10 diciembre 2011

Clásico cuento de él y ella.


Querido Santaclós:

He pasado varias horas en el restirador diseñando al hombre de mis sueños. He borrado mucho y vuelto a dibujar. Por mi cabeza han pasado muchas imágenes, figuras y demás cosas. En realidad, me di cuenta, no es que espere a alguno en particular. O bueno, sí hay uno, uno muy específico, al que quiero. Pero ese es un hombre imposible (bueno, son tres, ¡para qué mentirte!).

Pero a la hora de ponerme a diseñar al hombre de mis sueños, me dio flojera hacer, de los tres, uno. Saldría un esperpento, obviamente. Y si no es alguno de los reales, ¡vamos Santa! pues no vale la pena. Mejor me lo imagino y lo creo.

1.80 como mínimo. Bueno, más menos un centímetro, para que veas que soy flexible. Y... y que sea peludo. Ya no más lampiños en mi vida, Santa. Que sepa manejar, y que sepa andar en bicicleta. Que sepa jugar basquetball.

No, no importa que no sepa hacer avioncitos de madera de balsa. Para eso mis hijos tendrán a su abuelo, y se los llevará al parque a volarlos, hasta que se atoren hasta arriba de un arbolito chaparro. Y escalarán y lo salvarán. Pero eso será cuando visiten al abuelo.

Yo quiero que mi hombre ideal me pueda cargar. Por eso tiene que ser un fortachón, porque peso mucho y quiero sentirme girita girita en sus brazos. Y que sea pelirrojo (bueno, eso es opcional).

Que le guste mirarme, eso sí. Y que le guste ser mirado. Y que nos guste mirarnos. Y que todo sea pura mirada y mirada. Y que se deje seducir con mi mirada. Y que su mirada me sostenga en momentos de tribulación. Y que mi mirada sea muy fortachona, para sostenerlo.

Y que camine conmigo de la mano por las aceras y los parques. Y que nos sentemos en las bancas y que ponga mi cabeza en su pecho, y me acaricie el pelo mientras escucho como late su corazón. Y que tengamos nuestro cuento de "Él y Ella". Uno más o menos así:


Y le dijo ella "Entonces ¿qué propones?"
Y él la miró e hizo un ademán como de tocarle el talle... pero no se atrevió.
Ella le sostuvo la pregunta con la mirada. Él hizo un ademán como de acariciarle el pelo, pero no se atrevió de nuevo. Entonces ella bajó la mirada. Estaba a punto de irse, cuando él le tocó el hombro, y le dijo:
—No, no puedo ofrecerte nada. O sí, podría, pero no aceptarías.
Entonces ella, con las mejillas encendidas le dijo: "propón"
Entonces él, por fin, le tocó el talle, primero tímidamente, y después la asió hacia él. Y le besó la frente...


Esponjita que no se puede concentrar...

1 comentario:

Felicidad Batista dijo...

Esponjita, fantástico. La resolución de este cuento de Navidad me encanta.