23 septiembre 2011

Azucarera




Hay cosas de mi casa
tan cotidianas
que ya no huelen a tí.

Como la azucarera
que regalárame mi ex suegra.
Pequeñita,Ω≤zcomo se la pedí.

Dos cucharadas para el te, y recuerdo entonces...

Vivía en una casa minúscula en una vecindad llamada la Requena.
Vivía ahí, sola por primera vez, tenía 25 años
y una gata de comportamiento desordenado.

Entonces en mi casa todo debía ser pequeñísimo para caber.
Y se me ocurrió, no sé por qué, que una azucarera grande
me expulsaría de mi minúscula casa
de muñeca

y gata.
****

Después de que te fuiste
barrí toda partícula tuya.


Juguetes, fotos, regalos
(y hasta una tarjeta en tinta verde
del último regalo de cumpleaños).

Todo pasó del piso
al recogedor
del bote
al camión de la basura

(y fue separada debidamente
entre basura cotidiana
y residuo de exorcismo)


Barrí todo,
todo,
papeles
fotografías
dibujos,
recuerdos...

y hasta el espejo
(regalo de la suegra)
yace de en el suelo de cabeza
esperando que tus huellas
caigan por gravedad
y pueda barrerlas
al fin.

Como si tu existencia fuera levadura
te saqué para el Purím.

La disposición de todos los muebles
fue alterada
para que no quedara ni tu huella,
(impresa en la jorá de mi casa)
ni tu nada.
******

Y fue hasta hoy que me di cuenta
mucho después de la limpieza
que la azucarera sigue aquí.

Y me di cuenta que jamás me desharía de ella.
Por su minúscula forma
y la tapa medio rota
y porque es panzona
y hace que la azúcar sepa
a barniz


Ella es
como una cicatriz,
rayita blanca
sobre la piel morena.

Y la veo ahí.
Y olvido cómo me la hice...

...y me sirvo azúcar,
como si nada.

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