detrás el espejo, y lo hizo bambolearse graciosamente hasta que una noche me despertó el chirrido entre la pared y la placa bidimensional del vidrio. Antes de que el cristal cayera sobre mi cabeza, decidí colocar el espejo en el suelo. Una vez colocado el umbral al mundo invertido en el suelo, Kualia se paró sobre él y convocó, de nuevo, al gato que vive de cabeza bajo él. Fue, quizás, cuando comenzó a sospechar que algo no funcionaba: su hermano gato violaba las básicas leyes de gravedad que.

Ahora anda por el dintel de la ventana desconfiado de cualquier otra cosa que se aparezca detrás de un cristal. Hace algunos días conoció al gato de la ventana de enfrente: una gatita de pequeña talla y que de vez en cuando le contesta con inaudibles maullidos. Contra lo que yo esperaba, Kualia pronto le perdió interés –para descorazonamiento de la gatita. Pienso entonces, con tristeza, que ahora todo gato viviente tras un cristal es para él mudo reflejo insensible a sus llamados. Maldita sea la hora en que un espejo desalmado vino a romperle el corazón…

2 comentarios:

Felicidad Batista dijo...

Creo que Kualia, como gato y, además como gato bibliotecario, demustra cierta inteligencia actual, confianza en las dualidades, en las presuntas imágens que devuelven una realidad deformada. Y, aún así, la prefiere, a eso otra de la gatita que lo reclama al otro lado del cristal y que desdeña porque es auténtica.
Buen relato
Un abrazo

Esponjita dijo...

:) pues sí. Pero su soledad es cada vez más insoportable...