10 agosto 2012

Don't Panic (sigue sin aparecer la bola)

Uno no puede andar por la vida tratando de catalizar un reborujadero de emociones a través de la literatura. No. Tiene, además, que sobrevivir a ellas. Y hacer otras cosas más provechosas, como trabajar como castigo a no haber terminado la tesis a tiempo. Y, mientras trabaja, estar toda angustiada porque no ha salido la tesis. Y luego encontrarse con que el trabajo no es tan malo pero, finalmente, no llena. Eso. Una cualidad de este tipo de carreras como la filosofía es que pueden llenarlo a uno. O uno trata de repetirse eso sin cesar. 

Es que uno ha claudicado. Uno ya está muy feo y viejo para suponer que su futuro puede valer la pena. Pero ¡momento! ¡uno a penas tiene veintitrece años! ¡sí, sí! treinta y tres. Son muy pocos para vencerse, pero demasiados como para pretender algo serio en esta vida. A uno lo único que le queda es su carrera. 


¡Ah! ¿cómo? ¿no era respecto a eso el vencerse?

No, no, por supuesto que no. Respecto a todo lo demás. Respecto a lo que uno aún puede vencerse. Si me venciera respecto a eso, sería francamente más provechoso ahorrarme la escritura de esto y tirarme a las vías del metro. O algo menos escandaloso. Es lo mismo. En este país es fácil. No. Respecto a eso no. Respecto a lo otro. Respecto a casarse y tener hijos y tener una vida plena y esas cosas. El único problema de tan ataráxica renuncia, es que deprime. Y así, deprimido ¿cómo se termina una tesis? O sea, no es tan ataráxica. O al menos no hallo el modo correcto de alcanzar la ataraxia. Y eso produce más, aún más angustia y todo... 

...bueno, mientras haya angustia hay algo. Hay un algo que lo jala a uno hacia algún lado. Hay un fin, aunque no se vea cual. Como por ejemplo, terminar la tesis

No escribiré nada más... en un ratito. Luego la tesis. Luego... pero antes veré La guía del autoestopista intergaláctico. Ayer terminé de leerla y hoy veo la película en youtube. Luego de leer la triste historia de cómo se hizo, de cómo Disney la hizo, de cómo su autor no la hizo. Triste. Pero basta. Si sigo escribiendo, el espíritu de Marvin, el androide paranóico, me sobrecogerá, y si sigo escribiendo y si siguen leyendo tendrán el mismo fin que aquella nave espacial a la que Marvin deprimió tanto. 

Habrá, entonces, que repetir Don't Panic y hacerse un tazón de leche con Cornflakes y... esperar lo improbable. 


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