10 julio 2011

La niña de Guatemala


El asesinato de Facundo Cabral me dolió de muchas maneras, por muchas razones. Pero hay una en particular que sólo me afecta a mi y a mi familia.

Mi hermana Aurora, que tenía 19 años, murió en Escuintla, Guatemala. Y entre toda la confusión que rodeó aquello (complicado por haber sido un accidente, complicado por ser extranjeros, complicado por el golpe mismo), todo parecía absolutamente bizarro e imposible. Por ello, al entrar al aeropuerto ya para regresar a México, sentí que algo demasiado absurdo pasaba: había enormes letreros en todos lados que decían "Aurora". No fue sino hasta que nos sentamos en un café, que descubrí que no estaba una alucinando y, no recuerdo cómo, nos atrevimos a preguntar: es que sí, así se llama el aeropuerto: Aurora.

Cuando oí la noticia de Facundo Cabral (hasta que la oí, porque ya tenía una hora de haberla leído en Twitter) y escuché "el aeropuerto la Aurora", sentí ese mismo golpe de irrealidad.

Aquella vez sentí como si la vida (mi vida y el universo entero) se hubieran quebrado como un espejo. Y durante muchos, muchos años así se veía y se sentía todo: bizarro, desencajado, roto. A penas hace muy poco tiempo que me parece que el espejo es de nuevo uno solo, sólido, real. Pero hoy descubrí que, más bien, acabé acostumbrándome a sus grietas.

Las noches antes de nuestra partida (no me pregunte cuántas porque no sé) convivimos con padres que perdieron a sus hijos en la guerra, a hermanos a los que les mataron a sus hermanos. Y estuvieron todas esas noches con nosotros explicándonos que no deja nunca de doler, pero que poco a poco duele menos.


(Durante 10 años he pensado cada día en Aurora,
la otra mitad de la realidad, de mi memoria)

2 comentarios:

Felicidad Batista dijo...

Esponjita, un fuerte abrazo solidario.

Esponjita dijo...

:)
Recibido fuerte abrazo. Y de vuelta uno lleno de afecto.